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lunes, 18 de noviembre de 2024

FIART en La Cabaña: ¿a favor o en contra?

Una vez dentro de La Cabaña cualquiera podía percatarse de que no existe una infraestructura adecuada para acoger las muestras expositivas y los productos en venta...

Maya Ivonne Quiroga Paneque en Exclusivo 26/12/2018
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En su exterior, La Cabaña es un lugar espacioso, con áreas abiertas para el disfrute familiar por donde se puede caminar libremente. (Laura Alonso Hernández / Cubahora)

Cada mes de diciembre cientos de personas nacionales y foráneas interesadas en adquirir objetos utilitarios, muebles, calzados, entre otros productos, visitan la Feria Internacional de Artesanía (FIART) que organiza el Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC).

En su edición XXII, la feria se dedicó a México, como país invitado de honor, al mueble como manifestación artesanal y a la provincia de Villa Clara. Por eso, a la entrada del reciento ferial se pudo apreciar un trabajo de plaza alegórico a las Parrandas de Remedios, festividades de carácter patrimonial.

Por tercera vez en su historia, FIART se realizó en la Fortaleza San Carlos de la Cabaña, muy alejada de su locación habitual, el recinto ferial Pabexpo. En ocasiones anteriores, el Comité Organizador ha ponderado las virtudes de la Cabaña como un espacio propicio para conciertos, presentaciones de artistas, eventos teóricos y otras actividades que le otorgaban un valor agregado a la feria comercial.

Debido a la cercanía de la Fortaleza con municipios capitalinos como Centro Habana y la Habana Vieja, esta vez los pobladores de esas localidades, alejadas de Pabexpo, pudieron acudir a la prestigiosa feria capitalina.

Algo muy positivo para los habitantes de otras localidades fue la presencia de algunos ómnibus metropolitanos que tenían como punto de partida la calle Monte, en las inmediaciones del Paseo del Prado, y llegaban hasta cerca de La Cabaña, aunque la población desconocía los horarios de partida y arribo.

Una vez en los predios de La Cabaña, los asistentes se encontraban con el habitual panorama ya señalado por esta reportera durante la pasada Feria del Libro. En todo el largo trayecto, la señalética alusiva a La Cabaña brillaba por su ausencia y solo un pequeño bosquecillo que corre casi paralelo a la carretera principal ofrecía algo de sombra. El resto del camino está marcado por la presencia de la yerba marchita y quemada.

Existen varias extensiones de tierra inutilizadas donde no se divisa ningún tipo de diseño ni de intervención paisajística, ni contenedores de basura, menos aún de bancos que inviten al reposo, ni paradas techadas para los ómnibus que recogen a los pasajeros.

Todo parece obra de la improvisación en un espacio que pudiera ser tomado por arquitectos y diseñadores ahora que La Habana se acerca a su cumpleaños 500. Para ello deben existir equipos multidisciplinarios o grupos de expertos capaces de evaluar las necesidades de la población, en cuanto a mobiliario urbano, apeaderos y carteles informativos, sin olvidar las regulaciones urbanísticas y la protección del medio ambiente.

Más cerca de La Cabaña se encuentran los quioscos destinados a la venta de productos comestibles y bebidas sin alcohol. Hay pocos contenedores de basura y algunos baños portátiles que, por suerte, estaban limpiando uno de los días de mi visita a la feria.

Casi al lado del parqueo comenzaba el peregrinar para poder adquirir las entradas que permiten el acceso a la feria. Por cierto, unos metros más adelante, por otra área del parqueo, se podía encontrar un punto de venta de entradas donde no había aglomeración de personas, pero el público desconocía la existencia del mismo.

Una vez dentro de La Cabaña cualquiera podía percatarse de que no existe una infraestructura adecuada para acoger las muestras expositivas y los productos en venta. Problemas con las señaléticas que identifican los diferentes stands y poca organización dentro de los mismos, son dos de los aspectos señalados como los más negativos.

