Desde hace poco más de seis décadas la política exterior de Cuba se distingue por la cooperación internacional. Con el proceso revolucionario iniciado en enero de 1959 se entendió la necesidad de influir en la transformación no solo de las relaciones entre los países subdesarrollados, sino también entre estos y los desarrollados.
Una aspiración que buscaba, sobre todo, hacer frente a los mecanismos neoliberales y enfrentar la herencia sociocultural colonialista para consolidar así los movimientos de liberación que por entonces colmaban la geografía continental.
La Revolución apostó por un internacionalismo comprometido con la justicia social, y lo sostuvo sobre la base de la ayuda desinteresada y el estricto respeto a la soberanía. El vínculo de La Mayor de las Antillas con los participantes del Pacto de Bandung, primero, y con el Movimiento de Países No Alineados como miembro, luego, consolidó la capacidad de actuación de aquellos Estados que demandaban protagonismo y empuje para desarrollar sus programas económicos y sociales.
De esta forma para la década del 70 cobró impulso la colaboración entre las naciones del Sur. Hecho que quedó reflejado cuando se aprobó el Plan de Acción de Buenos Aires en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cooperación Técnica entre los Países en Desarrollo que se realizó en 1978 en Argentina. Un documento que a día de hoy continúa orientando la asistencia, pese a los vertiginosos cambios geopolíticos que ha experimentado la región.
La Cooperación Sur-Sur tiene en cuenta las esferas política, económica, social, cultural, medioambiental y técnica. En ella pueden participar dos o más países e implicar un intercambio a nivel regional, intrarregional o interregional. En este tipo de acciones los implicados comparten conocimientos habilidad, experiencias y recursos que pueden acelerar el logro de los objetivos de desarrollo sostenible. Incluso, pueden contar con organizaciones multilaterales que faciliten las iniciativas con financiación, capacitación, donaciones tecnológicas u otras formas de apoyo.
En el caso cubano, las estrategias de desarrollo compartidas se han institucionalizado en convenios o acuerdos de colaboración económica y científico-técnica. Se incide fundamentalmente en el ámbito social con programas de educación, salud, cultura y otros servicios de índole política. Nuestra contribución se basa en el envío de personal calificado, los cuales se gestionan de manera bilateral a través del sistema de Organización de las Naciones Unidas o como parte de organismos regionales.
Sobresale el enorme impacto alcanzado por la colaboración médica en los territorios integrantes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América- Tratado de Comercio de los Pueblos. Ejemplo de ello es la Operación Milagro, con más de tres millones de cirugías a pacientes de 24 países de América Latina, el Caribe y África.
También destaca el plan de alfabetización “Misión Robinson”, implementado en Angola, Argentina, Bolivia, El Salvador, Guatemala, Guyana, Honduras, Uruguay, Venezuela, Haití, Jamaica y Santa Lucía. Así como el método audiovisual de enseñanza “Yo Sí puedo”, que ha facilitado a Venezuela, Bolivia y Nicaragua declararse libres de analfabetismo, de acuerdo a los requerimientos establecidos por la Unesco.
Asimismo, a partir del entendimiento de lo negativo que resulta el cambio climático para los planes de sostenibilidad, en los últimos años se han priorizado proyectos que han contado con el respaldo del Programa Mundial de Alimentos y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Cuba ha puesto a disposición de países como Haití y República Dominicana expertos que han ayudado a perfeccionar los mecanismos de respuesta en sus respectivos sistemas de defensa civil.
De igual manera la iniciativa para el Manejo de Riesgo en el Caribe, creada en 2004 por la Dirección de Prevención de Crisis y de Recuperación del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, ha facilitado la transferencia de conocimientos hacia Jamaica, Trinidad y Tobago, República Dominicana, Islas Vírgenes Británicas y Guayana para adaptar y aplicar el modelo cubano del Centro de Gestión para la Reducción de Riesgos.
Por otra parte, se han otorgado becas para la formación de recursos humanos y en el ámbito deportivo nuestros especialistas han contribuido a elevar el nivel competitivo de más de 100 países.
Se trata, en definitiva, del reconocimiento de la Cooperación Sur- Sur como un instrumento de integración, válido para sustentar en el tiempo programas de sostenibilidad. La experiencia cubana busca eliminar las brechas sociales y ofrecer espacios de crecimiento a partir del involucramiento de cada uno de los actores sociales, por contradictorios que parezcan.
Todo ello mientras se carga con el propio peso del subdesarrollo y se sufre las consecuencias del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos. Un ejemplo de cuanto se puede hacer con mucha voluntad política y escaso capital.
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