Lo único que me acercaba a él era su página de Facebook. Por eso cuando noté que el botón verde de su chat estaba activo le pedí una entrevista. Periodísticamente hablando, me resultaba interesante conversar con el reportero cubano que en estos momentos da cobertura a la terrible guerra que intenta destrozar, poco a poco, a Siria. Luego supe también que era el único corresponsal de Occidente acreditado en ese país.
Enseguida asintió y armé a la carrera un cuestionario. Cuando se lo envié, me respondió que no me preocupara, respondería lo más pronto posible pero en ese momento estaba de salida: “me cogiste en la puerta, iba a comprar maíz, que se me antojó hacer frituras”.
Entonces supe que entrevistar a Miguel Fernández Martínez, corresponsal de la agencia de noticias Prensa Latina (PL), sería un recorrido interesantísimo entre los senderos personales de un hombre que visita los frentes de combate, entrevista a mercenarios del grupo terrorista Estado Islámico, recorre los escenarios de Las mil y una noche, vive justo al frente del monte Qasium, el lugar donde supuestamente Caín mató a su hermano Abel, y de vez en cuando “mata” los antojos que le crecieron en una Isla tan lejana.
Me cuenta que es el sexto corresponsal que PL envía a Siria, desde que comenzó la crisis en 2011. “En teoría, debí relevar al tercer compañero que estuvo aquí, en septiembre de 2013, por lo que estaba alertado del viaje. Pero pasó algo curioso. Aunque cada corresponsal o enviado especial conoce de antemano sus coberturas asignadas en el exterior, hay un viejo hábito de anunciarlo oficialmente a través de un contacto diario que tiene la presidencia de la agencia con todas las redacciones”.
“A mediados de junio de 2013, cuando estaba prácticamente listo para relevar en Damasco, llego un día a mi redacción y cuando abro mi correo electrónico, leo sorprendido que fue designado otro compañero. Inmediatamente fui a la oficina del vicepresidente de Información y le pedí me explicara las razones de la sustitución. Se limitó a mirarme y comenzó a reírse, diciéndome que era la primera vez en sus más de 35 años de trabajo en PL que alguien le reclamaba ir a un lugar en conflicto. Medio sorprendido aún, le dije que no reclamaba, pero que como casi siempre las sustituciones tenían que ver con problemas de trabajo, quería se me explicaran las razones y es cuando me entero que había sido designado para cumplir otra tarea en El Salvador. Por eso te dije que esta fue una misión anunciada mucho antes que se produjera, pues aunque sabía que vendría desde mediados de 2013, viajé aquí en febrero de 2015.
—¿Habías estado antes en Siria o en un lugar parecido?
—Es mi primera vez en esta región del mundo. Mis coberturas anteriores fueron en América Latina y Estados Unidos. Si hay algún punto común con otras tareas durante mi carrera profesional, es el tema del terrorismo. He lidiado con terroristas en otros lugares del mundo, sin turbantes y que hablan español.
—¿Conocías el país o tuviste que estudiarlo?
—La preparación previa es una rutina de cualquiera de nosotros y, por supuesto, la opción de visitar un país por primera vez, con un idioma y cultura diferentes, impone una preparación que debe ser lo más general posible. Es la única manera que tienes para poder comprender los fenómenos que encontrarás en el camino. Pero por mucho que leí, desde textos de historia y geografía hasta análisis políticos y despachos cablegráficos, empecé a desentrañar la madeja en las calles de Damasco, en el roce diario con sus habitantes, en el día a día de la guerra. Lidiar con la gente, subirte a un taxi, perderte en el maremágnum humano de un zoco en la parte antigua de la ciudad, quitarte los zapatos para entrar a una mezquita o recorrer las calles de los viejos barrios cristianos, es lo que te hace ver con más claridad lo que hay a tu alrededor.
—Ante tanta mentira sobre Siria ¿cómo te planteas el reto de ser el único corresponsal de occidente acreditado en ese país?
—Ese es quizás el reto más complicado y difícil de esta cobertura, porque además de periodistas, somos testigos excepcionales de lo que aquí ocurre. A este país vienen corresponsales de varios lugares del mundo, pero apenas están una semana o 10 días. No he conocido a ninguno que haya estado más tiempo. Entonces, además de corresponsales de una agencia de prensa como Prensa Latina, nos convertimos en referentes, en fuente directa de este conflicto. Eso, por supuesto, impone un apego a la verdad y a la honestidad periodística que muchas veces no es bien mirado por algunos medios que forman parte de la campaña mediática desatada contra este país y que manipulan constantemente la información. También tiene sus ventajas, pues tu espectro de análisis es mucho mayor. Aquí he entrevistado a ministros, asesores presidenciales, líderes políticos y religiosos, generales y soldados, gente de a pie y hasta mercenarios capturados en combate.
