Santo Domingo entre 1855 a 1861 atravesó un periodo caracterizado por la inestabilidad política, debido al enfrentamiento entre diferentes caudillos militares. Pero sería en la primera década de la segunda mitad del siglo XIX, donde esta isla marcaría un punto de inflexión en el glorioso sendero de la independencia de nuestros pueblos de América.
La élite militar gobernante escogió el camino de la anexión a España, lo que trajo grandes repercusiones para ambos países implicados. En el caso de España, significó robustecer su presencia en el Caribe, al contar con un nuevo enclave que le permitiría junto a las posesiones de Cuba y Puerto Rico afianzar su soberanía en esta importante zona geográfica, vital en el comercio entre el Viejo y Nuevo Mundo. Para Santo Domingo, la imposición de la tutela española, trajo consigo la pérdida de la autodeterminación. Lo que avivó en gran parte de la población dominicana un profundo sentimiento nacionalista, iniciándose una revolución contra las fuerzas anexionistas.
Máximo Gómez no estuvo entre los nacionalistas dominicanos, sus servicios estuvieron a favor de la junta militar que favoreció la anexión. Su falta de ánimo para combatir contra sus hermanos, lo llevaría a ocupar responsabilidades administrativas, lejos del combate contra sus compatriotas. El hecho de no haber militado dentro de los restauradores no significa que haya adoptado una postura anti-patriotica, la propia revolución se mostró en sus comienzos ¨oscura y enferma¨ como expresó en sus notas autobiográficas. La falta de visión política debido a su juventud, lo convirtió en una víctima de los acontecimientos, sólo pudo apreciar los errores, no supo vislumbrar el noble propósito de la Revolución Restauradora.
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La Revolución Restauradora, logró derrotar a la facción anexionista obligando a España a evacuar a su contingente militar hacia la vecina Isla de Cuba. Una pléyade de dominicanos valerosos, llegaron de esta forma a la tierra cubana. Muchos de ellos harían causa común con los cubanos, cuando estos se levantaron en armas contra el colonialismo español. Ganando un puesto destacado en las páginas de la historia de la nación cubana, como es el caso de los hermanos; Luis, Francisco y Félix Marcano Álvarez, Modesto Díaz, y Máximo Gómez Báez quien llegaría hacer la figura más excelsa dentro de esa legión de extranjeros que abrazaron la independencia de la Mayor de las Antillas.
Quiso el destino que poetas cubanos incidieran notablemente en el futuro político-militar de Máximo Gómez, fue el primero de ellos el poeta bayamés José Joaquín Palma, quien lo ascendió al grado de sargento. Con esta graduación militar, dirigió la acción de Venta del Pino, la cual es recogida en varias literaturas como; la primera carga al machete en nuestras guerras de independencia contra el colonialismo español. Se iniciaba así de esta manera, su entrada a las páginas de la Historia de Cuba.
El presidente Carlos Manuel de Céspedes, fue el segundo de nuestros poetas que incidió sobre el rumbo de Gómez al servicio de la independencia de Cuba. Máximo Gómez tuvo grandes diferencias con el hombre del diez de octubre, en cuanto al empleo del capital humano en la guerra, situación que llevó al presidente a destituirlo de todo mando. Tras la caída en combate del Mayor Ignacio Agramonte, las tropas del Camagüey quedaron huérfanas de liderazgo.
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El presidente Céspedes, zanjaría las incomprensiones con el general Máximo Gómez otorgándole la noble tarea de sustituir al Mayor. Entre ambas figuras se produjo un acercamiento ideológico en cuanto a la necesidad de expandir la guerra a las comarcas del Occidente cubano. Gómez supo reconocer la organización y disciplina reinantes en las fuerzas que heredó de su predecesor, las consideró de las mejores del Ejército Libertador.
Los acontecimientos que se desarrollaron en el campo insurrecto, entre el 27 de octubre de 1874 al 11 de mayo de 1877, hicieron que los propios cubanos obstaculizaran el éxito del combate anticolonial. Tal situación fue aprovechada por Martínez Campo, excelente militar y hábil negociador. Este lograría combinar eficazmente el uso de la fuerza militar deteniendo el avance mambí hacia el Occidente del país, además de conceder garantías de respeto a la vida de los prisioneros y para todo cubano que entregara las armas.
El profesor Manuel Fernández Carcassés, en magnífico estudio, ha demostrado que, la Cámara de Representantes para el año 1877, a todas luces daba señales de llegar a un entendimiento con España, integrada en su mayoría por hombres de escasa radicalidad revolucionaria, miembros de la élite terrateniente –esclavista. Quienes emprendieron una serie de medidas que permitiesen las negociaciones con el enemigo, como la abolición del Decreto Spotorno y la creación de una comisión para entrevistarse con Arsenio Martínez Campo. Los cuales asumieron virtualmente la derrota militar a nombre de todo el Ejército Libertador, cuando allí estaba sólo una facción de los representantes del pueblo de Cuba en Armas.
