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martes, 26 de noviembre de 2024

Otra vez el mito de la biblioteca y la isla desierta

Toda biblioteca es un sitio de conspiraciones, en el cual se cuecen las maravillas de la libertad...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 25/10/2023
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Jorge Luis Borges
Jorge Luis Borges imaginó una biblioteca de bibliotecas en la cual cabría toda posibilidad humana. Un anticipo del universo que se abre ante nosotros con la digitalización de la vida.

Jorge Luis Borges vio en la biblioteca ese espacio mágico y de mitos en el cual la humanidad toma un sentido de sí misma. No se trataba solo de lo físico, del olor a papel y de la textura de las hojas, sino de la presencia metafísica de una entidad que posee autoconciencia. De tal forma que para el argentino se trataba de dibujar más allá de lo consabido el universo que se desconoce.

En varios de sus textos se expone la posibilidad de una biblioteca universal, especie de suma teológica en la cual convivimos todos y en donde el tiempo y el espacio quedan interrumpidos. ¿Se estaba refiriendo el autor a internet, a las nuevas tecnologías que digitalizaron la sabiduría y la colocan hoy al servicio de cualquiera solo mediante una búsqueda superficial a través de un algoritmo?

Lo que se ha logrado en materia de informatización pudiera parecerle a un escritor del siglo pasado la más loca de las utopías e incluso de las distopías.

Las bibliotecas terrenales (no la que soñara Borges) son variaciones de la memoria de la gente, registros incompletos siempre de las obras que el ser humano ha ido dejando a la vera de su devenir.

Llevar todo al formato digital pasa por las mediaciones de la recepción del mercado. ¿Cómo pudiéramos decidir cuáles libros son imprescindibles y cuáles no? La pregunta sobre qué obras llevamos a una isla desierta nos vuelve a desvelar. En la biblioteca ideal de Borges todas las huellas bibliográficas están, e incluso existe un libro de libros que nos recoge a todos y cuyas páginas son siempre infinitas. En teoría internet debería ser eso, una imagen total y amable de lo que somos y lo que soñamos ser.

Pero una vez más hay que señalar que existe una construcción de poder, una pauta que se determina por fuera de los intereses de los artistas o de los científicos y que tiene que ver con la apropiación de la riqueza y, en este caso, de la sabiduría de los siglos.

 

No todos los libros están accesibles en la web, de hecho, se han creado mecanismos para que sea mediante pago y en muchas ocasiones las bibliotecas establecen permisos especiales para que las personas deban pasar un filtro antes de adentrarse en los estantes virtuales.

 

Todo el que sabe cómo funciona el poder en cualquiera de sus manifestaciones, da fe de que el pensamiento atraviesa miles de escollos para poder emanciparse. Toda biblioteca es un sitio de conspiraciones, en el cual se cuecen las maravillas de la libertad entre los entuertos de textos teóricos y del alucinante mundo de la ficción y de la poesía.

 

Quien construye un universo lo hace para contraponerlo a la realidad alienante y hosca que le ha tocado. Por ello, lo de la isla desierta tiene ese sabor a nuevo, a renacimiento y génesis. Empezar en un sirio virgen presupone que las ideas que aparezcan serán las que funden la civilización y establezcan una pauta de poder. O sea, toda una gran oportunidad para los seres humanos de hacer las cosas bien.

 

De alguna manera, la biblioteca es para Borges esa isla. Somos los Robinson Crusoe de esta era en la cual en lugar de navegar hemos naufragado en una corriente demasiado rápida del consumo.

 

Un crítico de arte decía en uno de los espacios donde he estado últimamente que la semiótica y el estructuralismo francés, las teorías del discurso, eran muy útiles antes de que se establecieran las redes sociales. Coincidí, pues en la nueva manera de comunicación no puede hablarse de una estructura coherente del lenguaje, ya que el propio tiempo en su naturaleza cambiante destruye, tritura, cualquier organicidad.

