La ingenuidad y el andar por las ramas son de los pecados inadmisibles entre quienes hacen profesión del análisis político. De ahí que al abordar los acontecimientos, con más razón en un escenario global marcado por los desbordes hegemonistas y su puja contra todo lo que se le oponga, la médula de cualquier suceso por lo general responde a un único cuestionamiento: quién o quiénes se benefician, y quién o quiénes pierden con lo que discurre en un momento y un espacio dado.
Y haciendo uso de esta clave elemental, la reciente explosión de la pandemia del coronavirus, con epicentro en la ciudad de Wuhan, la principal de China central, despide cierto tufo a un acto de agresión bacteriológica, una de las variantes en los arsenales de los organismos estadounidenses de espionaje y subversión.
Y si bien es cierto que hasta ahora no existen pruebas contundentes que certifiquen esta tesis, citada y manejada no obstante por más de un analista, semejante actuación no resultaría tampoco nada raro en el “trabajo” de entidades del poder imperial que han utilizado la misma variante contra otros “enemigos” (Cuba entre ellos y en varias ocasiones), y que en su intención de imponer los criterios expansionistas a cuenta de servirse de una inoculada histeria colectiva nacional, parecen haberse involucrado incluso en la ejecución de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en pleno territorio estadounidense.
De manera que si aplicamos la ya citada fórmula beneficio-pérdida al caso del coronavirus, y concordamos en que la pandemia aparece de un día para otro en una de las naciones que Washington define como “oponente estratégico”, en medio de una guerra comercial con Beijing decretada por Donald Trump, en el curso además de un fracasado impeachment en su contra, y a las puertas de los comicios en que pretende ser reelecto, ciertamente un “golpe duro” contra China viene muy bien a los intereses reaccionarios gringos y a aquellos que los representan.
Súmense además los alegres y públicos pronunciamientos de personajes gubernamentales norteamericanos sobre el hecho de que la epidemia hará volver al país a las empresas locales que se mudaron a China y “socavará” la confianza internacional en el gigante asiático, y se comprenderá que para tales figurines “la suerte” ha vuelto de su lado.
Por otra parte, el mundo mediático controlado por Washington no ha parado en este tiempo de cuestionar la seriedad y profesionalidad de China en el manejo de la crisis de salud, silenciando a propósito el despliegue investigativo, médico, constructivo y social de la nación asiática, que pese a elevadas cifras de contagio ya ha logrado salvar a miles de enfermos y disminuir los casos diarios de infestados.
Para algunas fuentes que han escrito sobre el tema, no es de extrañar que una agresión biológica pudiera “estar detrás de la aparición en Wuhan del coronavirus, obligando a los chinos a paralizar una de sus regiones con más desarrollo económico, con una población de más de 11 millones de habitantes…y con conexiones hacia todo el territorio nacional”.
“A Wuhan —añade el citado comentario— se le califica como el centro político, económico, financiero, comercial, cultural y educativo de China central, además de ser un punto principal de transporte, con docenas de ferrocarriles, carreteras y autopistas que cruzan la urbe, conectándola con otras ciudades importantes”.
“Esa ubicación —concluye el material de marras— permite la rápida diseminación de la epidemia en todo el país, algo que obliga a preguntarse ¿será casual que haya surgido allí el virus, o por esas razones fue seleccionada para introducirlo entre sus habitantes?”.
Lo cierto es que muchos coinciden en que para el presidente gringo este episodio puede traerle buenos dividendos políticos, aunque por otro lado esté enfrentado críticas de sus oponentes por una actividad interna dudosa en materia de prevenir la extensión de coronavirus dentro de los propios Estados Unidos.
Según algunos legisladores, el jefe de la Casa Blanca, que acaba de nombrar a su segundo Mike Pence como “líder de la batalla contra el virus” en el país, ni siquiera ha otorgado una cifra sería y suficiente para la adquisición de los recursos que serían utilizados para evitar la expansión de la pandemia dentro de las fronteras norteamericanas.
Y es que tal vez la obsesión de dañar a China sea por estos días más que suficiente para llenar sus mermadas neuronas funcionales y sus inabarcables ambiciones.
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