El primer Partido Comunista de Cuba fue el abrazo de dos siglos y de dos generaciones, representadas por Carlos Baliño (77 años) y líder estudiantil Julio Antonio Mella (22). Significó la confluencia entre dos “movimientos antisistémicos” en la Cuba de inicio del siglo XX, entre las aspiraciones “nacionales” y las “sociales”; la concurrencia e integración de ideas europeas con ideas ya cubanas; la unión entre los revolucionarios que lucharon contra la colonia española, por un estado nacional soberano, y los que comenzaban a pelear para fortalecer las luchas de clases dentro de la republica mediatizada, en contra de la burguesía.
Esta última tendencia ya se había asomado en la “guerra necesaria” organizada por José Martí, una revolución política y un movimiento de liberación nacional liderado por vez primera por un Partido, el Partido Revolucionario Cubano. De ello era consciente el propio Delegado y se lo había hecho saber a su compañero de luchas Carlos Baliño: “Revolución no es la que vamos a hacer en la manigua, sino la que vamos a realizar en la República”, cual refirió Julio Antonio Mella en su Glosas al pensamiento de José Martí.
Un enlazamiento de ideas y aspiraciones del que habló el Comandante en Jefe Fidel Castro en la velada solemne por el 50 aniversario de la fundación del primer Partido Comunista de Cuba, el 22 de agosto de 1975. Parte de su tesis de que “nuestra Revolución constituye parte de un mismo proceso desde 1868 hasta el presente”. Una histórica lucha que comprendió la “lucha por la independencia y la lucha por la revolución social”; la defensa “de las ideas de la independencia frente al poder colonial español y frente a los autonomistas” y de “las hermosas ideas y aspiraciones de la revolución social. En tal sentido, recalca un hecho de mucha trascendencia: “Los luchadores por la revolución social estaban indisolublemente unidos a los luchadores por la independencia de la patria”.
“Cada una de estas aspiraciones tuvo un momento culminante, afirma desde el teatro "Lázaro Peña" y mientras se preparaba el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, el forjado en abril de 1961. Si la aspiración a la independencia tuvo sus momentos culminantes en 1868 y en 1895, de igual relieve histórico es el 16 de agosto de 1925, cuando tras la aspiración de la revolución social surge el primer Partido Comunista de Cuba”.
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Aquel “momento culminante” de abrazo de revoluciones, de ideas y aspiraciones, tuvo lugar, bajo estrictas medidas de clandestinidad, en una casona de Calzada, la número 81, en cuyas ruinas se erigiera más tarde el Teatro Hubert de Blanck; en una urbanización de gente adinerada del Vedado capitalino, el último lugar donde la policía podía esperar que se efectuara.
El Comandante en Jefe Fidel Castro en la velada solemne por el 50 aniversario de la fundación del primer Partido Comunista de Cuba, el 22 de agosto de 1975. (Tomado de Fidel soldado de las ideas)
El Congreso fundacional había sido convocado desde Camaguey, el 6 de agosto de ese mismo año, antes de la clausura del Tercer Congreso Obrero Nacional; con el siguiente Orden del Día: Discusión y aprobación de credenciales, Informe del Comité Ejecutivo de la Agrupación Comunista de la Habana, Informe de los delegados de las Agrupaciones Comunistas del interior, Proposición y resolución sobre el reconocimiento de las Agrupaciones a la Tercera Internacional, Proposición y resolución sobre la organización y estructura que debe adoptar el Partido Comunista Cubano, Proposiciones y resolución sobre el proyecto de estatutos, Proposiciones y resolución sobre la táctica: cuestión sindical, cuestión campesina, trabajo dentro de las organizaciones de masas, cuestión electoral, movimiento femenino, prensa del partido, Proposiciones y resolución sobre la Juventud Comunista, Nombramiento de Comités Central y Regional y Clausura del Congreso.
La convocatoria del Comité Ejecutivo de las Agrupaciones Comunistas de Cuba fijaba el encuentro entre los días 16 y el 20 del mismo mes, pero sesionó en solo dos días, ante la hostilidad del aparato represivo del régimen del recién elegido presidente Gerardo Machado que ese mismo mes comenzó su vasto expediente de crímenes políticos, con el asesinato del periodista Armando André y del obrero comunista Tomás Grant. El Congreso terminó el 17 de agosto a las siete de la noche.
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El número de participantes en estas históricas sesiones, incluidos los invitados, no llegó a 20, hombres de diversas generaciones, obreros e intelectuales, en su mayoría cubanos, más tres polacos, un español radicado en Cuba y un mexicano enviado para asesorarlos.
