Gerardo Borroto Díaz y Malicela Barceló Acosta son un matrimonio sexagenario, ambos médicos de profesión, y desde sus inicios en la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana “Victoria de Girón”, no solo han compartido la vida, sino también, las experiencias más gratificantes y complejas de la carrera.
El Doctor en Ciencias Médicas es especialista en segundo grado de Nefrología y profesor titular de la Facultad de Medicina del Hospital Clínico Quirúrgico Hermanos Amejeiras. Por su parte, Malicela es Máster en Ciencias de Nutrición Clínica, especialista en segundo grado de Endocrinología y profesora auxiliar de la misma facultad.
Luego de realizar el posgraduado en el pueblo Esmeralda de la provincia de Camagüey, ambos fueron convocados por el Comité Militar para atender a los combatientes y civiles cubanos que apoyaban al Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) en la región de Cabinda durante dos años. Embarcaron el primero de octubre de 1986, Gerardo con veintiséis años y Malicela, con veinticinco.
¿Qué preparación poseían para trabajar en un escenario de guerra?
Malicela: En mi caso no poseía preparación militar. Solo los varones recibían clases de Medicina Militar en el cuarto año de la carrera, pero mi experiencia en Esmeralda, en el año 1983, fue de gran ayuda. Trabajé en las especialidades más importantes de la profesión: medicina general integral, pediatría y ginecobstetricia. Veía alrededor de 120 y 130 casos diarios.
No estoy segura de elegir Medicina si vuelvo a nacer, pero de hacerlo, tengo la certeza de querer cursar el posgraduado. Fue la etapa de mayor plenitud para mí como profesional, me ayudó a ganar confianza, sentía que podía enfrentarlo todo, lo mismo un parto que un infarto, o las heridas por un accidente de tránsito. Me preparó para afrontar el reto que suponía Angola.
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Gerardo: Por mi parte estuve 45 días en un concentrado militar en el Mariel en el cuarto año de la carrera, como parte de la asignatura Medicina Militar. En lo que hoy es la Escuela Latinoamericana de Medicina, aprendí cómo tratar heridos de combate y cómo actuar en un ambiente de guerra.
Después, el posgraduado en sexto año, al igual que Malicela, fue una experiencia muy enriquecedora. En aquel entonces no había tantos médicos como ahora y con el desenfado característico de la juventud, nos aventuramos a aplicar sin miedo todos los conocimientos que obtuvimos.
Al ser Esmeralda un pueblo pequeño, encontramos situaciones complicadas de solucionar con los recursos que habían allí, más bien los que faltaban. Nos obligó a desenvolvernos y buscar alternativas solos.
Cuando regresamos para La Habana, fuimos reclutados a los pocos días para la misión en Angola. Los dos nos alistamos como médicos militares en condición de tenientes y a mí me ascendieron a primer teniente al llegar a la locación.
¿Qué situación encontraron en Cabinda al arribar? ¿Cuál era el estado de los militares cubanos?
Gerardo: En la región de Cabinda no había tanto conflicto como al Sur. Las acciones o ataques armados que se realizaban eran de comando, por ejemplo, los opositores realizaban emboscadas y se retiraban.
Malicela: El ejército cubano, además de las heridas causadas por la guerra, sufrió mucho de paludismo. De las ochenta camas que disponíamos para atender a los lesionados, sesenta y nueve las ocupaban enfermos por paludismo.
¿Cómo eran las condiciones de su trabajo propiamente y de los médicos en la zona?
Malicela: Los primeros cinco meses de la misión transcurrieron en una sala del Hospital Civil de Cabinda, pero a medida que empezó la batalla en Cuito Cuanavale, por motivos de seguridad, trasladaron a los médicos para donde se encontraba la brigada militar cubana, el Estado Mayor.
Ahí contábamos con alrededor de ochenta camas y un pequeño salón de operaciones. Eran condiciones mínimas, pero adecuadas para atender al personal que nos fue asignado, teniendo en cuenta que era una población militar supuestamente sana, es decir, quien llegaba al hospital, no debía tener ningún tipo de patología distinta a las causadas durante la acción en Cabinda.
Gerardo: El puesto médico del Estado Mayor se integraba por tres profesionales de la salud, el jefe, un cirujano y un clínico, este último, Malicela. Por otra parte, de las cinco unidades pertenecientes a la entidad, tres constaban de postas médicas, con tres galenos cada una. Yo trabajaba en la brigada perteneciente al Grupo Táctico Dos. Además, los viernes brindaba consultas a la población angolana que se refugiaba cerca de las unidades cubanas.
Durante su estancia en Cabinda, la mayoría de las experiencias debieron ser impresionantes, ¿cuál fue la que más les impactó?
Gerardo: Las unidades de Cabinda se dirigían en caravana hacia Puerto Negro para buscar armamento. Un día esta fue asaltada y dieron la alarma en el puesto de mando. Salí junto a varios sanitarios en tres ambulancias.
Al llegar donde se encontraban las tropas, el panorama era devastador, la conmoción de los que seguían en pie hizo que rápidamente llenaran los tres vehículos de personas. Cuando regresamos para el campamento, ninguno de los que transportamos había sobrevivido, se trataba de oficiales caídos, los heridos llegaron después.
Malicela: En nuestra ubicación, corrimos con la suerte de no vernos envueltos en un ataque armado, pero todas las experiencias fueron impactantes. Cada vez que sonaba la alarma de combate tenía que mentalizar los posibles escenarios que podría enfrentar: heridos por granadas, explosiones, múltiples balazos, pérdida de extremidades.
También, lastimosamente, presenciamos heridos por tiros al aire o accidentes, y en el peor de los casos, oficiales que decidían inmolarse porque no aguantaban el peso de la misión.
¿Qué significó su paso por Cabinda?
Malicela: En primer lugar, una etapa dura, difícil, pero contribuyó a fomentar la seguridad que había adquirido en el posgraduado. Angola fue una experiencia generacional, fue lo que le tocó asumir a gran parte de la juventud de nuestro tiempo. En la mayoría de las familias de la actualidad, hay abuelos y ancianos que respondieron al llamado.
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Gerardo: Aparte de la formación como médico, y a pesar de que estuvimos en un país en guerra, con miserias propias de la situación, fue una experiencia gratificante desde el punto de vista social. África es un continente rico en recursos minerales y naturales, con grandes extensiones de tierra. Conocimos nuevas culturas, fauna y vegetación.
En mi caso tuve la oportunidad de recorrer la selva de Mayombe, junto a los cubanos del contingente forestal. Vi cosas increíbles, animales como gorilas, gacelas, venados, serpientes. Recuerdo que levantaba la cabeza y no divisaba el final de los árboles. En conclusión, son los buenos recuerdos que uno se lleva para no pensar en los fatídicos.
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