Tras iniciarse la Primera Ocupación Militar Norteamericana en la Isla el 1ro de enero de 1899, se abría para el campesinado cubano una nueva etapa de lucha que culminaría con el triunfo revolucionario del 1ro de enero de 1959.
En este lapso de tiempo que abarcó 60 años, la usurpación de sus tierras fue una constante que tuvieron que enfrentar por parte de las compañías extranjeras y latifundistas domésticos, quienes actuaban con el beneplácito de los distintos gobiernos de turnos, llegando a cometer todo tipo de atropellos contra los hijos del campo cubano.
La intransigencia mambisa estuvo presente en el marco de las luchas campesinas por la pertenencia de las tierras en los primeros 30 años de la República Neocolonial, principalmente en la región oriental de Cuba donde la tradición combativa tenía mayor arraigo en el país.
Especial atención mereció la resistencia armada encabezada por Lino de las Mercedes Álvarez en el Realengo 18, la cual convirtió a este paraje aislado y prácticamente desconocido de nuestra geografía nacional, en el más alto exponente de las luchas campesinas en el período republicano.
Desde la década de los años veinte, latifundistas domésticos y compañías extranjeras, habían trazado su propósito de expropiar las tierras del Realengo 18.
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Aspiraban a desmontar sus montes para aprovechar sus recursos maderables y fomentar la plantación de azúcar.
Los intentos de usurpación en este periodo fueron estériles. Se estrellaron contra la insubordinación de los habitantes de esa región, quienes fueron respaldados dignamente por el Consejo de Veteranos de Guantánamo.
Una vez consumada la traición de Fulgencio Batista (En alianza con el embajador estadounidense Jefferson Caffery) contra el Gobierno Provisional en enero de 1934, se instauró el Gobierno de Concentración Nacional. En el cual los desalojos campesinos ganarían notoriedad nuevamente a manos de compañías foráneas y oligarcas nacionales, como en periodos anteriores contaron con el respaldo de la temible Guardia Rural, la cual desde su génesis, fue un instrumento para dividir a los cubanos y se convirtió en un azote represivo cuyo amargo recuerdo aún perdura en algunos habitantes de la Cuba actual.
Para el mes de julio del año 1934, daba por concluido el derecho que venía ejerciendo el Estado como administrador del citado Realengo.
Se puso en vigor la Resolución dictada el 25 de marzo de 1932 por el Tribunal Supremo, lo que significaba un triunfo de los capitales extranjeros en complicidad con la turbia administración republicana siempre a favor de las oligarquías nacionales, y los advenedizos en detrimento de los hijos de los campos de Cuba.
Una vez agotadas las vías pacíficas en defensa de las familias establecidas en el Realengo 18 como los legítimos propietarios de las tierras en disputa.
Lino Álvarez llevó a cabo la movilización de los hombres para hacer valer sus derechos por la vía de las armas, los cuales no solo actuaron en defensa de sus posesiones, asumieron la protección de las zonas aledañas al citado realengo, las cuales también se encontraban bajo amenaza.
Los enfrentamientos armados se desarrollaron desde agosto de 1934 al mes de noviembre del propio año.
Lino Álvarez conocedor del arte militar irregular, logró convertir a sus hombres en guerrilleros y con el empleo de esta táctica propinaron derrotas tras derrotas a las tropas enemigas que invadieron su terruño.
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De nada sirvieron las incesantes amenazas realizadas por Batista de un mayor empleo de la fuerza militar, ni las ofertas monetarias para tratar de comprar su desmovilización, "Tierra o Sangre" era la convicción, del veterano mambí.
Los enfrentamientos armados ocurridos en el Realengo 18, no pudieron ser silenciados por el gobierno, las fuentes documentales ubican al Diario de la Marina, como el primer órgano en difundir la noticia con repercusión nacional.
Lógicamente hiperbolizando la realidad de las causas a favor de los usurpadores y defendía el empleo de la fuerza militar para reducir a la obediencia a los sediciosos campesinos de ese paraje del Alto Oriente cubano.
Ante esta situación, Pablo de la Torriente Brau se trasladó al lugar de los sucesos con la intención de desmentir las noticias manipuladas por la prensa reaccionaria.
En sus crónicas afirmó: (…) De los labios del propio Lino Álvarez recogí la historia íntegra de las luchas por la posesión del Realengo 18; su aporte personal a las mismas; el relato de las celadas que le han tendido; (…) el deseo ferviente de ellos de acogerse a la justicia y a la decisión final de hacerse la justicia ellos mismos, porque como dice él mismo, con maravillosa certeza, ellos no le deben esa tierra más que al Estado y el Estado son ellos.
Fidel Castro dejó constancia en varias ocasiones sobre las enseñanzas que obtuvo tras su lectura de los pasajes descritos por Pablo de la Torriente Brau, los cuales en gran medida, fueron puestos en práctica en la lucha guerrillera contra la tiranía de Batista.
En emotivo discurso pronunciado en la provincia de Guantánamo, el 26 de julio de 1985, explicaba: …aprendí bastante de esos escritos... ¡Cuánto me ayudó después, cuando se nos presentó la tarea de cómo resistir, luchar y derrotar a un ejército, aquella frase de Pablo de la Torriente Brau, de que en esas montañas un hombre con un fusil podía detener un ejército! Y fueron proféticas sus palabras.
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El Partido Comunista de Cuba rápidamente dio pasos para auxiliar a los campesinos en su justa lucha, enviando delegados para asesorar políticamente a su dirigencia.
Realizando propaganda política a favor de los realenguistas y acopiando armas, las cuales se hicieron llegar de manera clandestina al Realengo 18. Se establecía así una alianza entre la clase obrera y el campesinado, contra un enemigo de clase en común.
A pesar del empleo de diversos elementos de guerra por parte de las fuerzas de la reacción, entre ellos el uso de la aviación como factor disuasivo.
El régimen no pudo reducir a los bravos campesinos, se había subvalorado la capacidad organizativa y combativa de los hombres de Lino Álvarez.
El Gobierno de Concentración Nacional tuvo que replantear su estrategia de "Deslinde o Sangre", temeroso de que surgieran nuevos focos de resistencia organizada en otros puntos del país, optó por llegar a un consenso con los realenguistas.
El 11 de noviembre de 1934 en la localidad de La Lima se firmó un acta, entre los campesinos en armas y una representación del Gobierno de Concentración Nacional, donde se recogían una serie de condiciones exigidas por este campesinado a las autoridades, las cuales virtualmente derrotadas aceptaron.
Este hecho constituyó una victoria política–militar contra la opresión protagonizada por los latifundistas y geófagos.
Sus protagonistas fueron personas criadas en condiciones de humildad y libres de prejuicios raciales, quizás sin la suficiente instrucción académica o sin ninguna, pero con toda la dignidad y valor para defender su terruño, su gente y la patria.
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