El gobierno de Estados Unidos (EE. UU.), organizador de la IX Cumbre de las Américas, intentó de nuevo marcar su territorio en América Latina y el Caribe, con el mensaje de “yo invito al que quiera”, sin contar con que varios gobiernos exigen la presencia de todos los países de la región en la cita de California, lo cual hace temblar el piso de la Casa Blanca.
Con su habitual prepotencia, el gobierno del presidente Joseph Biden trata de excluir de la Cumbre a tres países que comulgan ideologías y sistemas diferentes al capitalismo: Cuba, Venezuela y Nicaragua, a los que tilda de comunistas, dictaduras y otros epítetos, en tanto los acosa con medidas unilaterales para tratar de frenar el desarrollo normal de la vida ciudadana.
El anciano mandatario y sus asesores, cuyas mentes están permeadas de las mentiras que repiten para tratar de desprestigiar a esas tres naciones, pensaron que podían celebrar la cita a su manera, aun cuando la agenda oficial toca de cerca temas sensibles en los que Cuba, por ejemplo, podría informar de sus experiencias positivas en el control de la pandemia de COVID-19.
A semanas del inicio del cónclave —del 8 al 10 de junio próximo— el panorama no parece favorecer a los norteamericanos, pues una Cumbre incompleta por parte de los anfitriones resultaría un fracaso. De hecho, ya se anotó el primero, y es la digna postura de varios gobernantes que anunciaron no viajarán a California, con alto número de emigrantes latinoamericanos y caribeños.
El aldabonazo lo dio México en la voz de su presidente Andrés Manuel López Obrador (también conocido como AMLO por el acrónimo de su nombre) cuando anunció ante la prensa que no asistiría a la reunión si había exclusión de algún país.
¡Todos! ¡Todos!, enfatizó AMLO para esclarecer la posición de su país sobre la exclusión de miembros sobresalientes de la geopolítica regional, que a pesar de la sostenida hostilidad de los norteños sobreviven y se desarrollan en su quehacer diario. En el caso específico de Cuba, es el único miembro del hemisferio en crear y producir tres vacunas certificadas contra la pandemia de la COVID-19, por lo que cualquier discusión sobre el tema sin su presencia resultaría nula.
Igual posición mantiene el presidente de Bolivia, Luis Arce, quien también desdeñó la cita, en la que se tratará también —según programa oficial— temas migratorios y sobre la democracia.
La mandataria hondureña Xiomara Castro, por su parte, mencionó que todavía no decidió si estará presente o no en California, pero la idea, precisó, no me entusiasma.
Los presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador, de Bolivia, Luis Arce (en la foto), mas el guatemalteco Alejandro Giammattei y el brasileño Jair Bolsonaro avisaron que no asistirán a la cita californiana por distintas razones. (Tomada de La Razón).
El presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, informó esta semana su inasistencia en respuesta a las críticas que EE. UU. realizó sobre su decisión de reelegir a la fiscal general, Consuelo Porras, a la que Washington critica por su supuesta falta de compromiso en el combate a la corrupción.
“Ya les mandé a decir que no voy a ir”, afirmó el dignatario, en alusión al pretexto de la diplomacia norteamericana que aún no envió las invitaciones a los jefes de Estado y/o gobierno con eventual presencia en California, lo cual, según analistas, es una mentira pues, para esta fecha, los organizadores del evento debían tener la relación de los visitantes. Presente en un evento de la embajada mexicana en Ciudad de Guatemala, Giammattei dijo a la concurrencia: …a este país se le respeta, se le respeta la soberanía”.
Acostumbrado a replicar cualquier atisbo de contradicción con su política, Ned Price, vocero del Departamento de Estado estadounidense, dijo que la reelección de Porras es “un paso atrás para la democracia” guatemalteca.
Nicaragua, una de las naciones vetadas por Washington, precisó que no le interesa la IX Cumbre, según adelantó su presidente Daniel Ortega, a quien EE. UU. califica de dictador mientras oculta los marcados éxitos de la Revolución Sandinista.
El diario mexicano La Jornada informó en su tirada de este viernes que son 25 las naciones —de los 35 de la región— que cuestionan la Cumbre, lo cual no significa que dejarán vacíos sus asientos californianos, pues seguramente primarán intereses de política interna y exterior del convocante sobre el resto del hemisferio.
Aunque por razones diferentes, tampoco asistirá el brasileño Jair Bolsonaro, en tanto el argentino Alberto Fernández y el chileno Gabriel Boric ponen peros aunque al parecer asistirían, aclara La Jornada.
Observadores internacionales indican que sin la presencia de Brasil y México, dos naciones decisorias en Latinoamérica, desde ahora puede decirse que la IX Cumbre devendrá un revés para Biden, de visita en Asia, en su afán de contrarrestar lo que llama “influencia nociva de China y Rusia en ese continente”.
