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miércoles, 6 de noviembre de 2024

Una sonrisa en Remedios y dos hermanos entre nosotros

La historia de la ciudad es la esencia humana de tanta gente, que no podremos olvidar a aquellos que nos llevaron por el camino de luces y conocimientos...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 06/01/2021
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Plaza en Remedios
Cuba vino hasta Remedios con la ilusión de que levantáramos el estandarte de la vida y de la historia (Jesús Díaz Rojas/ Vanguardia)

Por aquellos años, en Europa se hablaba de la decadencia de Occidente, del aburrimiento, de la muerte del espíritu pequeño burgués y del arte representativo. Pudiéramos pensar que a una villa en lo más recóndito de Cuba, esos temas no llegaban, pero dos hermanos, ambos ajenos a lo más pedestre, miembros de la aristocracia azucarera y educados en lo más rancio; comenzaban a estudiar los orígenes de una de las ciudades culturales por excelencia de este país. El espíritu europeo impactó a José Andrés y Carlos Alberto Martínez Fortún y Foyo, miembros de honor de la academia de la Historia, abogado el uno y médico el otro, pero figuras cimeras de la investigación.

Remedios, por entonces ya en decadencia como urbe burguesa y adinerada, recogía pequeñas sumas para que los estudios de ambos historiadores no quedaran en el papel manuscrito. Y así fueron impresos los Anales y efemérides de San Juan de los Remedios y su jurisdicción, la compilación más exhaustiva de una comunidad cubana a lo largo de los siglos. Los dos hermanos, originarios de Placetas, dieron a la urbe remediana el honor de unos hijos legítimos, fundando un 24 de febrero, el Museo de Historia Local, el primero de su tipo fuera de La Habana y uno de los primados en la República.

En tiempos en que todo parecía perdido, surgía la luz y ellos, levantándose entre la podredumbre, iban con el pueblo, dándonos clases y pistas sobre los orígenes, la importancia y el orgullo de ser remedianos.

Cuenta José Andrés que él halló en un cesto de la basura cierto volumen de crónicas del pasado, hechas por el maestro Facundo Ramos, y que solo el olor a viejo y el amor por las cosas antiguas lo llevó a editar aquella compilación. Hoy resulta imposible narrar a Remedios sin los golpes acrobáticos y brillantes de esos investigadores. A los hermanos los podían ver en sus estudios, concentrados, más que en sus profesiones liberales. El pueblo reconocía que algo luminoso y noble había y llamaba a las colectas para ayudarlos en su viaje al Archivo de Indias en España, de manera que pudieran acceder a las actas originales sobre la fundación de la ciudad.

De aquellos momentos solo quedó la certeza de que en 1514 ya existíamos como sitio y que éramos el centro de algo importante en el proceso convulso de la conquista. Nada más. Remedios amó la labor de ambos hermanos y los reconoció mientras vivieron. Su casa, en la calle del Buen Viaje, actual Andrés del Río, es la sede del Archivo de Historia donde se atesoran documentos de todo tipo y se recuerda lo que una vez fuimos como pueblo y ciudad de brillo en el centro de la república. Los Fortún nos conmemoran el viejo adagio de que lo mejor de nosotros siempre viene de afuera, en una suerte de inmigración que enriquece y nos hace más artísticos e intelectuales. Ellos de Placetas y tanto otros de muchos lugares que hoy se pierden en el tiempo.

La historia es un oficio de magos, la gente vive mirando hacia el pasado, donde está la idea y en el presente solo vive en muchas ocasiones el dolor.

Vivir hoy en Remedios es leerlos, saber de los hermanos, no negarlos. Uno está al corriente  de que la vida intelectual los eleva, los valora y que sin ellos no podremos siquiera tener la pista mínima del decoro de una ciudad cubana con autoestima. Los Fortún son reconocidos a nivel nacional, muchos me envían recordaciones por haber leído este o aquel volumen de historia donde se los referencia. Pero como todo lo grande que no trasciende a las luces efímeras, pudieran quedar en el olvido. Toca a nosotros amar lo humilde de dos hombres en lo más álgido de la creación, de la identidad y el orgullo, del pueblo puesto en un sitial único.

Cuando desaparecieron, hubo como un vacío. Cuba vino hasta Remedios con la ilusión de que levantáramos el estandarte de la vida y de la historia. No ha sido fácil, ya que este 24 de diciembre, cuando la bandera nacional ondeaba en la Iglesia Mayor, muchos extrañábamos una voz que nos dijera de la trascendencia de este sitio. Sabemos que somos y que existimos, pero necesitamos del oráculo que nos lo recuerde, porque la leyenda no vive sino a través del gentío y del presente.

En uno de los salones del Archivo de Remedios está la foto de José Andrés Martínez Fortún, con su traje de la época, pareciera un hombre que se distancia del pueblo. Nada más alejado de la verdad, la gente lo conoce y lo estudia. Esta villa hoy más que nunca sabe del valor de sus hermanos, del pasado, y sobre esa roca se erige, para hacerse a sí misma con la fortaleza y el honor de las urbes fundamentales del país.

Remedios no es un nombre casual, ya que curamos los dolores de una era de incertidumbre mundial, tal y como hicieron los dos hermanos. En esta transición de épocas, ni el malestar ni el aburrimiento han hundido lo que podemos ser. La gracia nos acompaña como pueblo elegido y enterarnos de tal fin es nuestro dolor y esperanza. En ello estamos hace más de 505 años.

Para los dos hermanos, los de Placetas el honor de la villa vieja, de las dos iglesias y de los campanarios que resuenan en la noche. Allí hemos dejado como personas nuestras esencias, en los homenajes sentidos y las sonrisas sinceras.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación

Se han publicado 1 comentarios


Carmina González
 21/3/23 17:17

Buenas tardes: Soy madrileña descendiente de una remediana (mi bisabuela) y procuro leer casi todo lo que se publica de San Juan de los Remedios, ciudad que tuve ocasión de visitar y enamoró. Hoy me he encontrado con su artículo y espero leer más. Un saludo.

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