En su primera incursión en la Serie Mundial de las Pequeñas Ligas, Cuba, representada por Bayamo, comenzó perdiendo y ganando. O a la inversa, decida usted. Perdió entre las dos rayas de cal y ganó un puesto de lujo en el imaginario de un torneo que hermana niños y hace del béisbol camino y sueño.
El marcador 0-1 ante un país que ha ganado once veces la Serie Mundial y es el último no estadounidense en lograrlo (2017) confirma que los muchachitos del histórico Bayamo están bien preparados y a la altura de las exigencias de un campeonato cuyo sistema de competencia es muy complejo y con poco margen a las derrotas.
Los nuestros se fueron sin jits y recibieron 14 ponches en seis entradas, las pactadas en los juegos de las Pequeñas Ligas, pero los asiáticos apenas ligaron un imparable ante un picheo que no emplea las curvas como sí hacen ellos.
Fue el debut, poco después de un desfile inaugural vistoso, que dejó emocionados a los infantes de hasta 12 años y también a los adultos. Viéndolos jugar, satisfizo el dominio de los fundamentos de este deporte (mejor, incluso, que equipos de categorías mayores). Si algo faltó fue swing, buscar contacto y esperar menos, a lo mejor impresionados por los rompientes o más bien los constantes cambios de velocidad tan letales como las curvas y menos dañinas para la salud de los niños.
Este sábado enfrentarán a Australia en juego de sí o sí. La sobrevivencia en la justa depende de ese resultado para seguir caminando por la parte de abajo del organigrama, donde van chocando los que acumulan derrotas, con la esperanza de no volver a perder.
Sea cual sea el desenlace ante la isla-continente los pequeños bayameses, ganadores de dos de las tres ediciones celebradas en Cuba de las Pequeñas Ligas, han hecho historia. Con menos tecnología y recursos que todos sus rivales, juegan béisbol al mismo nivel.
EL INGRESO DE CUBA
En 2019 La Federación Cubana de Béisbol y las Pequeñas Ligas (LLB) firmaron un acuerdo de entendimiento. Desde entonces comenzó la celebración anual del torneo en la isla para seleccionar al representante a los eventos del área del Caribe y de clasificar a la Serie Mundial en Pensilvania.
Son campeonatos de base, entre municipios, que termina con una serie final de tres juegos. Bayamo ganó en 2020, cuando se suspendieron las competencias internacionales por la COVID-19, y 2023 al doblegar en ambos casos a conjuntos habaneros.
Santa Clara fue el monarca en 2022 al superar a Bayamo. Estuvo a un triunfo de imponerse también en el torneo regional del Caribe, cuando cayeron en la discusión del título ante Curazao.
Las Pequeñas Ligas de Béisbol y Softbol se han convertido en un movimiento internacional que abarca más de dos millones de niños y niñas de más de 80 países y 50 estados norteamericanos, quienes celebran 16 mil partidos anuales antes de la Serie Mundial.
Desde la pasada edición del torneo cumbre participan 20 equipos, cuatro más que hasta 2021, una conformación de la voluntad de seguir expandiendo un certamen de tanto arraigo y trasmitido siempre por cadenas televisivas de largo alcance en la difusión de contenidos deportivos.
Según los directivos internacionales de las pequeñas Ligas prevén renovar el pacto con Cuba e incluso aportar recursos para disponer de un estadio que permita celebrar próximamente aquí un torneo caribeño.
PEQUEÑA HISTORIA
La Serie Mundial de las Pequeñas Ligas comenzó en 1947, aunque sus primeras ediciones eran solo con equipos estadounidenses. Luego se expandieron a Canadá, México, Europa y Asia.
El primer campeón fuera de las fronteras de Estados Unidos fue México (1957), país de Latinoamérica que más corona ostenta (3), una más que Venezuela. El otro de nuestra región con un oro es Curazao (2004), subcampeón el año pasado al caer en la final ante el equipo de Hawái.
Desde los orígenes del evento, selecciones estadounidenses acumulan 38 cetros por 37 las representantes internacionales. Taipéi de China (17) y Japón (11) lideran al resto del mundo en coronas.
El evento se organiza dividiendo a los equipos estadounidenses de los del resto del mundo, de forma tal que hay un campeón de cada parte, que solo se enfrentan en el último juego por el título.
Pero los organizadores no solo piensan en el torneo competitivo, crean un programa que promueve intercambios entre los equipos, incluso en las áreas de descanso.
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