La música en Cuba pudiera ser un negocio rentable, pero resulta que aún no se crea el circuito que proteja y a la vez haga prosperar al sector. Mucho trecho les queda a las casas discográficas que en ocasiones creen que todo termina en la edición del fonograma y su puesta en algún quiosquito de venta.
Un mercado creciente, que proviene del interés turístico, se rellena con discos viejos, muchos de ellos long play, recuerdos de una época en la discografía nacional que iba desde los Van Van hasta la música de concierto.
Y es que la isla de la música debiera tener una presencia mucho mayor en la industria mundial, porque no se puede perder de vista el carácter de mercancía que lo popular asume en otros contextos. Un aspecto este último que, si bien lastra la calidad, se aprovecharía a favor de ganancias para nuestros artistas.
Una industria miserable no podrá resistirse a los embates del mercado consumista, así vemos que priman en nuestro país las grabaciones a grupos de reguetón que, salidos de la nada, pronto se hacen de “un nombre” y sobre todo de mucho dinero. Vender discos tiene que normarse en favor de la auténtica vanguardia, porque sé de muchos que ni siquiera pueden llegar a un single y que ya les sobra calidad necesaria.
Las giras y la venta de discos, la programación cultural, el balance de géneros, todas esas son asignaturas pendientes en las casas discográficas y su relación dialéctica con un mercado a ratos caótico o inexistente.
Sin ir más lejos, un conocido reguetonero, de cuyo nombre no quisiera acordarme, vino hasta Remedios en una de sus giras y, además de la promoción eficiente de su último “disco”, salió en el escenario nocturno de la ciudad en la mayor actitud grosera. En aquella jornada dejó que, públicamente, algunas chicas masajearan su zona genital.
La barbarie se adueña de los espacios comerciales, priman en esos “discos” las “tiraderas” entre autores de reguetón, algunos de ellos incluso posan de ser “artistas de vanguardia” y hasta “integrados a la Revolución”. Pero la obra social demuestra siempre ser ajena a esos advenedizos que rellenan de excretas sus bocas y los surcos electrónicos de los CD. Recordemos aquella carta grosera y poco ortográfica de uno de aquellos “artistas” hacia el entonces ministro de Cultura Abel Prieto.
Todo eso ocurre cuando se deja hacer sin normativas y no existe, como dijera Foucault, el contrapoder necesario que contrarreste la existencia de un poder externo y que nos permea por día. La cultura mainstream, la de las tiendas exclusivas y las marcas caras, esa es la que viene empaquetada en el mercado discográfico que se presenta como alternativa a nuestro proyecto.
Junto al trabajo de las casas discográficas debe estar el papel de la crítica, esa que, desde que Rufo Caballero cesanteara en nuestros medios, adolece de figuras centrales. Recuerdo las acertadas líneas de ese (valga el apellido) caballero del pensamiento hacia los entonces nacientes formatos del reguetón, así como las correcciones éticas y estéticas hechas a cada uno de los videoclips o canciones grabadas. ¿Qué diría el gordo sobre barbaridades de hoy como “Mi amiguito el pipi”, “El palón divino” o “Mi palito presidiario”?
En una Cuba que se llena de speakers ambulantes traídos de Panamá, con trap y reguetón a todo volumen, en ese país de ademanes toscos que ya no quiere parecerse a la igualdad, los discos no dictan la norma del buen gusto. Además de los altos precios de algunas excelentes facturas, falta la formación del juicio y el gusto, en medio de un aplanamiento mediático totalizador. Aún resuena el capítulo de los “Lucas” (¡ay los “Lucas”!) cuando salió nominada aquella canción pornográfica del chupa-chupa.
Hay un secreto a voces, que se dice poco en los medios de la crítica, y es que esas canciones que salen en discográficas nuestras o foráneas, temas que ningunean a la mujer y hablan groserías, quieren retraernos a algo. Nos llevan a un pasado, esa isla burdel, en la que una cubana valía poco y se vendía bien.
Detrás de la agresividad del macho que canta desde un disco, está el pensamiento colonizado de la bestia tercermundista, orgullosa de su brutalidad y servilismo a los que pagan su descapotable por toda La Habana y el viajecito a cualquier país. No hace falta ser Rufo Caballero para darnos cuenta del relajo en que convirtieron gran parte de nuestro consumo discográfico, de la industria cubana de la música.
¿Adónde ir hoy si doquiera están los reguetoneros aliados o liados? No se trata del género ni del ritmo, sino de los contenidos y los contextos socioculturales generados por los autores. La ola ha crecido tanto que no podemos decir que una ley, una prohibición vayan a arreglar el inmenso daño antropológico de la grosería.
Junto a los discos y los consumos está la hipersexualización de la infancia y la adolescencia, así, una niña de 12 años ya sabe TODO acerca de las relaciones íntimas, tanto que quizás ruborice a sus padres. Los contextos del reguetón, del trap, pudieran catalogarse a veces como de un expuesto abuso infantil.
La industria, que maneja la brutalidad, sabe servirse de esta con inteligencia, siembra para el mañana, sexualiza a los niños, les mete el germen de un gusto banal que los hace creerse merecedores de ese descapotable que viaja por La Habana y lleno de mujeres jóvenes con poca ropa… La historia continúa, los discos suenan.
