Bernie Sanders, el aspirante a la candidatura presidencial demócrata que se convirtió en líder de una inédita tendencia ciudadana dentro de los Estados Unidos en los últimos tiempos, acaba de renunciar a mantenerse en la lid y cede todo el espacio a su contrario Joe Biden para que enfrente a Donald Trump en unos comicios en ciernes por la pandemia de la Covid-19.
Para los observadores, esta fue tal vez la última oportunidad del septuagenario senador en sus intenciones de convertirse en mandatario de la primera potencia capitalista, criterio fundado en su avanzada edad, su estado de salud, y las enormes barreras que ha debido y debería vencer en su carrera política.
Tal vez él mismo comprendió esta realidad, cuando al presentar su renuncia a la campaña actual manifestó que al menos bajo su empeño se ha creado una conciencia diferente entre muchos sectores poblacionales norteamericanos acerca de los males de un país apabullado por los intereses de las clases pudientes y con una enorme deuda social con su pueblo.
Hasta los titulados sectores moderados demócratas, que desaprobaban muchas de las propuestas de Sanders, y ahora desde la tranquilidad de saberlo eliminado de la puja, comienzan a coquetear con algunos de sus hitos programáticos por aquello de sumar tras Biden a los seguidores de la llamada tendencia socialista-democrática.
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Pero lo cierto es que Sanders fue y seguirá siendo impasable por muchas razones.
La primera, aupar un programa que habla de eliminar las abultadas deudas de los alumnos universitarios para cursar sus estudios, asistir a los más desfavorecidos, reordenar la inequitativa distribución de la riqueza, proteger el medio ambiente y dar acceso libre a la salud pública con calidad a todos los ciudadanos, medida esta última que sin dudas hubiese aplacado la pandemia de Covid-19 de la que los Estados Unidos es hoy el epicentro mundial.
Por otro lado, y como sucedió cuatro años atrás cuando Hillary Clinton fue nominada por los demócratas para caer finalmente ante Donald Trump, la alta jefatura del partido azul ya había dictado otra vez por estos días que Bernie Sanders no podía ser electo en las primarias partidistas, y que Joe Biden debía ser el candidato “moderado” capaz de no alterar la dinámica presidencial estadounidense que privilegia cambios de maquillaje, pero sin alterar los contenidos.
En pocas palabras, un presidente de imagen diferente, pero fiel en aquello de custodiar los intereses y aspiraciones de los grandes consorcios locales.
Y como tapa al pomo, en contra de Sanders irrumpió en la realidad mundial y nacional la virulenta pandemia de la Covid-19, que en plenas primarias partidistas le obligó, en razón de clasificar en el grupo humano de alto riesgo, a enclaustrarse en su vivienda, cesar en consecuencia su actividad proselitista, y perder más posibilidades frente a Joe Biden y finalmente ante un Donald Trump que, pese a su incompetencia para proteger a la nación y a su conciudadanos de los azotes del nuevo coronavirus, no deja de asaltar por estos días los espacios televisivos en el interés de presentarse como el gran adalid nacional en su ambición por repetirse en la Casa Blanca.
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Para Sanders quede entonces el consuelo de haber renovado ideas en un medio local severamente hostil y haber expuesto nuevamente a la vista las realidades del tramposo sistema político gringo… y adiós al sueño de poder llegar alguna vez a la Oficina Oval.
Javier Hernández Fernández
16/4/20 18:23
Adios Bernie Sanders es mi idolo.
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