La cuenta regresiva para la inédita ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos se acerca a su final y en esta ciudad todos piensan y hablan sobre el histórico acontecimiento, aunque no siempre desde una perspectiva complaciente.
La Ciudad de la Luz, acostumbrada a recibir millones de turistas cada año, parece desbordada en estos días por visitantes y participantes en la justa multideportiva más importante del planeta… pero también por las medidas de seguridad adoptadas por los organizadores.
Foráneos y nativos “sufren” cada vez con más rigor las restricciones. Más allá del perímetro delimitado en torno a la zona del río Sena que acogerá el habitual desfile de las delegaciones, abundan las vallas alrededor de muchos de los escenarios de competencias que para la ocasión se han levantado temporalmente en los sitios más icónicos de París.
El dispositivo de seguridad diseñado llega por momentos a ser abrumador, al punto de que muchos –turistas o no– llegan a calificarlo como una “verdadera locura”.
Las quejas se extienden hasta los empresarios y comerciantes de la zona. «No podemos vender, el paso para los turistas está prohibido», se escucha decir a varios de los vendedores ambulantes, acostumbrados a buscarse el sustento vendiendo reproducciones en miniatura de la famosa Torre Eiffel o cualquier otro suvenir.
Ante la incómoda situación, muchos parisinos han decidido planificar sus vacaciones fuera de la ciudad para evitar contratiempos. No faltan quienes consideran los Juegos como “una pesadilla”, incluso antes de que el certamen descorra sus cortinas.
Hace unos meses el nivel de aceptación que alcanzaban los Juegos entre los habitantes de París rozaba el 80 por ciento. Horas antes del disparo de salidas, los encuestadores fijan esa cifra en torno al 60.
Quienes han resistido a la tentación de abandonar sus hogares hasta el fin de la fiesta, necesitarán mostrar pases especiales, con códigos QR habilitados, para transitar por las inmediaciones del lugar de residencia, delimitados por ¡44 000 vallas metálicas! solo en las áreas comprometidas con el acto de apertura.
Tampoco han “escapado” de limitaciones emblemáticos lugares ubicados en el distrito 8, como el Gran Palacio, la Plaza de la Concordia, el Puente Alexander III o la Explanada de los Inválidos, todos tapiados con grandes carteles con los aros olímpicos o el logo de París 2024 estampados.
La amenaza de un ataque terrorista mantiene en tensión a los organizadores. París es ahora mismo una ciudad blindada, por cuyos cielos ya se hace habitual el vuelo de helicópteros y drones policiales. Mientras, en tierra, son cada vez más frecuentes las revisiones de vehículos, estén o no vinculados con los Juegos.
Los organizadores han divulgado que entre 30 000 y 45 000 policías y gendarmes patrullarán las calles de París mientras dure el magno evento deportivo. Además, más de 20 000 agentes de seguridad y 18 000 militares estarían desplegados en la urbe para responder ante cualquier amenaza.
Las patrullas militares armadas a bordo de vehículos o a pie hacen sentir cualquier sensación menos la de estar en un certamen que ha pretendido siempre ser un referente de paz y solidaridad en el planeta. Lo cierto es que nadie quiere que esa percepción se convierta en realidad.
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