—Te persiguen las entrevistas, en los últimos días varios medios han solicitado tu opinión. ¿Será que causa admiración que un periodista cubano se mantenga reportando desde allí?
—Sí, no pensé convertirme de cazador en presa de la curiosidad ajena. No es habitual que un periodista conceda entrevistas, más bien las hace, pero esta tuya, por ejemplo, es la quinta entrevista que respondo.
Por una parte, pienso que estas propuestas se sustentan en lo que ya te había dicho, en la excepcionalidad de ser testigo del conflicto, de verlo y sentirlo por dentro, de la exclusividad que pueden aportar tus opiniones, de estar aquí todos los días. También incide la credibilidad del medio que representas, pues Prensa Latina es uno de los medios alternativos de noticias, en el concierto de los grandes emporios informativos, más respetables, leídos y consultados en todos los rincones del mundo.
—¿Son esas entrevistas otra forma de luchar contra el muro que se interpone entre el mundo y la verdadera Siria?
—Por supuesto, a veces las normas de redacción de tu medio te limitan a hacer un resumen de determinados hechos que merecen ser tratados con amplitud y te quedas con deseos de decir, de explicar. Lo que sucede en Siria no es en blanco y negro, hay demasiados matices, demasiada gente involucrada, muchos intereses geopolíticos y, sobre todo, un deseo enorme de destruir este país a toda costa. Estamos ante una guerra de Cuarta Generación, como la califican los estrategas del Pentágono estadounidense, donde se emplean todos los recursos imaginables para conseguir propósitos específicos.
Los grandes círculos de poder están ensayando aquí una guerra asimétrica, sucia, terrorista, de desgaste, que lleva implícita una campaña de propaganda bien diseñada, para satanizar al gobierno y al pueblo de este país árabe que se ha caracterizado por muchos años por su resistencia ante los mandatos de las potencias occidentales. Pienso que hay una urgencia por alertar al mundo de lo que aquí sucede. Advertir hasta dónde llega la manipulación y la falacia de los grandes medios, y si para eso sirven las entrevistas, bienvenidas sean.
—¿Qué diferencia existe entre el periodista que hace un documental como “El Principito, un mito salvadoreño” y el que reporta los horrores del terrorismo en Siria? ¿Cómo es posible tal camuflaje?
—Te devolvería la pregunta –a fin de cuentas somos colegas-. ¿Cómo puedes compartir con tus amigos las diarias sorpresas que te da Carmencita, contarnos sus travesuras y ocurrencias, y a la vez escribir las desgarradoras páginas de un libro como el “El infierno de este mundo, terremoto en Haití”?
No hay diferencias. En ambos casos se demanda ese extra de sensibilidad que todos los seres humanos llevamos dentro, la necesidad de decir, de llamar la atención alrededor de algo que nos resulta trascendental.
Cuando estaba en El Salvador, me agobiaban las extensas jornadas que debía cubrir diariamente, pues mi cobertura era a las elecciones presidenciales. Descubrir historias como la del Principito y la relación de amor entre su autor, Antoine de Saint Exupery y una dama salvadoreña, me hizo sacar un extra para no perder esa historia esperanzadora.
Aquí sucede igual, solo que desde un ángulo más sombrío. Hace poco entrevisté a cuatro mercenarios extranjeros, miembros del grupo terrorista Estado Islámico, y dos de ellos están acusados de provocar la muerte a más de 300 personas. Cuando salí de la prisión donde están, sentí necesidad de cerrar los ojos y olvidar, pero inmediatamente recordé que mi tarea más importante es contar eso, para que la gente sepa hasta donde llega el sadismo de los verdugos de este pueblo.
—Tienes una activa página en Facebook, con muchos seguidores de tus vivencias en Siria, la mayoría además de elogiar tu trabajo, tu valentía, te piden que te cuides ¿Cómo cumples con ese pedido?
—Las redes sociales son sorprendentes pues, cuando menos lo esperas, recibes apoyo o críticas de algo que compartes, incluso de personas que jamás has visto personalmente. Pienso que soy un afortunado, pues entre los más de tres mil 200 amigos virtuales que tengo en Facebook, hay muchos que me aportan buenas “vibras” a mi trabajo y en particular a mi estancia aquí.
