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martes, 24 de diciembre de 2024

Notas sobre el reparto (I)

No es una apología, sino mi  aporte  a un debate necesario…

José Ángel Téllez Villalón
en Exclusivo 21/11/2024
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“No es un problema de género artístico, el problema siempre será lo que promuevan en términos de valores”: Díaz-Canel en el  X Congreso de la UNEAC.
“No es un problema de género artístico, el problema siempre será lo que promuevan en términos de valores”: Díaz-Canel en el X Congreso de la UNEAC.

Esto no es una apología al reparto. Más bien, pretendo inaugurar otros acercamientos al subgénero urbano, que complementen los que ya he venido realizando, y aportar así a un debate cada vez más necesario, menos elitista y más consciente de la complejidad que analizamos.  

Lo hago motivado por una polémica sostenida el domingo pasado con mi cuñado y un amigo en común y por las pertinentes reflexiones que hiciera al respecto nuestro Presidente Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez durante su intervención en el X Congreso de la UNEAC, realizado recientemente.

En el conclave de los “escritores, artistas y creadores de la Patria”, el  también Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, se plantó sobre esas “expresiones de menosprecio o subestimación desde posiciones a veces elitistas” que nos impiden aquilatar el fenómeno, sentir-pensar todas sus aristas. “Estamos, planteó el mandatario- ante un fenómeno cultural que trasciende los gustos sedimentados durante décadas por su fuerte componente y alcance social”.

Abordamos y reflexionamos sobre comportamientos orientados y condicionados por subjetividades. Donde un proceso de semiotización, de creación o reproducción de sentidos, se conjuga con otro, que lo neutraliza o acelera según el medio ambiente en que discurre, por los gradientes en que circula, por las derivaciones sucesivas- y también rizomáticas- de procesos causales y condicionantes.

Nuestro archipiélago musical, ni está aislado del resto del mundo, ni se ha detenido en lo que fue. Las variables identitarias, que nos colocan en este globo cambiante, son muchos más que tres; ni es lineal la ecuación que describe nuestro movimiento por el  océano musical que heredamos, del que tomamos distingos y parecidos, con los que ser cubanos y humanos. Como añadió Díaz-Canel: “Desde esas expresiones culturales, que transitan principalmente desde la música, se están generando ideas, valores, concepciones de vida, señales de cambio de paradigmas culturales que no podemos ignorar ni desatender.

“Insisto en lo que dije en el Congreso anterior y he repetido en reiteradas ocasiones: no es un problema de género artístico, el problema siempre será lo que promuevan en términos de valores. Pero estando ausentes del fenómeno, manteniéndonos al margen, no lograremos jamás influir en sus creaciones ni sumarlos a la política cultural de la Revolución Cubana, destacó el Presidente.

Cierta élite, como ciertos conciudadanos en la vanguardia artística o en cargos institucionales, pronosticaron la rápida extinción del reggaetón cubano; confiados en el peso de sus falencias, en el rechazo que podría provocar sus letras tan vulgares, como por lo repetitivo y cansón que le “sonaba”. Y esto, según sus propios patrones éticos y estéticos, evidentemente no compartidos por grandes masas de nuestros jóvenes. Masas sin sus criterios y sus gustos, sin sus rigurosos filtros y vivencias, pero tan de nuestra sociedad y de su responsabilidad como los que se  cultivan dentro de un espectro musical más diverso y enriquecedor.

Muchos achacan su prevalencia a la crisis de valores que sufrimos, al “desastre” de la educación familiar e institucional, y  estiman que de resolverse lo anterior, al recuperarse el nivel cultural de años anteriores, con una cobertura docente al 100 por ciento y un mayor nivel cultural y pedagógico de nuestros maestros y profesores, se conseguirá extirparlo, como un mal coyuntural.

Ciertamente, será siempre una responsabilidad de las instituciones docentes y culturales de nuestro país, instruir y construir gustos, defender nuestro más autóctono patrimonio musical, asegurar un mayor caudal de signos y experiencias sonoras, acercar a las comunidades, por todas las vías posibles y con la  mayor variedad de expresiones musicales y soluciones estéticas, lo más secular del pluriverso sonoro que ha parido este planeta, de cultivar receptores menos masificados y adoradores, con mayor capacidad de “inteligir” las propuestas artísticas que se le ofrecen, con capacidad y voluntad de frenar los excesos  y el facilismo, de los que abusan demasiados exponentes del reparto.

Reconocemos que el reparto es un producto y a la vez reproductor de una “cultura de mosaico”, donde predomina el pensamiento asociativo sobre el pensamiento lógico o racional. Inmersos en este sustrato, los consumidores son seducidos más que convencidos. Se les mueve a estados mentales y conductas que interesan a los persuasores, se movilizan sus emociones mediante una profusión de estereotipos y metáforas conceptuales. Un estrecho pasillo que deja “adentro”  solo un conjunto de esquemas interpretativos y determinados aspectos de significación personal y cultural. Otros quedan “fuera”, inutilizados para la emancipación y la descolonización de los sujetos, para valorarse a sí mismos y percibir toda violentan física y simbólica contra ellos mimos.

Pero “al  césar lo que es del césar” y al reparto lo que lo hace persistir, consumirse y esparcirse como el nuevo género popular y bailable, lo que lo hace, irremediablemente, más de nuestra gente y de nuestra cultura, moléstele a quien le moleste, e ignórelo quien lo ignore. Eso que, junto al poderoso impulso globalizador que abrieron y sustentan las imperialistas industrias culturales, lo ha vuelto un fenómeno cultural de gran impacto.

Desde la arrogancia y el desprecio no podríamos acicalar sus dotes, ni su híbrida vitalidad, más allá de sus letras soeces y su  mimetismo. Como tampoco valorar la “continuidad” que recalca de un impulso “otro”, percutido, rítmico, africano, que contrasta con lo que ha sido considerado “clásico” y “culto” hasta hoy, que es lo europeo y lo “occidental”, lo que han dictado las elites que centralizan la colonización cultural de la que somos objetos.

No “botemos al sofá”, ni “tiremos al niño con el agua sucia”. El reparto se constituye en la banda sonora de los identificados como “repas” y muchos más, cada vez más entre nuestros hijos, nietos, vecinos, entre nuestros pioneros y estudiantes de la FEEM y la FEU, entre los choferes de los dirigentes del MINCULT y los líderes de la UNEAC... Aunque, ni aun siendo menos, los deberíamos desechar, abandonar en el libertinaje y en el mercantilismo, sujetados a intereses extraños, a los cálculos de los mandamases de los grandes emporios y de los oficiales de las fuerzas especiales del Imperio, los que los prefieren más vulgares y claramente “barbaros”, estúpidos y menos virtuosos, más entrenados a compulsiones con menos incentivos o latigazos emotivos, más dominados  y dóciles, mas  consumidores que ciudadanos.

Nuestro género urbano informa de un potencial histórico que persiste, de nuestra capacidad de “aplatanar” cualquier influjo foráneo. Desde estudios improvisados o  más sofisticados, productores autodidactas o graduados en el ISA, cacharreando en softwares craqueados o adquiridos legalmente, se ha aportado al género urbano masificado por la Industria, una frescura y energía potencial que ya volaran desde otros lares o intereses empresariales. Que ya explotan  empresarios extranjeros y que operan aquí, al margen de la política cultural instituida. 


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José Ángel Téllez Villalón

Periodista cultural


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