Según el acta recogida, fueron recibidas las credenciales de los siguientes delegados: Enrique Flores Magón, del Partido Comunista Mexicano (Sección de la Internacional Comunista), Alejandro Barreiro y Julio A. Mella y Carlos Baliño, como Delegados de la Agrupación Comunista de La Habana; Yoshka Grinberg y Yunger Semjovich (Fabio Grobart) por la Sección Hebrea; Félix Gurbich, delegado fraternal de la Juventud Comunista Hebrea; Venancio Rodríguez, por la Agrupación Comunista de Guanabacoa, y los delegados de la Agrupación Comunista de San Antonio de los Baños Miguel Valdés y Emilio Rodríguez. Además, se leyó un cable de la Agrupación Comunista de Manzanillo, delegando su representación en los compañeros Alejandro Barreiro y Julio A. Mella, “en virtud de no poder mandar representantes por falta de fondos y protestando obedecer todos los acuerdos que se tomen por el Congreso”.
Estuvieron también entre los asistentes, el dirigente sindical José Peña Vilaboa, incorporado por acuerdo de la primera sesión del Congreso, y el profesor canario José Miguel Pérez, residente en Cuba, profesor de la Universidad Popular "José Martí", fundador de la Agrupación Comunista de La Habana y colaborador de la revista Espartaco, dirigida por Baliño. Se menciona, además al “camarada Vaserman, en calidad de intérprete de los delegados hebreos.
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En la segunda jornada, se eligió al Comité Central integrado por nueve miembros, de ellos cinco obreros. Estos eran, los prestigiosos dirigentes sindicales Alejandro Barreiro (presidente de la Federación de Cigarreros de La Habana y financiero de la Federación Obrera de La Habana), Miguel Valdés (secretario del Centro Obrero y directivo del sindicato de los tabaqueros de San Antonio de los Baños y José Peña Vilaboa (del gremio de pintores, tapiceros y doradores y Secretario General de la Federación Obrera de la Habana); el obrero tabacalero Venancio Rodríguez; el maestro canario José Miguel Pérez, el líder estudiantil Julio Antonio Mella, el veterano dirigentes comunista Carlos Baliño, más Rafael Suárez y Yoshka Grinberg.
El joven partido comunista cubano asumió una concepción marxista-leninista en todas las cuestiones fundamentales, pero, al mismo tiempo, mostró un apego a las ideas de José Martí. En ello jugaron un papel descollante Baliño y Mella, quienes mejor comprendieron por aquellos años la radicalidad del pensamiento martiano. Basta leer el soneto Dí Maestro, de Baliño (1918), o las ya mencionadas Glosas al pensamiento de José Martí (1926), de Mella.
Un hecho que ya se daba en las organizaciones precedentes, las primeras de tendencias marxistas en el archipiélago. Fabio Grobart se refería a las inquietudes socialistas de una parte de los obreros que en Tampa y Cayo Hueso. Diego Vicente Tejera, muy influenciado por Martí, organizó el primer partido obrero de Cuba. Baliño tuvo alto concepto de Tejera y lo apoyó en la fundación del Partido Socialista Cubano, en 1899. Ambos, libraron intensas batallas basándose en las ideas patrióticas, de justicia social, democrática y antimperialistas del Apóstol de la independencia. Carlos Baliño y Agustín Martín Veloz (Martinillo), colaboradores de José Martí en las actividades del PRC, fueron las figuras centrales del Partido Socialista de Cuba, fundado el 13 de noviembre de 1906, con la integración del Partido Obrero Socialista, fundado en 1905 como Partido Obrero, y la Agrupación Socialista Internacional, creado por un grupo de socialistas llegados de España.
En julio de 1922, la Agrupación Socialista de La Habana rompe con la Segunda Internacional y apoya a la Tercera Internacional Comunista. En marzo siguiente, un grupo de marxistas liderados por Baliño se desprende de esta para fundar la Agrupación Comunista de La Habana, en la cual se inicia la vida revolucionaria de Julio Antonio Mella.
Baliño y Mella se conocieron en la imprenta donde se editaban el Boletín del Torcedor y la revista Juventud (Iilustración tomada de Granma).
Baliño, consciente de la necedad de preparar a las masas trabajadoras, devino en colaborador de varias publicaciones gremiales y de divulgación de las ideas socialistas, entre ellas, El Productor, El Obrero Cigarrero, El Socialista, Justicia, Lucha de Clases y Espartaco. Precisamente, en estas labores conoció al joven Mella, en la imprenta donde se editaban el Boletín del Torcedor, donde el viejo ejercía el cargo de corrector de pruebas, y la revista Juventud, dirigida por el líder estudiantil.
Este primer partido marxista-leninista de Cuba debió integrar ideales estratégicos para la lucha revolucionaria, por la unidad, la independencia de Cuba, la eliminación de la explotación capitalista y el internacionalismo. Dos sentencias de Mella ilustran tales concurrencias: “Ya no hay patria. Sólo clases enemigas” y “La lucha es internacional, como internacional es la fuerza que sostiene al gobierno de Cuba: el imperialismo capitalista”.
Cuán amenazante ante esas “clases enemigas” se volvería el Partido al asumir ese espíritu integrador de Mella, su voluntad de acelerar alianzas entre los obreros y las capas medias arruinadas, entre movimiento por la liberación nacional – antimperialista- y las causas sociales; de implicar a los estudiantes con las causas de los trabajadores, concretada en el seno de la Universidad Popular “José Martí”, creada por su iniciativa. El fundador de la FEU era ya experto en formar grupos de partidarios con el objeto de resolver varios asuntos; era el alma de la sección cubana de la Liga Antimperialista de las Américas, un movimiento influyente que reunía en sus filas a los representantes de varias capas sociales.
