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viernes, 22 de noviembre de 2024

Carmen: la pasión en flamenco (+Fotos)

El reestreno de Carmen por el Ballet Español de Cuba denota un arduo trabajo en el diseño de coreografía y en los conceptos de dramaturgia...

Ada María Oramas Ezquerro en Exclusivo 07/03/2014
1 comentarios
Carmen. ballet Español de Cuba
Carmen, por el Ballet Español de Cuba.

EL IMPERIO DE LA PASIÓN

Con idas y venidas exitosas a la escena cubana, en lo sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana y, en los últimos tiempos, en la Avellaneda del Teatro Nacional, el montaje de Carmen denota un arduo trabajo en el diseño de coreografía, en los conceptos de dramaturgia, la aplicación de la semiótica en el diseño de luces y un trazado de los personajes con intensidades que propician el imperio de la pasión.

Quienes presenciamos su estreno en la Lorca, el 19 de septiembre de 1998, recordamos que no era todavía una obra para una noche y que presentaba personajes y argumento dibujados sin el delineado a profundidad que ahora caracterizan su puesta en escena.

Desde ese día, en que la novela de Prosper Mérimée fue traducida al flamenco, constituyó una sensación.

Eduardo Veitía ha ido profundizando en el conflicto de la cigarrera sevillana, como director y coreógrafo — con su experiencia del don José por más de quince años— y en los personajes que la rodean, en sus dos amores, y le ha otorgado connotaciones dramáticas aplicadas al danzar, guisando los palos del flamenco que le otorgan el sentido requerido por la trama y la música, que alude y se alimenta de la línea melódica de la habanera de George Bizet y de la música compuesta por Pablo Sarasate, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Viena.

TRES ROSTROS DE UNA CARMEN GITANA

El rol titular femenino fue interpretado por dos primeras bailarinas —Leslie Ung y Graciela Santana— y por una estudiante de la unidad docente adscrita a la compañía Ailién Puerto. Cada una mostró los rasgos representativos del personaje, proyectados en estilos diferentes, pero guardando la fidelidad a su gestualidad y danzar.

Cada una de las funciones mostró una Carmen genuina, pero diferente en su proyección escénica, aun cuando las tres se atuvieron a las códigos bocetados en el entramado danzario, que propicia posibilidades de un retrato diferente a esta mujer de tan fogoso temperamento.

Leslie Ung sabe conferirle un halo de poesía con evocaciones lorquianas, porque lo gitano de Federico coincide con lo trágico de esta historia, con un danzar siempre acorde a los ritmos o palos del flamenco que calzan cada una de las escenas.

Ailién Puerto, en su debut en tan contrastante personaje, denotó audacia con seguridad en su recreación danzaria de la Carmen en las escenas clave de la obra.

Graciela Santana confirió una fuerza telúrica a su baile, no solo en gestualidad y ejecución, sino también en el manejo de su falda, que parecía huracanada en los accesos de furia y en su tempestad de pasiones.

TODO UN COLECTIVO EN FUNCIÓN DE LA PUESTA

Lograr que no existan antagonismos ni rupturas en el transcurso de la obra, cuyas escenas principales responden a las pautas del flamenco en sus palos o ritmos coincidentes con las escenas que marcan y perfilan la esencia del argumento, es todo un reto.

Retratar esos momentos a través de los aires de la música es uno de los secretos de este título, al conciliar tango y bulerías para arropar la pelea en la tabaquería, la soleá como fuente de energía musical para el enfrentamiento entre el torero y el toro, el solo de Carmen por tientos; la soleá en la variación de Don José; mientras, el momento más trágico, comienza por alegría y se va por tango.

Los bailarines/intérpretes incorporaron sus personajes, algunos con mayor brillantez que otros, como Henry Carballosa, en un don José logrado a plenitud, con total interiorización, que llegó a su clímax en un final que colmado de tragicidad. También convincentes fue Daniel Martínez, espléndido como partenaire, con Leslie Ung y Ricardo Quintana, en apasionado danzar con Ailién Puerto.

Una revelación como el toro logró Rachel Escalona, alumna de la unidad docente, que se agigantó en escena y estuvo cercana a la impetuosidad de Graciela Santana en aquella criatura bestial que enfrentó al torero.

Una puesta que denotó una labor ardua y definitoria de una estética que sostiene con sello propio el Ballet Español de Cuba, tanto en el flamenco como en la danza clásica y regional, al crear una escuela del género en nuestra cultura.

 


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Ada María Oramas Ezquerro

De larga trayectoria en el periodismo cultural. Premio de Oro, del Gran Teatro de La Habana y Miembro de la sección de la Asociación de Artistas Escénicas de la UNEAC

Se han publicado 1 comentarios


Michelle
 7/3/14 8:57

El Ballet de Cuba es genial!!!

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