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martes, 24 de diciembre de 2024

Los días contados de Juan Guaidó (+Audio)

Mientras Guaidó se apaga, el gobierno de Maduro retoma cada vez con mejores perspectivas sus relaciones bilaterales con los nuevos homólogos de la región latinoamericana...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 05/11/2022
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Maduro-Pueblo venezolano
Nicolás Maduro junto al pueblo venezolano. (Tomada de minpet.gob.ve)

Como un castillo de naipes se han ido cayendo las fichas que, malamente, sostenían la inventada presidencia interina de Venezuela en manos de Juan Guaidó, un joven político escogido por Estados Unidos (EE.UU.) para crear un gobierno paralelo al legitimo y derrocar a la Revolución Bolivariana.

Ahora, la geopolítica de la América Latina que antes en buena medida lo acogió como al líder más prominente de la oposición venezolana se transforma y existe un criterio público definido de respeto a las legítimas autoridades venezolanas.

Este año es de cambios políticos en la región, que no favorecen ni a Guaidó ni a su padrino del Norte, el que busca una aproximación circunstancial con Caracas debido al giro en el mercado petrolero resultante de la guerra ruso-ucraniana.

EE.UU. explota su pragmatismo y dejó descolocado al ¨interino¨, que quizás nunca pensó que su mentor fuera a jugar a dos bandas.

Al parecer, ya pasó el efímero momento de gloria de quien en un parque de Caracas se autodesignó presidente interino de Venezuela.

Brasil es el último de los países que dio un giro político de suma importancia no solo en el orden interno sino regional este año, al elegir como su nuevo presidente al izquierdista Luiz Inacio Lula da Silva, en comicios efectuados en segunda vuelta el pasado día 2.

Pero antes ocurrió algo similar en Colombia, punto de apoyo fundamental de la contrarrevolución venezolana en su intento de derrocar al gobierno legítimo de Nicolás Maduro, teniendo como jefe a Guaidó. Gustavo Petro, exsenador y exalcalde de Bogotá, quien pretende llevar la paz total a su país ganó la presidencia; igual ocurrió en Chile, con la asunción en marzo del joven mandatario Gabriel Boric; en Honduras ganó la presidenta de izquierda Xiomara Castro.

En 2018, la primera clarinada la dio México, al elegir como jefe de gobierno a Andrés Manuel López Obrador, seguido por Alberto Fernández en Argentina, Luis Arce en Bolivia y Pedro Castillo en Perú. Todos políticos progresistas o izquierdistas.

La victoria de presidentes progresistas y de izquierda desde 2018 hasta ahora en Latinoamérica quebró los planes imperiales sobre Guaidó (Foto: Tomada de Semana)

La actual correlación de fuerzas no favorece al intrigante presidente interino, pues desaparecieron algunos de sus soportes políticos, como el conservador Grupo de Lima, que intentó desplazar a Maduro del cargo.

La Organización de Estados Americanos (OEA), y su secretario general, el cipayo Luis Almagro, un cipayo de las administraciones norteamericanas, que incluso intentó invadir militarmente a Venezuela, se fue en picada cuando propició el golpe de Estado contra el presidente legítimo de Bolivia, Evo Morales, en 2019.

A la Unión Europea tampoco le conviene seguir apuntalando en solitario a un político cuyos días están contados.

Al parecer, al líder derechista creado por los tecnócratas de Washington, le llegó la hora de la marcha atrás, pues ni siquiera sus seguidores en los partidos opositores le brindan la mano.

Hace poco, al renunciar a Voluntad Popular —la organización fundada por Leopoldo López, asilado en España—, Roberto Marrero, quién ocupara cargos importantes en esa estructura, afirmó que los partidos opositores discuten la manera de terminar esta experiencia sin que la circunstancia se traduzca en costos políticos demasiado onerosos

Sin el respaldo abierto como antes de Washington y abandonado por una buena parte de quienes lo seguían, Guaidó (La Guaira, 1983) es catalogado como un experimento de la política exterior  estadounidense, cuyo propósito era suplantar en la arena internacional al presidente Maduro, creando una duplicación de poderes que, en la práctica, fue respaldado por regímenes latinoamericanos neofascistas, pero que tuvo poca aceptación en la arena internacional en general.

Guaidó nunca aceptó o si lo hizo boicoteó después, los llamados al diálogo y a la reconciliación solicitados por el Palacio de Miraflores.

Es público que el primero en reconocerlo fue el presidente republicano Donald Trump. Lo siguieron regímenes derechistas, como el de Colombia presidido por Iván Duque, quien le facilitó su territorio y mercenarios para justificar los millones de dólares que ganó procedentes de la Casa Blanca.

Durante estos años, solo hubo espectáculos –como el del punto fronterizo de Cúcuta- e invasiones y magnicidios fallidos, lo cual causó un retroceso en su imagen política. Sus apariciones en la prensa son contadas y en ocasiones puntuales, como cuando el Reino Unido falló a favor de su ¨gobierno¨ y le robó 40 000 millones de dólares pertenecientes a Caracas. También intentó apoderarse de filiales venezolanas en el exterior, pero que en los últimos meses retornaron a su legítimo propietario.

En contadas ocasiones, el guairense se ha presentado como un dialogador con el gobierno legítimo, luego se arrepiente y se retira, dejando en una posición incómoda a los partidos de la oposición que ahora deciden dejarlo a un lado de manera definitiva.

Analistas lo consideran una extravagancia creada en Washington, apoyada por sus testaferros.

Antes de que Washington lo seleccionara como centro de uno de sus tantos fracasados planes para derrocar a la Revolución Bolivariana, Guaidó era un diputado casi desconocido que llegó a ser la primera figura de la Asamblea Nacional por casualidad el 5 de enero de 2018, solo porque le tocaba serlo en la rotación interna a su partido, Voluntad Popular, y los principales líderes de esa formación tenían problemas legales. 

Graduado de ingeniería civil, con poca experiencia política, pues entró como suplente al Parlamento, era una pieza ideal para los propósitos imperiales. Joven, ambicioso, sin cargos de corrupción, con millones de dólares a su disposición para concretar una oposición capaz de moverle el piso a Caracas. Las fuerzas reaccionarias pensaron que era la persona idónea. Fallaron en sus previsiones.

EE.UU. NO QUIERE A GUAIDÓ

Una de las especialidades de los tecnócratas de la Casa Blanca es la utilización de determinados políticos como punta de lanza para sus planes de desestabilización y derrocamientos de gobiernos progresistas o izquierdistas. Guaidó, en estos momentos, ya no sirve a los planes de la administración norteamericana. Aunque oficialmente aún le brinda su respaldo, analistas advierten que el reconocimiento oficial que con toda pompa le brindó Trump será retirado en 2023, cuando comience el nuevo período legislativo en el país norteño en la presidencia de Joseph Biden.

Publicaciones como la británica Financial Times informan que a los efectos legales y reales, el cargo del venezolano jamás significó nada, más allá de permitirle acceder a ciertos activos en bancos extranjeros. O sea, un titulo que le rendía pingues ganancias, pues lo ponía en contacto con fondos constantes y sonantes.

Mientras Guaidó se apaga, el gobierno de Maduro retoma cada vez con mejores perspectivas sus relaciones bilaterales con los nuevos homólogos de la región latinoamericana.

Su interés, ahora, es prepararse, según declaró, para las elecciones presidenciales de 2024, en las que espera ganarle al candidato de la Revolución Bolivariana.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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