¿Podemos tener madres y padres una relación de amistad con hijas e hijos? Las respuestas varían según las concepciones de cada cual con respeto a la crianza: hay quien cree que sí, siempre; otros que solo en la adultez, cuando ya los hayamos formado; o que no, nunca, porque ese vínculo tiene una naturaleza totalmente opuesta al que existe entre amigos.
Puede que todos tengan algo de razón, porque acompañar a un ser humano en su crecimiento implica ciertamente un grupo de responsabilidades que no tenemos con, por ejemplo, una amiga. A quienes hemos dado vida tenemos el deber de ponerles límites –aunque a veces nos resulte doloroso– y educarlos con valores y buenos ejemplos, además de vestirlos, alimentarlos y cuidarlos.
Pero eso no implica una relación vertical, donde los adultos seamos tiranos todopoderosos, y los niños,seres destinados a obedecer. La autoridad más sólida se construye sobre la base del diálogo, de la explicación y el amor. Deben escucharnos porque saben que hacemos lo mejor por ellos, porque no los hemos ganado con una conducta coherente, y no porque nos tengan miedo.
Aunque se haya avanzado mucho en el ámbito legislativo con respecto a los derechos de la niñez, aún al interior de los hogares los seguimos considerando, a veces, como propiedades, sobre cuyo destino tenemos control absoluto.
¿Por qué no ensayar otras maneras de criar? ¿Por qué no emplear la explicación en vez del «porque yo lo digo»? ¿Por qué no hablarles desde el respeto y enseñarles a tomar decisiones según sus capacidades?
De eso se trata la crianza respetuosa, de ver a hijas e hijos como lo que son, personas; y esforzarnos por entender los procesos que viven, para acompañarloscon paciencia, en lugar de reaccionar desde la impotencia, el cansancio y el enojo.
Es difícil y no siempre se logra, pero vale la pena el esfuerzo. Son increíbles los resultados cuando notas que si les cuentas primero cómo te fue el día en el trabajo, te dicen con franqueza cómo vivieron el suyo; si te han oído pedirles disculpas, son más dispuestos a pedirlas ellos mismos; y si alguien sobrepasa sus límites, saben cómo reaccionar, porque les enseñaste que su voluntad también existe.
En ese proceso paulatino de crecimiento que vivimos, aprendemos, además, cómo convertir –por el camino del entendimiento, sin ceder a caprichos– situaciones que podrían terminar en una «perreta» y nuestro consecuente desborde emocional. A veces se trata solo de respirar y tomarnos el tiempo para contener, consolar.
Pienso en esas veces cuando alguno de mis hijos no quiere quedarse en el círculo y llora. Antes, me ponía nerviosa, y usaba desde el ruego hasta el tono imperativo, sin resolver nada más que verlos irse casi obligados de la mano de la seño,desconsolados ellos y desconsolada yo. Entonces introduje cambios en la rutina de la mañana, para que fuera más sosegada, y descubrí que tomándome el tiempo para abrazarlos más y besarlos, dándoles un pequeño recuerdo mío para el día, y –sobre todo– calmándome yo, los resultados eran mágicos.
La relación de complicidad se establece así, con el respeto y la mutua admiración; no solo debemos ser personas que ellos puedan aspirar a imitar, sino ver en sus personalidades todo lo bueno que los distingue.
Mi hija y mi hijo son, sí, mis amigos. Cuando estamos enfermos, vemos reels tontos acotados en la cama y abrazaditos. Nos hacemos bromas. Nos consentimos y protegemos. Aprendo de ellos todos los días y encuentro inspiración en sus maneras de ir descubriendo el mundo.
Esa relación se ahonda a medida que crecen. Me hace ilusión que puedan ver en su mamá un ser humano con flaquezas, como todos, y que sepan que, ante una dificultad (aun cuando se hayan equivocado) mi reacción será la de la ayuda solícita, y no la de la condena.
¿Qué es ser amiga sino incondicionalidad, cariño, apoyo y afinidad? Justo eso aspiro que permee mi maternidad. Somos compinches y espero que lo sigamos siendo para siempre.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.