En los años 90 del siglo pasado, entre los colegas de la prensa extranjera acreditada en La Habana estaba el español Julio Alonso, quien en varias ocasiones comentó cómo él interpretaba las multitudinarias concentraciones, actos y desfiles de aquellos tiempos y que increíblemente, según él, algunos miraban, pero no eran capaces de captar la esencia.
Los medios foráneos en aquellos momentos no podían pasar por alto esas cantidades y era el núcleo central de los reportes, pero luego de las charlas con el colega hoy dedicado a otras labores, presté mayor atención a las interpretaciones del hecho y todavía tengo el hábito de hacerlo hoy también en las redes sociales y publicaciones adversarias.
Sin poder precisar si se trataba de un periodista, diplomático o turista, alguien que participó en la conversación hizo la observación de que él supo el desenlace de las elecciones de un país centroamericano al notar que en los actos de apoyo apenas había mujeres y que la inmensa mayoría eran hombres.
Como que el grupo era ocasional y ya estábamos a punto de que cada uno tomara su rumbo, me apresuré a indagar, y el foráneo comentó que en un hogar las mujeres son influyentes porque escogen los temas de conversación y además, son quienes llevan el peso del hogar, por lo cual son escuchadas cuando hablan a favor de uno u otro candidato.
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Tras dispersarse todos, Julio razonó: supongamos que tienen razón quienes afirman que los los participantes van obligados a las marchas y a los actos, pero después hay que preguntarse cuántos otros hacen falta para forzar a una persona tan rebelde como son los cubanos a actuar en contra de su voluntad individual.
De ahí, pasó a otro razonamiento: pero supongamos que un enorme grupo obliga a uno más pequeño a desfilar, y si es así, ahora cómo es posible lograr que estén sonrientes, que tengan rostros alegres, y que sus gestos sean tan libres y desenvueltos, algo imposible si uno está disgustado en un lugar.
En cuanto a la represión invisible, que los hostigan en los centros de trabajo y los echan de sus puestos, dio su parecer: es una afirmación totalmente falsa, porque he comprobado que hasta puede haber indulgencia para evitar que un empleado solicite la baja.
Hoy, viene a la mente cómo en el Paso de las Damas, en la provincia de Sancti Spíritus, aquel 18 de noviembre de 1896, al recibir un mortal balazo, el general mambí Serafín Sánchez ordenó a la tropa: ¡Siga la marcha! Y así fue, en el curso de la historia su convocatoria fue cumplida.
Otro hecho histórico protagonizado en la Caravana de la Libertad por combatientes del Ejército Rebelde, atrajo multitudes que los acompañaron a lo largo del recorrido por todo el país, como una muestra del apoyo que darían al nuevo gobierno tras la victoria del primero de enero de 1959.
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Muy acertado el calificativo de combatiente para un pueblo como el cubano que lo mismo acude con armas a las montañas y arenas de Girón a defenderse de bandidos y agresores mercenarios, como también se pertrecha de armas morales para demostrar su respaldo y sobre todo, la advertencia de estar decididos a no dejarse vencer.
Esas movilizaciones populares se han realizado en un contexto que debe conocerse para interpretar su significado, aunque siempre es muestra de espíritu combativo, como fue en el desfile multitudinario en 5ta Avenida, la Habana, el 19 de abril de 1980, en el que participó más de un millón de cubanos, y reeditado el 17 de mayo en todo el país en apoyo a la Revolución.
Recuérdese que desde finales de 1979 grupúsculos de delincuentes comunes y lumpens, alentados por Washington, penetran por la fuerza en las embajadas de Venezuela y Perú, cuyos gobiernos de entonces estimularon a las turbas cuyos desórdenes causaron la muerte del soldado Pedro Ortíz Cabera en la sede diplomática andina.
El emplazamiento mediático contra Cuba presentó a esas lacras como disidentes, patriotas, cuando en realidad eran todo lo contrario, y aquella marcha del pueblo combatiente fue una contundente a la nueva campaña de agresiones emprendida contra la revolución cubana por el imperialismo norteamericano.
Así lo interpretó el colega Julio Alonso, quien seguramente cuando se entere de que este 20 de diciembre, habrá otra marcha del pueblo combatiente, reafirmará sus opiniones.
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