Matanzas, el mejor equipo de la liga invernal de béisbol, alzó el centro. Se cumplió el pronóstico, aunque en ambas series de playoff tuvo que rematar en los juegos cinco y seis tras momentáneos empates que impulsaron a los contrarios.
Pero era un Matanzas muy fuerte, cuya ofensiva estaba por encima de la media del campeonato. Cuando los rivales se pegaron, ellos volvieron a ponerlos en su sitio, dos juegos por detrás, en un caso para acceder a la discusión del título y en el otro para ganarlo.
Fueron 19 palos de vuelta entera en 12 partidos, liderados por el tándem de tercero y cuarto en el lineup, Yurisbel Gracial y Yordanis Samón, autores de cinco cada uno. Si ellos solos fueran un equipo hubieran encabezado el ranking de jonrones en la postemporada. Artemisa, Las Tunas e Industriales sumaron, juntos, la misma cantidad que ellos.
Con semejante despliegue de la artillería de largo alcance, el mentor Armando Ferrer, que lo ha ganado todo ya: Torneo de Campeones con el municipio de Matanzas (1997), Serie Nacional en (2020) y ahora la liga invernal, no tenía de qué preocuparse.
Si la defensa fallaba, ahí estaban los bateadores para resolver; si el picheo no aguantaba, ahí estaban los bateadores para voltear los juegos; incluso, si las jugadas tácticas en algún momento no eran las mejores, un cuadrangular después calmaba las críticas.
Y encima de eso, el “viejo” Ferrer tapó un posible hueco cuando llamó a Yordan Manduley, y el holguinero, que había jugado la fase preliminar con Santiago de Cuba, hizo tremendo tándem con Erisbel Arruebarrena. Parecía que eran yunta de toda la vida alrededor del segundo cojín.
Robaron jits, facturaron doble matanzas sin mirarse, enrojecieron las manos del público de tanto aplaudirlos. Por eso el béisbol es un arte, aunque haya quienes prefieran verlo pragmáticamente como un deporte y nada más.
Eduardo Blanco no solo hizo engarces lujosos en las praderas y mostró un cañón por brazo, su bate empujó carreras claves lo mismo en el noveno que cuando lo subieron de turno. Fue el mismo, con igual serenidad en el cajón de bateo y desborde emocional tras las conexiones. Pinta para MVP de la postemporada el muchacho, aunque hay competencia para ese lauro.
Noelvis Entenza volvió a hacer uso de sus herramientas para dominar en situaciones estresantes, ya sin la velocidad de antaño, pero con comando y maña, poniéndole y quitándole a los picheos, para que unos parecieran rectas duras y los otros partieran cinturas.
Hermético y sólido, sin dejar margen al rival, rocoso sobre el montículo, Frank Luis Medina se convirtió en el arma letal del bullpen de los Cocodrilos.
Ferrer no tuvo que emplear muchas neuronas para conducir los juegos. Su trabuco, como algunos lo calificaron, lideró la fase clasificatoria y después validó su superioridad en los playoffs. Tuvo el aporte de tres ex Grandes Ligas, aunque, paradójicamente, dos terminaron en el banco. Podía el mentor armar dos alienaciones casi igual de letales con nombres diferentes. Así de integral era su plantilla.
Samón jugó como en los tiempos que militó en esa nómina, igual que siempre en su ya larga carrera, con ese bate chorreándole rabia, como si odiara las pelotas. Ahora, al fin, se colgó un título. Ya tiene para presumir y silenciar a quienes lo llamaban “Malasuerte” o “Salación oriental”. Andaba feliz, como niño con juguete nuevo, enseñando su presea de campeón.
Artemisa no puede andar cabizbajo. Se bañó en plata, cuando muchos ni para podio lo dieron. Incluso en la semifinal, mostrándose más fuerte que Industriales, los pronosticadores creían más en la historia de los Leones que en el presente de los Cazadores.
Dieron pelea ante un adversario que fue desde el principio más fuerte, y en su primera final de por vida con ese nombre mostraron entrega, compromiso, jugaron sin complejos, pese a que poco a poco la brecha entre un equipo y otro fue creciendo.
Cuando más necesitaban de Liván Moinelo, este partió para Japón. Entonces el oponente se vio menos presionado con la segunda mitad de los juegos. De hecho, volvió a ganar en ese tramo, después que el pequeño gigante voló al otro lado del mundo.
Frederich Cepeda se quitó el trajo cuando no pudo más con un esguince, e incluso con él, dio jonrón y hubo un día en que no pudieron ponerlo out en cuatro viajes al plato aguantando el dolor.
Yunieski García estuvo todo el tiempo pidiendo la bola sin importarle el esguince que se hizo en el Latinoamericano en la semifinal con un hueco, de esos que abundan en los montículos de los estadios cubanos. Y mira que José Manuel Cortina habla del tema…
Luis González chocó estrepitosamente el pasado domingo con el camarero Raúl, de igual apellido, y todavía este martes no estaba apto. Así, con tantas bajas, pusieron más ganas que fuerza en el choque final del playoff.
Dennis Laza lució, una vez más, su temple en partidos “rompetermómetros”. Batalló, haló, jonroneó… El jardinero Yoan Moreno fue igualmente grande, de lo mejor en estos juegos finales.
Pero en cuestión de hidalguía y entrega, hay que quitarse la gorra con Erlis Casanova. Después de su éxito el sábado con trabajo completo y el corazón en dos mitades, el playoff podía acabarse. Incluso, simbólicamente se acabó esa tarde. Lo demás solo fue ver a Matanzas alzar la corona.
La Liga, y sobre todo la postemporada, sacó a relucir las dotes de liderazgo de Yulieski González, el mentor de Artemisa. Fíjense en él, le falta aprendizaje, pero le sobra talante, respeto e inteligencia para empeños mayores en un béisbol que requiere de gente así para emprender el camino de la remontada.
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