La frase “cuídate mucho” es recurrente en cada post o en cada nota que pongo, y te percatas que la gente aprueba lo que haces, te apoya, te inspira y sobre todo, te alienta seguir haciéndolo lo mejor que puedas. Soy un periodista y mi compromiso es con mis lectores. A ellos me debo y para ellos trato de ser creíble, pero sobre todo honesto. Pero de todos modos me cuido en lo personal, hasta donde me lo permiten los límites de la guerra. Lo que nunca haré es evadir mi responsabilidad de informar, bajo la circunstancia que sea.
—¿Cómo es un día normal de trabajo tuyo allí?
—Estoy en un país que soporta una guerra desde hace más de cuatro años y sufro como cualquier sirio de a pie los resultados de este conflicto. La mayor parte de las veces no puedo ajustarme a rutinas preestablecidas porque cuando menos lo esperan, cortan la energía eléctrica, te quedas sin baterías en la computadora o sencillamente el ruido de los aviones de combate o los estruendos de la artillería no te permite hacer tu trabajo.
Así que eso te dejará imaginar que lo mismo redacto de noche, de madrugada o de día, según las disponibilidades y alterno mis horas de sueño de acuerdo al trabajo. También voy descubriendo este país a cada minuto. No olvides que tengo el lujo de estar en la ciudad habitada más antigua del mundo, un lugar que es cuna de varias civilizaciones y lleno de historias en cada rincón.
Siempre le digo a mis amigos que aquí lo mismo caminas sobre calles empedradas con más de 3 mil años de construidas, que te apoyas a descansar en una columna que data del Imperio Romano. Lo que nunca dejo de hacer, es mirar a través de la ventana de mi apartamento, hacia el monte Qasium, que me queda justo frente a mi edificio, un lugar donde supuestamente Caín mató a su hermano Abel, según las Sagradas Escrituras cristianas. ¿Te imaginas?
—¿Cómo te las arreglas con el idioma?
—En el trabajo me ayuda Fady Marouf, un joven sirio que estudió en Cuba, en Santa Clara. Es un enamorado de Cuba. Siempre ha estado junto a los corresponsales de PL desde 2011. Aquí es funcionario del Ministerio de Información. Los demás lo logro a través del lenguaje universal de las señas, además de un poco de inglés y las palabras árabes que se van aprendiendo. Ya sé decir marbajá, que es dar la bienvenida, saludar, y hasta pedir shawarma que es un exquisito sándwich de pollo hecho con pan árabe....
—¿Qué dicen los sirios sobre Cuba, acaso nos conocen?
—Más de lo que yo imaginaba y esa fue una de mis mayores sorpresas, descubrir aquí el amor que sienten los sirios hacia nuestra querida Cuba. Lo mismo jóvenes que viejos, cuando se enteran que soy cubano, se ponen la mano en la cabeza –una muestra de respeto- y mencionan inmediatamente dos nombres: Fidel Castro y Che Guevara. Ojalá nuestro Comandante en Jefe supiera cuánto lo admiran los sirios y con qué respeto se refieren a él. Cada vez que tengo un contacto de alto nivel, mis entrevistados dedican los primeros minutos a agradecer la presencia de un cubano en Siria, algo que asumen como un acto de genuina solidaridad, teniendo en cuenta el largo historial de resistencia del pueblo cubano.
—¿Tienes alguna anécdota que no se te olvidará contar nunca cuando hables de tu paso por Siria?
—Te contaría muchas pero me limitaré a narrarte la que más me estremeció hasta hoy. Durante una visita a una zona de combate conocida aquí como el triángulo Daraa-Quneitra-Damasco, compartí junto a otros colegas en las trincheras donde estaban los soldados sirios, extenuados después de la pelea, oliendo a pólvora, barbudos y llenos de barro.
En ese momento estaban distribuyendo la ración de comida de campaña, uno de los combatientes se me aproximó y en un enrevesado inglés me preguntó que de dónde era. Cuando le dije que era cubano, partió su ración de pan árabe y me brindó una mitad, gesto que rechacé con delicadeza. El curtido soldado sonrió e insistió en su ofrecimiento. “Compartir mi comida con un cubano me dará suerte, porque ustedes tienen fama de ser buenos guerreros”, me dijo. Tomé el pedazo de pan, emocionado y orgulloso, no por mí, sino por el reconocimiento que ese combatiente hacía a mi pueblo. Eso jamás lo olvidaré.