Aun siendo muy pocos - los comunistas no pasaban de 100 en todo el país y existían solamente nueve núcleos de comunistas-, el enemigo de clase percibió el peligro. Estimó lo que significaba aquella organización y trató de destruirlas, en cuanto supo de su fundación. El régimen de Machado, no solo no permitió la inscripción del partido, sino que detuvo al Secretario General electo, José Miguel Pérez, a quien declaró como “extranjero indeseable” y ordenó su deportación inmediata a España.
De sus alumnos son estas palabras de protesta: “El profesor José Miguel Pérez, ama la justicia, la ciencia y sobre todo el magisterio. Para sus alumnos siempre tenía palabras de aliento y la luz de los conocimientos la daba pródiga. Quería ser querido de todos y lo era. Quería que todos fueran útiles a la sociedad sin mezquinos egoísmos, sin ruindades, y orientaba noblemente. Por eso ahora, al ser violentamente arrancado de su hogar y de su escuela, sus alumnos protestamos, pues el atento va dirigido contra el hombre que piensa, contra la ciencia que emancipa, contra el padre enamorado de su hogar digno y contra el compañero de los oprimidos”.
Mella fue expulsado de la Universidad y detenido por la policía bajo la acusación de haber cometido “actos terroristas” en el cine Payret. Entonces, “protagoniza uno de los episodios más valientes y heroicos de nuestra historia revolucionaria, que fue su famosa huelga de hambre de 19 días, con la cual obliga a la tiranía machadista a ponerlo en libertad”. Tuvo que exiliarse en México, donde creció su estatura como un líder del movimiento comunista internacional.
El Partido fundado en el verano de 1925 fue también expresión de la acogida por estos lares de la Revolución de Octubre de 1917; de esos otros enlazamientos, de aspiraciones libertarias con la inaugurada certeza de que se podía “tomar el cielo por asalto”. Días antes de su constitución en La Habana, había acontecido en la Bahía de Cárdenas la histórica y legendaria visita de Mella al barco soviético Vatslav Vorovski, ejemplo, de actitud internacionalista y de apoyo a la Revolución de Lenin.
El cubano estuvo entre los primeros fundados en Nuestra América, como parte de esa gran inspiración para los movimientos obreros del mundo que resultó la toma del poder de los trabajadores rusos, el surgimiento del primer estado de obreros y campesinos. El primero había sido el Partido Comunista de la Argentina (PCA), fundado el 6 de enero de 1918, inicialmente con el nombre de Partido Socialista Internacional. El Partido Comunista Mexicano (PCM) se fundó el 24 de noviembre de 1919, tras la llegada del emisario ruso Mijail Borodin, quien entablaría contacto con el comunista bengalí Manabendra Nath Roy. Por su parte, el Partido Comunista de Uruguay (PCU) se fundó el 21 de septiembre de 1920, como una fracción del Partido Socialista del Uruguay. El 2 de enero de 1922, fue fundado el Partido Comunista de Chile (PCCH), por Luis Emilio Recabarren, heredero del Partido Obrero Socialista. El Partido Comunista Brasileño (PCB), se constituyó en marzo de 1922, en el estado de Río de Janeiro, por integrantes del movimiento obrero. En su mayoría, se adhirieron a la Revolución de Octubre y a la Tercera Internacional leninista.
La misma suerte de aquellos partidos corrió el cubano. Una férrea persecución y una hostil campaña de descrédito, orquestada internacionalmente, desde las élites de poder, que no pudo, sin embargo, apagar sus ansias de justicia, ni impedir que entregara cuadros y militantes sacrificados y audaces; que sobreviviera con fidelidad absoluta a sus ideales para concientizar a las fuerzas populares, para revolucionar el mundo y ser útiles, “aun después de muertos”.
Así lo hizo el partido de Rubén Martínez Villena, líder natural del movimiento comunista cubano a partir de 1927, factor fundamental en la huelga general de agosto de 1933 que dio al traste con la tiranía machadista. Un partido solidario con las grandes causas de la humanidad, que cuando en 1936 se produjo en España el golpe militar y fascista contra la II República, organizó la marcha de más de mil cubanos a la península ibérica, la primera gran gesta internacionalista del pueblo cubano.
Este fue el partido de Jesús Menéndez, de José María Pérez, de Paquito Rosales, entre incontables mártires. Fue el de Blas Roca, Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez, dirigentes del entonces Partido Socialista Popular (PSP) que después del Triunfo del Revolución, en Enero de 1959, se unieron a Fidel y al nuevo Partido Comunista de Cuba para concretar los sueños de Baliño y de Mella.
Tres de los principales dirigentes del movimiento comunista cubano: Lázaro Peña, Blas Roca y Juan Marinello. (Tomado de Fidel soldado de las ideas)
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