El nuevo gobierno de Argentina, presidido por Alberto Fernández y su vice, la ex mandataria Cristina Fernández, inicia el próximo día 10 un camino de cambios para devolver la soberanía económica al país, hasta ahora dependiente de las políticas de Estados Unidos (EE.UU.) y los organismos internacionales.
Fernández, 66 años, ex jefe de gabinete del presidente Néstor Kirchner, el político que eliminó el neoliberalismo y una zaga de grandes deudas sociales dejadas por este sistema económico, asume con planes posibles, que tratarán de eliminar los grandes desaciertos del saliente régimen derechista del millonario empresario de derecha Mauricio Macri y su coalición Cambiemos.
La mala gobernanza de Cambiemos, atenido a un modelo neoliberal, desencadenó una abultada deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) de unos 57 000 millones de dólares. Para recobrar su dinero con intereses, el organismo exige la toma de medidas de ajuste que elevaron los grandes bolsones de hambre y pobreza, desempleo, inflación, pérdida del valor de la moneda nacional, reducción de índices de salud, desalojos y otros males ocasionados por el mal gobierno ejercido por Macri.
Aun sin tomar posesión, Fernández inició conversaciones extraoficiales con la dirección del FMI para combinar el pago de la deuda contraída por el país, pero dejó claro que lo hará sin la aplicación de medidas económicas que afecten a la ciudadanía.
En ese sentido, el futuro mandatario explicó en una entrevista que “es una negociación (con el Fondo) y los tiempos hay que medirlos para lograr acuerdos cuando más nos convenga. Tampoco es cuestión de salir corriendo para firmar cualquier cosa y que después terminemos arrepintiéndonos”.
Aunque todavía solo hay enunciados sobre su gabinete, ya el presidente electo el pasado 27 de octubre en primera vuelta ha dado algunas indicaciones de cómo hará su gobierno, apoyado en la experiencia de su vice, quien estuvo al frente de la Casa Rosada durante dos mandatos que siguieron al de su esposo Kirchner, uno de los fundadores de la integración latinoamericana.
Hace pocos días, el excandidato de la coalición Frente de Todos (FdeT), afirmó que “tengo una gran alegría porque a partir de ahora que las cosas salgan bien dependerá de nosotros. Vamos a decidir nosotros y por lo tanto vamos a prestarle más atención a los que más sufren. Esa alegría está mezclada con una gran dosis de responsabilidad, pero también tengo tranquilidad porque sabemos por dónde hay que caminar”, y afirmó que se dio cuenta de que sería presidente “cuando Cristina anunció que irían juntos en la fórmula que él encabezaría”.
Para Fernández, “no hay nada más urgente que la pobreza y el hambre”, acrecentadas bajo el gobierno saliente de Cambiemos en una nación considerada el granero del mundo, y al respecto ratificó que trabajará para que haya menos pobres.
“Lo dije antes, y lo ratifico: voy a trabajar para que haya una mejor justicia, para unir al continente, para que la democracia se cure con más democracia. Sé que muchas veces digo cosas que a algunos no les gusta pero lo digo honestamente”, ante voces críticas en desacuerdo sobre el rumbo político a futuro.
En ese sentido, el próximo gobierno ha dado muestras de que será de diálogo y de capacidad de gestión.
El plan contra el hambre —que obligó bajo el régimen de Macri a la salida callejera de las ollas comunitarias de comida, por los barrios— genera un consenso entre todos los gestores, por lo que se espera que Fernández sumará a dirigentes de organizaciones y movimientos sociales como parte de la solución y con los cuales tiene contactos permanentes.
Fernández proclamó que para terminar con el hambre que afecta a millones de argentinos hay dos premisas: no puede existir ese flagelo en Argentina y tiene que haber mayor acceso a los alimentos. En un anuncio de las prácticas que implantará mencionó la garantía de acceso a productos básicos a los sectores más vulnerables y se reducirán los precios de una canasta básica que incorpore a todos los nutrientes necesarios.
La pobreza alcanzó al 35,4 por ciento de las personas que habitan la Argentina, el máximo valor desde que asumió Mauricio Macri, mientras que el número de indigencia se ubicó en el 7,7 por ciento, informó este lunes el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), organismo público argentino, de carácter técnico, que coordina y fiscaliza todas las actividades estadísticas oficiales que se realizan en el territorio.
En términos absolutos, hay más de 16 millones de pobres en el país, de los cuales 3,4 millones están en una situación de indigencia. La comparación frente al primer semestre del año pasado arroja una subida del índice de pobreza de 8,1 puntos porcentuales, equivalentes a casi 4 millones de personas.
MACRI, UNA FÁBRICA DE POBREZA
Entre los menores de 14 años el índice de pobreza trepó al 52,6 por ciento.
Semejante deterioro de la situación social es resultado de la destrucción del poder adquisitivo del salario y de otros ingresos junto a la crisis del mercado de trabajo, con reducción de horas trabajadas y aumento del desempleo. En el segundo semestre, con la nueva devaluación posterior a las elecciones también llamadas primarias, abiertas, simultáneas y
obligatorias (PASO) y la paralización de la economía.
LA DIPLOMACIA EMPIEZA CON NUEVA CARA
Este mes el presidente electo desplegó un importante trabajo diplomático con una visita a México, su fundamental participación en la salida con vida del ex presidente boliviano Evo Morales hacia su país, luego del golpe de Estado cívico-militar este mes, las negociaciones con países conservadores que impedían el vuelo del avión que lo trasladaba, conversación telefónica breve con su par de Estados Unidos, Donald Trump, e inicio de entrevista con el FMI.
Este político que ya se había ganado el respeto y cariño de los argentinos desde que sirvió junto a Kirchner, posee un lenguaje inclusivo que tiene uno de sus puntos más altos en la integración regional que defiende, como lo hizo su jefe entonces, para alcanzar el desarrollo sostenible sin la intromisión extranjera.
Para Fernández, que México asuma la presidencia temporal de la Comunidad Económica de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) es un buen momento para reconstruir la unidad latinoamericana y caribeña.
En Buenos Aires se reunió a principios de este mes el Grupo de Puebla, fundado hace dos años en México. En un momento histórico para el continente, 32 líderes progresistas de 12 países, entre ellos los ex mandatarios Dilma Rousseff (Brasil), José Mujica (Uruguay) y Ernesto Samper (Colombia), se reencontraron en la llamada ciudad del tango.
El futuro mandatario de los argentinos, uno de los impulsores de este grupo junto al chileno Marco Enríquez Ominami, fue el principal orador de la cita, con sede en el capitalino Hotel Emperador.
Mecanismo progresista muy diferente al contrarrevolucionario Grupo de Lima, el de Puebla aboga por construir un espacio de conversación, de acuerdo con Enríquez Ominami.
Para Fernández, se trata de “un grupo de hombres y mujeres libres que se representan a sí mismos. Somos 12 países, 32 líderes de Latinoamérica”.
Con la mira en consolidar un nuevo eje “para producir consensos regionales”, el encuentro de Buenos Aires tuvo como lema “El cambio es el progresismo”, ese que se ganaron los argentinos en las urnas con los Fernández como carta de garantía.
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