El público asistente no tenía otra alternativa que recorrer cada rincón sin saber dónde encontrar lo que estaba buscando. Dentro de las bóvedas apenas había espacio para transitar. No se ha realizado un estudio de los flujos de circulación y por ello unos entraban y otros salían a la misma vez. El calor era insoportable a pesar de la presencia de un pequeño frente frío en la capital.

Solamente el espacio destinado a los muebles pareció un remanso de paz y allí se pudo apreciar una gran variedad de propuestas que destacaban por su calidad, sin dudas, un mérito que no podemos negarles a los artistas de esa manifestación artesanal que cada día alcanza un superior desarrollo en la Mayor de las Antillas.

En su exterior, La Cabaña es un lugar espacioso, con áreas abiertas para el disfrute familiar por donde se puede caminar libremente, quizás hasta practicar el senderismo, pero a la vez resulta incómodo e inhóspito, más aún en días lluviosos cuando se convierte en un lodazal. Así sucedió con los stands colocados en carpas al aire libre. Frente a algunos de ellos se acumuló el fango y había que caminar literalmente sobre unas tablas improvisadas para saber qué se comercializaba allí.

Que conste: no soy defensora a ultranza de Pabexpo. También está ubicado en un lugar distante y no se refuerza el transporte para llegar a la feria. Ese recinto en ocasiones resulta pequeño pues cada año son más los creadores interesados en participar en FIART. Pero al menos en Pabexpo cada manifestación artística está agrupada de manera más coherente, por ejemplo: calzados, vestuario y bisutería están muy cercanos entre sí. Pabexpo está bien climatizado, las bóvedas de la Cabaña no.

Quizá la solución a FIART pudiera estar en ese futuro Centro Cultural que se construirá en las inmediaciones de las calles Línea y 18, en el Vedado habanero, por iniciativa de la arquitecta Vilma Bartolomé como parte de la venidera Bienal de La Habana, pero no está en nuestras manos tomar ese tipo de decisiones.

Lo cierto es que quienes visitaron por estos días la Cabaña se encontraron con 337 stands, 89 de ellos de expositores extranjeros de 19 países, y otros correspondientes a 220 artesanos nacionales.

Al decir de Mercy Correa Piñero, vicepresidenta de FIART, esta fue la feria más grande en cuanto a participación extranjera y nacional. Con ella concluyeron los festejos por el aniversario 40 del FCBC.

Esperamos que para futuras ediciones de la cita algunas de nuestras sugerencias sean tomadas en consideración.


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Maya Ivonne Quiroga Paneque

Periodista, locutora, guionista y directora de radio y televisión

Se han publicado 2 comentarios


Yudi
 26/12/18 11:04

Muy acertado su artículo, fui uno de esos día donde entraba un frente frio y el calor era agobiante hasta faltaba la respiración de tantas personas en algunos de los estrechos pasillos por donde transitan las personas. La feria debería ser en un lugar amplio que el molote (como se dice en buen cubano) no estorbe que se vea lo que hay en el otro mostrador. No pude recorrerla toda porque como no sabía dónde estaban las cosas, pues medio que me perdí. Pero no todo es malo, se pudo notar que participaron más países y artesanos foráneos. Esperemos que para la próxima esté mejor organizada. Me gustaría para la próxima que esté organizada por productos, para el que busca una cosa en específico pueda sin perdida ir a comprarla y no tener que mirar cada rincón de la Feria. Lo digo porque he visitado muchas de sus ediciones.

Ana Virginia González
 26/12/18 10:53

Totalmente de acuerdo con usted.La ausencia de una señalética adecuada trajo de la mano "la chapucería ", cartones improvisados por los vendedores a la entrada de los cubículos, me pregunto si esto se hubiera podido evitar, una feria " para el arte " con muestras de chapucería a la vista.

Espero se busque un lugar adecuado.

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