Cuatro días después de la renuncia obligada del presidente Evo Morales, Bolivia sufre una grave crisis institucional en la que sobresale la autoproclamación de la senadora opositora Jeanine Añez como su sustituta, mientras miles de indígenas rechazan en las calles el golpe de estado orquestado en Estados Unidos con la complicidad de la ultraderecha del país andino.
Los movimientos indígenas, de larga tradición de lucha, se están concentrando desde hace dos días en las ciudades de La Paz y El Alto, adonde siguen llegando de manera masiva en repudio a los acontecimientos de los últimos días.
La nueva presidenta ultraconservadora se autoeligió en una minisesión de la Asamblea Plurinacional (Congreso) con solo un tercio de los legisladores, pues el hasta ahora oficialista Movimiento al Socialismo (Mas) ocupaba la mayoría (dos tercios) pero sus diputados y senadores están ausentes debido a amenazas de muerte recibidas de los golpistas.
Los líderes de esa organización en las Cámaras en manos del Mas también renunciaron el pasado domingo por la misma causa.
Acompañada por un pequeño grupo de los asambleístas de oposición, la vicepresidenta segunda del Senado, afirmó a la prensa con una Biblia en la mano que convocará a elecciones generales ¨en el menor tiempo posible¨ , o sea, cuando se lo indiquen los conspiradores de los departamentos de la llamada Media Luna, donde se concentra la oligarquía sureña, la más rica de la nación andina.
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Añez usurpa el cargo para el que Morales fue reelecto de manera legítima el pasado día 20, al ganar en primera vuelta con un 10% más de votos a su mas cercano rival, el derechista Carlos Mesa, de Comunidad Ciudadana.
Desde hace varias semanas, el presidente de origen aymara venía denunciando que había un golpe de estado en marcha originado por la poderosa derecha sureña y sus Comités Cívicos, dirigidos por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Es evidente que las protestas en Ecuador, la rebelión popular en Chile, la victoria del progresista Frente de Todos en Argentina, la posibilidad de que gane el balotaje en Uruguay el Frente Amplio y la liberación de Luiz Inacio Lula da Silva en Brasil, agilizaron los planes elaborados contra el gobierno boliviano.
Morales, un sindicalista cocalero que dio un giro de 180 grados a la miserable Bolivia cuando ganó las elecciones con el Mas hace 14 años, recibió un país en ruinas –el segundo más pobre de la región latinoamericana y caribeña después de Haití- con millares de pobres –ahora integrantes de la clase media- analfabetos, gran desigualdad social, y robo de los recursos nacionales por las trasnacionales.
El mandatario instaló una Asamblea Plurinacional Constituyente que redactó una nueva Carta Magna que dignificó a los pueblos indígenas, reestructuró la base económica e hizo próspera a la nación, que en la actualidad es una de las que mas crece anualmente.
Este hombre pacífico, prefirió dimitir –luego de agotar las propuestas a los opositores para que depusieran su actitud incluso prometiendo la celebración de nuevos comicios- para evitar un baño de sangre, pues hay una manifiesta política de odio contra la población autóctona. Los derechistas nunca aceptaron ni la primera victoria de Evo ni la última, desatando acciones de violencia y humillación contra las familias pobres, los organismos estatales, a fin de quebrantar la paz y la institucionalidad soberana de Bolivia.
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Bajo el gobierno masista, los salarios reales aumentaron con un 60 % y la pobreza extrema también disminuyó en un 60 %. Esta política social sólo fue posible nacionalizando una serie de sectores clave de la economía. Se acabó el analfabetismo y la salud pública es gratuita. Para la élite esto fue imperdonable.
El ex mandatario, ahora exilado en México junto a parte de su Ejecutivo, prometió este martes que retornará con más fuerza a su país, de donde salió ante la posibilidad de ser asesinado por las fuerzas insubordinadas del Sur, a las que se unió la Policía Nacional, con el guiño cómplice de las Fuerzas Armadas, que le sugirieron la salida.
También resultó decisiva en el golpe de estado la actitud de la Iglesia Católica, profesada por un alto porcentaje de la población, que desestimó las denuncias presidenciales y negó las acciones violentas de la ultraderecha.
La posición de la curia contra Morales fue expuesta en el comunicado (escrito y en video), en conjunto con otras organizaciones golpistas como Comunidad Ciudadana, los Comités Cívicos y el Comité Nacional de Defensa de la Democracia (Conade).
Para la comunidad internacional, gobiernos democráticos, y personalidades políticas, a Morales le tendieron una emboscada Estados Unidos, la Organización de Estados Americanos (OEA) y la derecha fascista de los Comités Cívicos departamentales comandados por Luis ¨el Macho¨ Machado..
En las últimas horas, el presidente norteamericano Donald Trump manifestó su alegría por el golpe ilegal y, de nuevo, lanzó amenazas contra Venezuela, Nicaragua y Cuba, tres países por los que siente una obsesión compulsiva.
Por filtraciones de mensajes y escuchas telefónicas quedó establecido que varios políticos estadounidenses, como el asesor de Trump para América Latina, Marcos Rubio, están comprometidos con los acontecimientos ocurridos en la llamada Nueva Bolivia, uno de los pocos países de América Latina que mantiene un sostenido crecimiento económico.
