El juego ilegítimo que no duró un inning

Después de un amplio despliegue mediático para legitimar lo que de antemano sabían sus organizadores tenía un trasfondo más político y comercial que deportivo, quedó suspendida la llamada Serie Intercontinental de béisbol de Barranquilla, a donde pretendía ir un elenco de jugadores cubanos radicados en el extranjero al amparo de una entidad creada en Miami para tales fines.

Lo que hubiera sido un excelente proyecto para recuperar un torneo internacional de gran proyección nació torcido cuando dio preponderancia a un equipo que por nombre llevaba el título de una canción que es himno de campañas subversivas contra el orden institucional de Cuba.

Trataron los organizadores de enfrentar una selección de jugadores conformada por la Federación Cubana de Béisbol y Softbol (FCBS) con aquella nómina desligada del ente rector de este deporte en la isla.

Cuba declinó participar en el torneo tras confirmar que no era organizado por la Confederación Mundial de Béisbol y Softbol, ni por los entes legalmente constituidos para dirigir este deporte en Colombia. 

Tampoco iba a aceptar jugar con un elenco que estaba tratando de usurpar símbolos y funciones inherentes a los organismos de Cuba legalmente instituidos y reconocidos internacionalmente.

En consonancia con esos principios, la FCBS denunció los planes subyacentes en el proyecto del torneo gestado por el team Rentería USA, de carácter privado.

¿Por qué llamarse Patria y Vida? ¿Por qué esa irreconciliable posición de poner un muro donde lo mejor es un puente que favorezca el diálogo y entendimiento a la hora de articular selecciones de béisbol que junten y no que separen?

¿Por qué no seguir buscando juntos, los de ambos bandos del estrecho de la Florida, cómo recuperar el acuerdo entre la FCBS y MLB para regularizar los contratos de jugadores cubanos en las organizaciones de Grandes Ligas sin tener que abandonar Cuba?

Hay mucha afición, en ambos lados, deseosa de ver en el próximo Clásico Mundial una selección con el mejor potencial posible, capaz, por el talento que puede reunir, de volver a una final, e incluso, ganarla.

Las energías de los amantes del béisbol cubano han de juntarse para causas nobles, desbrozar caminos en todos los escenarios. El enfrentamiento solo ayuda a quienes detrás de bambalinas promueven el odio para ponchar las buenas y necesarias relaciones de un mismo pueblo, radicado por su legítimo derecho en posiciones geográficas distintas.

El Gobierno de Colombia, a través de sus instituciones deportivas, reconoció los derechos legítimos de Cuba y además se desmarcó del torneo, al que no asignó las provisiones solicitadas por los organizadores.

Duró poco el Patria y Vida, convertido en Dream Team, lamentablemente un nombre en inglés que desnudaba aún más los sustentos políticos del elenco armado en Miami.

Al final, el torneo cayó por su propio peso, más bien por su propio lastre. Su celebración hubiera significado un precedente muy peligroso en un contexto donde el fundamentalismo contra el proyecto social cubano intenta despojarlo de sus símbolos, y el béisbol es uno de ellos.

Los cubanos sienten orgullo de su deporte nacional y se honran de su historia gloriosa y de éxitos en todos los terrenos del mundo, incluidos los de la Gran Carpa estadounidense.

No por gusto la Casa Blanca, durante el mandato de Trump, congeló la implementación del acuerdo de FCBS y MLB, y después Biden tampoco ha movido un dedo para generar un ambiente constructivo que ponga fin a decisiones que en otro escenario no tomaran muchos de los que hoy se radican definitivamente en el extranjero para poder aspirar a un contrato con organizaciones de Grandes Ligas.

Cuba mantiene su posición de negociar un pacto con MLB que beneficie, sobre todo, a los jugadores, para que puedan ser fichados aquí, en su país, jugar allá cada temporada y regresar de manera natural, como todos los demás beisbolistas.

Cuanto se haga en ese camino sí contribuirá al béisbol cubano.