—¿Cómo lidias con el horror, con el dolor de los niños, de las madres, de los combatientes?
—Con mucha firmeza. Siempre antepongo mis obligaciones profesionales a cualquier otro sentimiento, aunque los reprima. Cuando converso con los sirios, cada uno tiene su propia historia llena de dolores y tristezas. Hace poco entrevisté a la madre de un teniente coronel caído en combate y aun cuando medía mis preguntas para evitar provocarle más dolor a su espíritu, la señora me mostró su orgullo por el acto heroico de su hijo y por tener tres hijos más en los frentes de combate contra los terroristas. He visto jóvenes mutilados, ciegos, marcados para el resto de sus vidas por esta guerra injusta, pero lo que más me impulsa a seguir es la esperanza de este pueblo, porque la guerra acabe de una vez y vuelva la paz.
—¿Sueñas con Cuba?
—Todos los días. Cuba vive debajo de mi piel y estar aquí y conocer esta realidad, me da más fuerzas para defender lo que tenemos y lo que hemos alcanzado en estos 56 años de Revolución.
—¿Ya lograste poner a Siria en tu corazón?
—Siria ya forma parte de mi vida y espero regresar aquí cuando vuelva la paz. Es un país hermoso, lleno de misterios y mitos. Pero la mayor riqueza que tiene esta tierra es su pueblo, formado por gente noble, hospitalaria y soñadora. Nunca pensé que visitaría los escenarios de Las mil y una noche árabes –mi libro preferido de la infancia-, que pisaría las mismas piedras que jeques, califas y emires que salieron a conquistar al mundo, y que sería testigo de una de las guerras más crueles que haya conocido la historia de la Humanidad.
Esas memorias, quiero que queden en un libro que escribiré alguna vez, sobre estas tierras del Oriente. Será mi mejor homenaje a este pueblo.
ester
1/8/15 23:21
Creo que es un ejempplo de humanidad y valentia, propio del pueblo cubano, formado es su resistencia contra la injusticia y el bloqueo impuesto por el imperio durante muchos años, saludos a traves de ustedes al pueblo sirio.
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qbano
30/7/15 12:31
muy buen trabjo gracias! ojala y los periodistas cubanos publicaran así sobre nuestras realidades internas!
alina
30/7/15 12:07
Casi nunca se lee una entrevista con un periodista reportero de guerra. Gracias a esta entrevista que por casualidad encontré en este sitio conocí de Miguel, ahora lo conozco y lo admiro y le deseo mucha suerte en su trabajo. Hace falta que esto llegue a los medios nacionales que puede leer la gente que no tiene Internet para que sepan que no solo los grandes medios de comunicación ienen corresponsales en zonas de conflictos bélicos sino que también hay periodistas y fotoreporteros cubanos, gracias a Miguel y a Leticia por informarnos.
Ernesto Martínez
30/7/15 10:10
Leticia siempre nos sorprendes, ese es tu periodismo, nunca lo abandones, un beso
Leticia
30/7/15 10:30
Muchas gracias a todos por los comentarios, a Cubahora por el espacio que siempre me reserva y a Miguel por la delicadeza con la que asumió esta emtrevista.
Miguel
2/8/15 18:08
La perenne curiosidad de Leticia, su "olfato" periodístico, pero sobre todo su enorme capacidad de adentrarse en el espíritu humano, me hizo concederle esta entrevista. Gracias Letty, por compartir con todos esta experiencia enriquecedora, por ser una más de los que luchamos a diario por el mejoramiento humano. Gracias.
eduardo
24/7/15 12:49
Migue, cuidate mucho y un abrazo.peña
Miguel
2/8/15 18:10
Gracias Peña, me cuido porque La Habana me espera como siempre, con sus brazos abiertos, y porque todavía quedan muchas historias por contar. Un abrazo
José Manual Valido Rodríguez
22/7/15 14:51
Magnífica entrevista de Leticia y geniales las respuestas de Miguel...Es una suerte para PL contar con un corresponsal como el Migue en Siria...es todo un profesional y sobre todo un gran ser humano...todos los trabajos que publica desde ese país, los cuales realiza como comprenderán en muy difíciles condiciones, son de excelente factura...es un privilegio ser su amigo y le deseo la mejor de las suertes en esa misión...en Facebook y por email siempre lo alerto de que se cuide mucho.
Miguel
2/8/15 18:04
Valido, también para mi un honor ser tu amigo, venimos de la vieja escuela, de la trinchera, del polvo y del compromiso. Un abrazo grande.
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