Morales, acompañado de su vice Álvaro García Linera, llegó este martes a México, nación que le brindó asilo político una vez conocida su dimisión, y ante el peligro que corría su vida, pues las Fuerzas Armadas pagaban 50 000 dólares a quien lo asesinara o dijera donde se encontraba-.
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El traslado de los líderes bolivianos de Cochabamba a México devino una demostración más de la política de odio que mueve a varios gobiernos latinoamericanos contra los líderes progresistas y revolucionarios. Ecuador negó un corredor aéreo al avión mexicano, en tanto Perú, en un segundo momento, impidió su reabastecimiento para seguir viaje, lo cual logró en Paraguay luego de gestiones personales de otros dirigentes latinoamericanos de alto nivel, como el presidente electo de Argentina, Alberto Fernández.
Según pasan las horas va creciendo el apoyo popular al exilado mandatario. Televisoras recogen imágenes de calles de La Paz y El Alto repletas de indígenas seguidores de Morales, cuyo gobierno les devolvió la dignidad como personas. Ante las movilizaciones, las Fuerzas Armadas sacaron sus soldados a las calles para reprimirlos, mientras aviones sobrevolaban la capital para crear el pánico.
En la tarde de este martes, México convocó una reunión extraordinaria de la OEA para analizar la situación boliviana, ya que fue esa entidad –invitada por Morales para auditar las boletas, demostrar su triunfo y acallar a la oposición en rebeldía- la que de manera apresurada, siguiendo órdenes de Washington- de manera preliminar dijo que había irregularidades en las votaciones, sin dar algún elemento justificativo.
En esa cita en Washington, donde tiene su sede la OEA, países como México y Nicaragua, entre muchos otros, desenmascararon los planes de esa entidad y la complicidad con Trump en su ofensiva para derrocar los gobiernos socialistas y progresistas de la región latinoamericana. Varios miembros de esa institución rechazaron el golpe de estado, exigiendo la restitución del orden constitucional.
Fue justamente la inapropiada declaración de la OEA –cuando debía presentar un informe oficial el martes- el pretexto utilizado por las violentas hordas de la oposición dirigida por Machado para que individuos con evidente odio racial, que nunca aceptaron que un indígena Aymara presidiera el país, incendiaria las sedes departamentales del Tribunal Supremo Electoral y detenido a sus integrantes, incluidos las máximas autoridades nacionales de esa institución.
Las autoridades electorales fueron criminalizadas por la OEA sin justificación alguna.
Ahora, la OEA presidida por el renegado izquierdista uruguayo Luis Almagro, pretende cerrar el ciclo golpista con el tutelaje de nuevas elecciones, en las que parece habrá una fuerte disputa entre el derrotado Mesa, -que no se ha visto en los últimos días- y Machado, quien no puede disimular el odio visceral hacia los pueblos ancestrales bolivianos, explotados durante siglos hasta la llegada de Morales.
Lo sucedido en Bolivia, que comenzó con el golpe civil-militar al presidente hondureño Manuel Zelaya en 2009, forma parte de una articulación planeada en la Casa Blanca junto a la oligarquía financiera global y las elites regionales. Con llamados golpes blandos, es decir, sin derramamiento de sangre y según las posibilidades de cada país, también cayó el presidente paraguayo Fernando Lugo y después Dilma Rousseff, de Brasil, a quien impugnaron por supuestas malas prácticas gubernamentales.
A ello se une la persecución judicial de líderes populares como los ex presidentes Rafael Correa, de Ecuador, Cristina Fernández, de Argentina, y Lula da Silva en Brasil, acusado de disimiles e inexistentes delitos. Correa reside ahora en Bruselas, Cristina es la nueva vicepresidenta argentina y Lula fue puesto en libertad hasta que concluyan todas las apelaciones de sus abogados pues estuvo preso injustamente 580 días hasta el pasado viernes.
El origen de la desaparición de los gobiernos progresistas por la fuerza –como ahora- o mediante el uso de parlamentos derechistas o fuerzas militares quebradas, comenzó hace más de 40 años en Chile, cuando el general traidor Augusto Pinochet derrocó con sus tanques y aviones disparando contra el Palacio de La Moneda al presidente constitucional Salvador Allende, quien se suicidó, con la sede del gobierno en llamas, antes que entregarse a la iracunda derecha dirigida, como ahora en Bolivia, desde la Casa Blanca.
Lo sucedido en Bolivia deja varias lecciones, y una de las mas importantes es la necesidad de la unidad cívico-militar en los gobiernos progresistas; estar siempre alertas siempre ante poderosos enemigos y fuerzas oscuras nacionales; dejar atrás la ingenuidad política de creer aun en la OEA, propiciadora de desestabilización en los países; unidad con la base partidista, y capacidad de movilización popular.
Cualquier retroceso en la democracia inclusiva practicada aun en varios países de Latinoamérica significa un movimiento negativo en la lucha popular que pretende suprimir la reconversión derechista auspiciada por la Casa Blanca de una región que conoció durante las dos últimas décadas el significado de las palabras soberanía e independencia.
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