 

Lo que hay que establecer a la hora de analizar el comportamiento del arte y de la literatura en este siglo no es la estructura, sino la carencia de la misma. No hay relatos e interpretaciones, sino la post verdad y la confusión que se derivan de la inexistencia de un paradigma. No hay fijeza y cuando se da un atisbo de ello, se pierde casi de inmediato sin que se pueda percibir su esencia.
 

Las bibliotecas digitales de alguna forma están sujetas a esta corriente de consumo y no podemos decir que puedan escaparse a través de los mecanismos exquisitos descritos por Borges, pues no hay forma de habitar lo que carece de una estructura. Un hogar sin techos, ni paredes, ni suelo simplemente no existe.

 

¿Está impactado el conocimiento por las relaciones de clases de este siglo? Desde luego, esa siempre fue una huella de la cultura, pero en esta centuria todo lo que era sólido se está desvaneciendo e incluso en el caso de los estamentos y las jerarquías. Ello no quiere decir que la desigualdad desaparezca, al contrario, se acentúa.

 

Pero la deslocalización del mercado y el flujo de capitales, la recepción no centrada en un sujeto, sino destruida a partir de las redes sociales; son pautas que contaminan el suceso de la cultura y que hacen del componente de clase algo que se mezcla con las mediaciones hasta ser otra cosa. Definir el panorama actual es perentorio, pero no fácil, hay que hallar muchas cosas que mientras se descubren dejan de ser importantes.

 

Las jerarquías varían en cuestiones de segundos y lo que ahora está a unos pocos centímetros de distancia pudiera desaparecer o mutar completamente. En este mundo, no solo se está cuestionando el concepto de clases sociales, sino el de humano, ya que con las nuevas visiones tecnológicas se puede crear un habitáculo en el cual se modifique para siempre lo que entendemos como tal.

 

En el universo paralelo o la Mátrix tendremos incorporado todo lo que somos, seremos entidades ontológicas o sea seres de sentido pleno. Esto se acerca mucho a lo que teológicamente ha soñado la gente por milenios. En todo caso, la modificación de la naturaleza o transhumanismo posee hondas relaciones con lo que ocurriría si se da una total digitalización. No solo los libros, sino nosotros, con todo ello dentro de lo que entendemos como corporeidad.

 

Y en esa meta se está concentrando el esfuerzo de los científicos, en ese confín en el cual todo se desdibuja. ¿Cómo será entonces a esa altura la post verdad, habrá a fin de cuentas una verdad? Es muy complejo lo que se está planteando y amerita más que unas líneas de reflexión. Lo que el hombre y la mujer llegarán a ser en ese paralelismo ya definitorio no es otra cosa que un avatar eterno de sí mismos, en el cual, a pesar de la disposición de textos y de la construcción ideal a base de algoritmos, habrá una disposición de estamentos de poder en la cual no seremos todos iguales, sino que unos accederán a lo más codiciado y otros quedarán en la periferia.
 

La dantesca visión del futuro parece por ahora una noticia disparatada o una novela ciberpunk, pero es la forma en la cual la biblioteca digital se comporta y la dirección que adoptan sus constructores. Si Borges viviera estaría entre fascinado y temeroso. Su esencia tímida no le daría para asumir toda la rapidez y la destrucción propias de las redes sociales, su carácter en ocasiones callado y hosco tendría dificultades para dibujar un ensayo o poema acerca de la condición del hombre atrapado en el habitáculo de la ciberidentidad.

 

Pero la cercanía con la imagen de los círculos infernales o con el mito de la caverna de Platón haría que el autor se extasiara. Más allá de una total digitalización del conocimiento, los tiempos que corren nos trituran, nos devoran y luego expulsan los restos y cadáveres de una condición en crisis.

Esa estructura que carece de sentido y que desaparece no bien la vemos reside en la esencia perdida de una humanidad que tendrá que buscar su sitio en la biblioteca o elegir qué libros se lleva a la isla desierta. Todo acto de civilización es uno de deconstrucción en el cual se discriminan determinados textos y tipologías de pensamiento. Nada de extraño hay en el asunto.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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