Dámaris Blanco
27/3/19 10:25
Muchas Felicidades al periodista por este gran artículo y tiene toda la razón, yo pienso que no se puede confundir la libertad de expresar sentimientos, deseos o cualquier cosa con vulgaridades, expresiones de mal gusto o libertinaje. Muchos que la defienden podrían decir de los que la criticamos tenemos una mente estrecha cuando realmente quienes lo tienen son los que usan en sus canciones palabras obscenas que insitan a los jóvenes sobre todo a manifestarse de modo indebido e irrespetuoso. Estoy a favor de la música moderna y vanguardista, pero una música que enaltesca las buenas costumbres, no que las denigre y menos con injurias y ofensas. Puede ser divertida, ocurrente, distinguida y autónoma a la vez, sin tener que llegar a ser ordinaria. También pienso que debería existir algún tipo de regulación que ayude de manera constructiva, no destructiva, sin llegar a la represalia, sino que comprometa a estas agrupaciones a instruirse más y mejor de lo que puede ser una buena factura musical.
maria
19/9/18 13:03
Y el pirulí dónde lo dejan o ese no, por lo que es, pregunto
Foren
18/9/18 9:45
Muy acertado el comentario, hasta los de Afuera han cambiado, entonces nosotros seguimos con esa vulgaridad y lo mas lindo no se hace nada para evitarlo.
Firefly
18/9/18 16:21
Cierto. Una vez alguien me dijo que aquí nadie obliga a nadie a escuchar requeton y Trap y por tanto, el que le guste que lo escuche y ya.... yo pregunto, ¿Y cuando se suben a una guagua con una de esas bocinas y te lo ponen a todo meter, en una sarta de groserías y cochinadas que hasta los niños oyen, no es obligar? ¿O cuando el mismo chofer de la guagua lo pone? ¿O cuando mi vecino mete a todo volumen su ¨palito presidiario¨ como si no bastase que en su casa haya música, sino que quiere que se entere el barrio entero? Por mí, si a alguien le gusta, bien por el, que se ponga audifonos y lo oiga, pero la defachatez y falta de respeto que estamos viviendo ya se pasa.
DanielMB
18/9/18 8:57
Estoy al 200% de acuerdo con el artículo, pero desgraciadamente, el asunto considero se ha ido de las manos, ya demasiado lejos y no sé si tenga solución, ni siquiera a largo plazo. A la sociedad cubana actual la corroe el mal gusto, la ausencia lastimosa de las más elementales normas de convivencia y respeto social y esta ... ¿música? (perdón, ¿se le puede llamar así, no habrá otra palabra en el diccionario de la RAE que se acerque más?), es no solamente su reflejo, sino al mismo tiempo, su mejor aliado.
Pienso que las cartas en el asunto debieron tomarse desde hace mucho tiempo atrás ayer, por eso es mi pesimismo de hoy. Hay un dicho muy conocido y socorrido por todos, que reza que "árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza". Soy de los que aún con su pesimismo confeso y convencido a cuestas, quiere dejar una mínima esperanza de que esto tenga solución y remedio. Y no es contra el género en sí, es contra las letras de MUY mal gusto a lo que me opongo.
Como bien alguien comentó, es un verdadero infierno estar en un lugar y estar siendo agredido por varias "canciones" a la vez. Las letras en ocasiones son muy hirientes, en otras ni siquiera logro descifrarlas, pero en cualquier caso hacen daño. Lo más penoso es que es la generación de hoy y de mañana la que la consume, ¿qué seremos en el futuro cercano? Realmente es MUY preocupante.
Lissette DVLH
17/9/18 20:21
Estamos viviendo una ERA del mal gusto,falta de educación y pérdida de valores.Como todo es una cadena que se arrastra,las consecuencias nos alcanzan a todos y nos afectan a la larga o a la corta.
Buen artículo.
REDISAN
14/9/18 15:03
Excelente artículo, felicidades a su autor.....pero desgraciadamente solamente comentar no resuelvo el problema....hace falta que las autoridades tomen carta en el asunto y se hagan leyes severas y ejemplarizantes con los violadores de la tranquilidad ciudadana con esos SPEAKERS ambulantes a todo volumen....oiga, nada más hay que subirse a un "P" (u otra ruta cualquiera), que el chofer tenga puesta "MUSICA" a todo volumen y además se monten dos o tres personas con "APARATICOS" de esos y Cada Uno tenga una musica diferente a todo volumen....SENCILLAMENTE UN INFIERNO.....y no solo en una guagua, en cualquier espacio público se puede apreciar tal violación..... y en muchos casos frente a las autoridades que deben imponer el orden, sin que tomen cartas en el asunto.
Una vez más felicidades al autor por el artículo
Mauricio Escuela
17/9/18 12:19
Gracias por leer amigo, esperemos que las cosas mejoren...
Tom_Bombadil
13/9/18 8:32
Si lo que le faltó decir es muerte al artista independiente que no se asocie con una institución y no haga caso de las directrices de arriba
sachiel
14/9/18 13:39
Yo no recuerdo que los hobbits hicieran regguetón o trap....pero bueno, ya que usted los defiende (a los malos ejemplos..), me pudiera decir porque tanta obscenidad acumulada en esas canciones?
YEN
12/9/18 13:25
Genial, muchas felicidades por su trabajo!. Acá en Granma tenemos a un grupo de personas que realizan un trabajo similar en centros de trabajo y estudio, hablando de la problemática del reguetón y las aristas negativas del mismo en la población joven. Concuerdo que no es el ritmo son las letras y lo peor es que el consumo se realiza de forma acrítica.
MMC
12/9/18 11:50
Muy bueno el articulo, felicidades a este periodista, soy joven y me abochorna la manera tan cruel que desmembra los valores de la juventud esta musica con letras tan prosaicas. pero nada tienen exito, dinero, disfrutan y estanen la cuspide.
ManuelF
12/9/18 10:37
Muy buen artículo, muy esclarecedor, es exactamente eso lo que está pasando.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.