“¡Yaba-daba-doooooooo!”, gritaba Pedro Picapiedra cuando subía a su troncomóvil para volver a casa, después de todo un día de trabajo en la cantera. Como muchos otros personajes, Pedro fue creado por dos genios de los dibujitos animados:
William Hanna y Joseph Barbera, los verdaderos nombres que se ocultan detrás de una marca que mucha gente creía —en varios países incluso— que era el nombre de una señora.
No se puede hablar de uno sin mencionar al otro. La vida y el legado de William Hanna están intrínsecamente ligados al de Joseph Barbera. Y viceversa. Juntos han sido dos de los grandes creadores de la animación estadounidense del siglo XX.
Si bien tuvieron una etapa gloriosa en la pantalla grande con sus cortometrajes de Tom y Jerry, con los que ganaron siete Oscars, su verdadera contribución llegó cuando empezaron a producir series para la televisión creando un estilo y unos modos de trabajo que fueron inmediatamente imitados.
Fueron los primeros en desarrollar series de media hora dedicadas al público adulto, como Los Picapiedra, y esto significó una revolución en la manera actual de asumir la comedia para adultos… cuyo mejor ejemplo sea quizás la serie de Los Simpsons.
Tuvieron suerte. Venían de procedencias bien dispares; se conocieron trabajando en el estudio de animación Metro Goldwyn Mayer (en Tom y Jerry). Se complementaron: Hanna era bueno para los gags, para todo lo que tuviera que ver con el guión, con coordinar la imagen al sonido y darle vida a los personajes. Barbera dibujaba.
Hanna pensaba la comedia. Barbera la representaba. El dúo fue exitoso no con el diálogo sino, sobre todo, en base a gags bien sincronizados y perfectamente acentuados por música y efectos de sonido… justo tan armonizados como estaban estos dos creadores en su trabajo.
Quizás por eso la mayoría de los dibujos animados que Hanna y Barbera crearon tenían historias que giraban en torno a una amistad, o a una asociación, entre sus protagonistas, como, por ejemplo, el gato Tom y el ratón Jerry, el oso Yogi y Boo Boo, Pedro Picapiedra y Pablo Mármol, Ruff y Reddy, los Supersónicos, el equipo de Scooby-Doo…
Y pensar que todos estos animados, que acompañaron —y acompañan— el crecimiento y desarrollo de varias generaciones de niños, sucedió de forma casual, azarosa e indeterminada, sujeta a los azares caprichosos de la vida:
William era en realidad ingeniero y Joseph, banquero. No fue hasta que se quedaron sin trabajo por causa de la Depresión de los años ´30 en Estados Unidos que se dedicaron a la animación. Lo que pensaron que era el caos, resultó ser el comienzo de una carrera que marcó la infancia de varias generaciones… en varios lugares del mundo.
Hoy se considera a William Hanna uno de los mejores creadores de la animación norteamericana. Su trabajo ha marcado paradigmas inigualables en cuanto a formas y estilos. Sus personajes no son simplemente superestrellas animadas; son una parte muy querida de la cultura pop estadounidense. Estaban tan bien diseñados y eran tan redondos, que no solo entretenían en el momento, sino que llegaron a influir en la cultura de la época… todavía lo hacen. La importancia y trascendencia de su legado no tiene tiempo específico.
En una ocasión, refiriéndose a Los Picapiedra, Hanna recordó que “Pedro y Pablo nacieron de la idea más básica que existe en toda comedia, la del gordo y el flaco. El problema fue vestirles, así que fueron indios, vaqueros, peregrinos, incluso romanos, hasta que se me ocurrió pensarlos con pieles”.
Ma Elisa
29/7/15 8:34
Estoy de acuerdo con misdelis
misleidys
28/7/15 11:17
admiro mucho este programa, tiene diversos comentario muy buenos temas saludos...........
Tito
23/7/15 9:55
Siempre son buenos estos articulos. pero por que no hablande los muñes cubanos?
mariela
22/7/15 14:19
toda mi generacion crecio con esos muñes. no sabia nada de quienes eran los autores
verparaver
22/7/15 13:50
Me gusta tu analisis. Gracias !
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