Aunque en los últimos días el gobierno estadounidense hizo guiños de flexibilización limitada de sus sanciones a Cuba y Venezuela para dar la imagen de que está cambiando su política hacia esos países, el efecto que buscaba sobre su proceder sigue siendo negativo.
Biden no suelta el garrote, y de esclarecer el asunto se han encargado varios miembros de su régimen, que busca mantener el neocolonialismo en la región latinoamericana, con más de 600 millones de habitantes, y donde el dignatario demócrata intenta continuar con la repudiada Doctrina Monroe, asumida en 1823 por EE. UU., entonces gobernado por James Monroe, y cuyo espíritu se resume en la frase “América para los americanos”.
Esa política encaminada a apoderarse de las naciones latinoamericanas y caribeñas fue adoptada durante las luchas emancipadoras de numerosas antiguas colonias de Europa, que los estadounidenses querían para sí. Distintas administraciones norteamericanas intervinieron en las guerras de liberación cuando ya estaban ganadas por los patriotas locales —como es el caso de Cuba—, brindándose como garante de las nacientes seudorepúblicas.
Considerada el anuncio del futuro imperialismo norteño, esa política tomaría importancia en la definición de las relaciones internacionales de EE. UU. y el resto del continente. La idea de que América Latina es el “patio trasero” de EE. UU. se fundamenta en gran medida en el pensamiento de Monroe.
Con esos criterios injerencistas, el siglo XX fue testigo de numerosas intervenciones militares estadounidenses en América Latina y el manejo para su conveniencia de las presidencias nacionales de varios Estados, Haití entre ellos, en más de una ocasión.
En 1880 se añadió un primer corolario a la Doctrina Monroe, que estimaba al Caribe y Centroamérica como parte de la “esfera de influencia exclusiva” de Washington. Así lo enunció el entonces presidente Rutherford Birchard Hayes (1877-1881), añadiendo que para evitar la injerencia de imperialismos europeos en América, su nación debía ejercer el control exclusivo de cualquier canal interoceánico que se construyese.
La primera dama de EE. UU. Jill Biden realiza una gira por Ecuador, Panamá y Costa Rica, donde tratará sobre la IV Cumbre, entre otros asuntos. (Tomada de Impacto Latino).
Es así como, posteriormente, se sentiría legitimado para adueñarse legalmente del canal de Panamá, cuya construcción había sido abandonada en 1888. Además, impedían el acceso comercial de Europa al Caribe y Centroamérica, manteniendo su monopolio comercial con dichas zonas.
Otro resultado de la doctrina fue impuesto en 1904 por el entonces dignatario estadounidense Theodore Roosevelt, a raíz del bloqueo naval que sufrió Venezuela entre 1902 y 1903 por los imperios británico, alemán y el Reino de Italia, que exigían el pago inmediato de deudas contraídas por el gobierno del entonces presidente de la nación suramericana Cipriano Castro.
Actuando como mediador que nada tenía de imparcial, Roosevelt anunció que establecía el derecho de intervenir en el resto de los países americanos para reordenar el Estado o devolver las garantías de funcionamiento a sus empresas e intereses en el lugar. Es decir, que la naciente potencia se dio permiso a sí misma para disponer de los otros países violentando su soberanía y autogestión.
Con tales criterios, que mantiene vigentes para Latinoamérica y el Caribe, criticados por gobiernos progresistas y revolucionarios de la región, EE. UU. considera que tiene potestad para administrar la región a su conveniencia. Aunque dirigida supuestamente a proteger a la región de las ambiciones europeas, sin embargo, la Casa Blanca apoyó en 1982 al Viejo Continente durante la guerra por las islas Malvinas, reclamadas por Argentina.
Es notable que las administraciones estadounidenses del siglo XX y XXI interpretaran que más que América para los americanos, es América para los estadounidenses, y si alguien tiene dudas ahí está la exclusión de Biden, como anfitrión de la IX Cumbre, a tres naciones soberanas.
Paralela a la cita oficial se realiza la Cumbre de los Pueblos, que reúne a representantes de la sociedad civil, pero ya EE. UU. advirtió que negó el visado a los participantes cubanos, entre ellos la notable científica Tania Crombet, así como otros intelectuales, artistas y estudiantes.
Mientras su esposa Jill realiza una gira por Centroamérica, que analistas identifican como enviada especial del mandatario para tratar de convencer a los Gobiernos del próximo encuentro, hay un notable intercambio de llamadas telefónicas de alto nivel, videoconferencias, envío de mensajes, y mucho más, pero sin pronunciamientos oficiales.
Aún se desconoce la decisión final de Biden sobre la reiterada petición de inclusión en la IX Cumbre, pero tal como afirmó el mandatario mexicano “son cuestiones muy complejas, porque son cambios de políticas viejas que datan de más de dos siglos y que se alentaron con la guerra fría”, una etapa supuestamente superada, pero aún visible en el pensamiento colonialista de los dirigentes estadounidenses.
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