//

viernes, 22 de noviembre de 2024

Sindicatos mostrarán su músculo el primer día de mayo

Aunque el neoliberalismo hirió a los sindicatos no fue de muerte, pues junto a los movimientos sociales son la fuerza política más importante de América Latina...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 27/04/2022
0 comentarios
Manifestación-Chile
Los sindicatos y movimientos sociales en Chile dieron un ejemplo de coraje al exigir durante meses la salida del mandatario de derecha Sebastián Piñera y una nueva Constitución.

Aunque sin extinguirse, el movimiento obrero a nivel mundial tuvo una etapa de retroceso con el auge del neoliberalismo, las dictaduras militares, y los planes del imperialismo mundial de quebrar la fuerza de la clase obrera, demostrada durante siglos. Ahora, ya se manifiesta en América Latina el poderío de los sindicatos y los movimientos sociales en las nuevas exigencias del siglo XXI.

Muchos años transcurrieron desde que el movimiento obrero ganó el suficiente poderío como para enfrentarse a la explotación humana resultante de la industrialización, en especial en el Reino Unido. La lucha por la mejoría de las condiciones de trabajo, mejores salarios y otras demandas se expresaron en discusiones bilaterales, pero la calle fue aliada principal de las protestas.

En la actualidad, y en casi todo el orbe, los trabajadores vuelven a las batallas diarias ante la dura realidad impuesta por ese sistema económico que se identifica con los regímenes derechistas.

Uno de los principales objetivos del neoliberalismo es la disminución del Estado y la privatización de las principales empresas o recursos naturales de los países. Por tanto, las oligarquías nacionales y foráneas se enriquecen en estos negocios, mientras los trabajadores, y los ejemplos sobran, cada día ven reducidos sus salarios, crece la tercerización del empleo, y la reducción de los presupuestos locales impide mayores facturas en sectores como la educación y la salud, entre otros derechos sociales.

El escenario estructural es diferente a los años en que el movimiento obrero era en la práctica el único valladar protector de millones de seres humanos.

CAMBIO DE ÉPOCA

Si se toman como ejemplo dos polos geográficos separados por miles de kilómetros —América Latina y Europa— en los 22 años de este siglo pueden observarse formas de luchas muy parecidas y solidarias entre sí. Las centrales sindicales existentes, salvo alguna excepción, ya no reclaman en solitario sino acompañadas por nuevos protagonistas de las reivindicaciones: los movimientos sociales y el activismo político, algo casi inexistente hace un siglo.

Cuando se analiza el crecimiento, desarrollo y casi desaparición del movimiento obrero en el siglo XX hay que considerar el plan imperialista —léase Estados Unidos (EE.UU.) y Reino Unido—, donde dos de sus principales líderes, el presidente Ronald Reagan y la primera ministra, Margaret Thatcher, respectivamente, pretendieron en los años 80 del pasado siglo la desaparición de esas organizaciones.

Gobiernos afines al pensamiento neoliberal, sin la contraparte sindical, dejaron en orfandad a miles de millones de personas dependientes de un empleo. Los índices de despido y pobreza se dispararon. Los pobres lo fueron más y las personas adineradas vieron crecer sus bolsillos.

En síntesis: los cambios económicos, sociales y políticos generados por el neoliberalismo y la globalización, junto con el colapso del bloque socialista, no solo redujeron la importancia del movimiento sindical en América Latina, —como en otras partes del planeta— sino que también pusieron en jaque ciertas prácticas y concepciones tradicionales.

Las organizaciones que comenzaron tempranamente un proceso de renovación fueron las que mejor resistieron los vientos de esa nueva y peor época. El caso paradigmático fue el novo sindicalismo brasileño, el mismo que más tarde derivó en la creación de la Central Única de los Trabajadores (CUT), hoy la más importante de América Latina. Este tipo de sindicalismo se formó, liderado por el obrero metalúrgico y dos veces presidente del país, Luiz Inacio Lula da Silva, con una nueva identidad de izquierda sindical.

Algunas centrales sindicales poseen un fuerte peso político, especialmente en algunos países de América del Sur. Y, aunque con algunas diferencias en la práctica, en general tienen en común una tradición combativa y una relación con la izquierda política.

En ese sentido, el actual presidente de la CUT de Brasil, Sergio Nobre, defendió en Venezuela la necesidad de mantener la unidad y solidaridad de la clase obrera en América Latina, durante una reciente visita a ese país.

“La unidad y el intercambio de experiencias entre todos los trabajadores latinoamericanos, a través de sus legítimos representantes, es muy importante para el movimiento sindical y la región”, afirmó Nobre en su visita a Caracas, citado por el portal de noticias Rede Brasil Atual.

“Tenemos luchas similares en defensa de los derechos de la clase trabajadora, de la democracia y de la soberanía nacional”, precisó, en el subcontinente.

Aunque de manera todavía informal, hay una potenciación y unidad que va consolidando un eje único sindical en la región.

NUEVOS ACTORES DE LUCHA

En las dos últimas décadas, tanto en Europa como en Latinoamérica, surgieron nuevas acciones de lucha contra el neoliberalismo y sus representantes.