Máximo Gómez para muchos de sus contemporáneos, fue considerado como el responsable del Pacto del Zanjón, pues la Cámara había actuado interpretando a sus conveniencias, una propuesta que él había sugerido para, mediante una tregua con el enemigo, reorganizar las fuerzas del territorio. El 18 de febrero en Asiento de Piloto Arriba — Oriente, Gómez se reúne con el general Antonio Maceo y le informa de los sucesos acontecidos en el Zanjón— Camagüey. Maceo le expresaría a su mentor, su desacuerdo y la disposición de continuar la lucha.
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El general Máximo Gómez, no secundó a su discípulo en la continuidad de la lucha contra España. Creía que la revolución ya estaba vencida, dejaba así en manos de los cubanos la decisión de continuar el enfrentamiento contra el colonialismo. Escogió el camino del exilio acompañado de su familia y algunos ayudantes que se le sumaron. Martínez Campo, ofreció dinero y una posición privilegiada para Gómez si decidía quedarse en Cuba. Todas esas tentadoras ofertas fueron rechazadas con dignidad por el valeroso dominicano, pues el amor que sentía por Cuba, no lo podía comprar el oro español, que el Pacificador insistentemente trató de ofrecerle.
Gómez y su familia tras su salida al exilio, estuvieron en varias regiones del Caribe y de la América Continental. Donde también fue blanco de injurias por algunos emigrados cubanos, quienes lo culpaban de ser responsable en el fracaso de la guerra. Su visión clara de las condiciones objetivas que se debían tener en cuenta para retomar el combate anticolonial lo llevó a no participar en el esfuerzo armado conocido como la Guerra Chiquita, pues lo consideraba prematuro y condenado al fracaso.
Entre 1884-1886 junto al general Antonio Maceo, encabeza el proyecto Programa de San Pedro Sula, nuevo intento por la independencia que aunaba esfuerzos de valerosos combatientes del 68, al que se incorporó el joven revolucionario José Martí. Nuevamente el destino lo situaba ante un poeta, Gómez no supo reconocer el ingenio de Martí y censuró algunos criterios emitidos por este, pues consideró que el prestigio del héroe de Baraguá, respaldaría la empresa que debía emprender acompañado precisamente por el mejor de los discípulo de Rafael María de Mendive. José Martí se retiró del proyecto y en una misiva le trasmitió sus consideraciones con relación a las concepciones del programa: “Un pueblo no se funda, como se manda un campamento”.
Va a ser precisamente Martí, quien con su incesante actividad dará forma a un proyecto emancipador más viable que los de sus predecesores, que tendrá en la creación del periódico Patria y el Partido Revolucionario Cubano, los dos pilares fundamentales. El proyecto martiano para el equilibrio continental, ubicaba a Cuba y Puerto Rico como la región estratégica en la que se debía impedir a toda costa la expansión de los Estados Unidos sobre estos territorios, a los que consideró los últimos baluartes para salvaguardar la armonía del mundo.
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Martí dejó constancia en varios escritos sobre el papel de ambos territorios para alcanzar la armonía concienzuda entre las dos Américas. Así quedaba reflejado en las bases del PRC, y en la carta entregada por el propio Martí al general Máximo Gómez a nombre del partido.
En esta misiva, le hace conocer al viejo general el propósito de: “asegurar la independencia amenazada de las Antillas y el equilibrio y porvenir de la familia de nuestros pueblos en América”, en la misma se le otorgaba el mando de las huestes independentistas cubanas, depositando la confianza de los exiliados cubanos en la sapiencia de tan laureado jefe militar. Explicaba así al Generalísimo el alcance ecuménico de la independencia de Cuba, más para el gozo de la humanidad, que para la localidad.
Nuevamente el destino le concedía a un poeta revolucionario cubano la potestad de incidir sobre Gómez. El generalísimo comprendió que la nueva guerra contra el colonialismo español, era la guerra de Martí y así se lo trasmitiría al general Antonio Maceo en una misiva.
Desde tierra dominicana, José Martí y Máximo Gómez, el 25 de marzo de 1895, rubricaron el Manifiesto de Montecristi. Documento que explicaba al mundo las razones y el alcance de la Revolución Cubana. Compartieron la peligrosa travesía desde Cabo Haitiano hasta Playitas de Cajobabo, fue durante el largo peregrinar desde ese paraje del sur del Oriente cubano en busca del general Maceo, cuando el general Gómez ascendió al grado mayor general del Ejército Libertador a José Martí en reconocimiento a su labor revolucionaria.
Bajo la responsabilidad del Generalísimo el apóstol cayó en combate en Dos Ríos, pérdida irreparable para Cuba y que enfermó del alma al viejo general. Quien al reflexionar sobre el infausto suceso escribiría con sentidas palabras sobre la valía de Martí como compañero excepcional y máximo responsable del nuevo estado de guerra contra España.
Arnaldo Alfredo Delgado Fernández
22/11/24 4:30
Exelente artículo. Muchas felicidades
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