Otros actores se unieron a los tradicionales sindicatos, ya en un proceso de recuperación organizativo, entre ellos los movimientos ecologistas o feministas, el nuevo indigenismo globalizado como el de Chiapas, en México, Ecuador y parte de Bolivia; los caceroleros y piqueteros de Argentina durante el régimen de Mauricio Macri, los estudiantes de Chile, los maestros de Ecuador.

Si en Francia surgieron los llamados chalecos amarillos para plantarle cara al gobierno en demanda de derechos de los trabajadores y en Alemania eran masivas las protestas contra el destrozo del clima, Latinoamérica, en ese mismo lapso, también tuvo momentos de grandes explosiones sociales.

En un rápido proceso político, después de la desaparición de las dictaduras militares que introdujeron el neoliberalismo en Suramérica, desde 1999 hasta más de una década después —Cuba siempre fue la excepción en este tipo de acciones luego del triunfo revolucionario de 1959— gobiernos progresistas asumieron el control de la región y luego la derecha ocupó de nuevo importantes liderazgos nacionales.

Sin embargo, la tradicional lucha de los gremios junto a los factores que han ido surgiendo en estos años devinieron los principales enemigos para quienes representaban a la Casa Blanca en la región e imponían sus discursos.

Las lecciones aprendidas en esta segunda oleada progresismo-derecha-progresismo permitió el fortalecimiento colectivo de las masas que retornan al colectivismo y fortalecen el rol sindical.

Es imposible detener la unidad fomentada entre los liderazgos locales. Cada día son más las personas que se movilizan junto a sus centrales obreras y sus organizaciones sociales en reclamo de cambios estructurales de sus sociedades, como en Chile, con su Convención Constituyente.

Chile dio el ejemplo, seguido por otras naciones suramericanas. Millares de personas, en especial jóvenes, estuvieron meses protestando en las calles. Santiago de Chile cambió su fisonomía y se convirtió en el campo de una batalla que duró meses. Al final de la primera década de este siglo la lucha fue por una educación digna y gratuita. Hace tres años, las exigencias fueron otras, además de la renuncia del presidente Sebastián Piñera, las calles planteaban una nueva Constitución Nacional sin tintes capitalistas ni autoritarismo.

En este último quinquenio, como expresión de las nuevas formas de enfrentamiento a los regímenes derechistas, las centrales sindicales se han unido a los movimientos sociales en un gran frente de dimensión regional.

Millones de latinoamericanos tomaron las vías en un alto número de países contra la mala gobernanza en la detención de la pandemia de la COVID-19.

Sin sistemas de salud organizados, los neoliberales no tuvieron medios para enfrentar la enfermedad, que cobró más de un millón de vidas en Latinoamérica.

La lucha continúa, no solo por la situación creada por la pandemia, que desnudó la imposibilidad neoliberal de enfrentar una enfermedad de tal magnitud. Al reducir los presupuestos estatales en sectores sociales, el Estado resultó inoperante en los dos últimos años.

Este año, en febrero pasado, sindicalistas de Haití rechazaron la propuesta de aumento salarial por considerarla insuficiente, y anunciaron que retomarán las manifestaciones periódicas para reclamar sueldos justos.

Honduras fue centro de grandes movilizaciones contra la corrupción del presidente Luis Orlando Hernández, extraditado hace una semana a EE.UU. donde será juzgado por robo del erario público, entre otros cargos.

Maestros de diversas provincias de Ecuador desarrollaron hace poco tiempo una jornada de protesta para exigir el respeto y cumplimiento de sus derechos mediante la implementación de la Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI). Las movilizaciones se efectuaron en al menos 17 de las 24 provincias de ese territorio suramericano. Otras organizaciones sociales como la Federación de Estudiantes Secundarios, el Frente Unitario de Trabajadores y la Confederación de Nacionalidades Indígenas apoyaron al magisterio.

En el área latinoamericana hay grandes e importantes centrales sindicales, seguidas por los trabajadores y otros grupos sociales, como la de Cuba (CTC), la Central Unitaria y la Central de Trabajadores de Chile, los sindicatos y sus federaciones en Honduras, el Plenario Intersindical de Trabajadores-Convención Nacional de Trabajadores (PIT–CNT) de Uruguay y la Central Obrera de Bolivia (COB), únicas en sus respectivos países, la Central Única de Trabajadores (CUT) de Colombia y la Confederación General de Trabajadores de Perú (CGTP).

La vida demuestra que los sindicatos fueron heridos, pero no de muerte, por el neoliberalismo. Su resurgir, resultados, y la unidad continental cada vez más visible, promete el logro de conquistas en entendimiento con el progresismo.

El fallido neoliberalismo en su área económica también lo ha sido en el del movimiento obrero, ese que primer día del mayo retornará a las calles, como es tradicional, a apoyar el progresismo en numerosos países y a protestar, en otros, por las injusticias que todavía se cometen contra la clase obrera; esa, la que hace mover al planeta.


Compartir

Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


Deja tu comentario

Condición de protección de datos