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viernes, 22 de noviembre de 2024

La UNEAC contra el lanzallamas

Hay que criticar, ser irreverentes, jamás cabizbajos, pero con la dignidad de quien dice porque quiere lo mejor...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 05/06/2019
2 comentarios
Celebra UNEAC
En los artistas e intelectuales reside el deseo de avanzar por las más finas hebras de la inteligencia humana

Un amigo escritor villaclareño me sugiere que la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) es como la pechuga del gallo, que hay que cuidarla en las mejores y más duras lides, so pena de que aves más rapaces se la coman. En realidad, he leído y escuchado muchas veces el título de “oficialista” para esta organización de la sociedad civil, que mantiene, evento tras otro, el más crítico y profundo discurso con respecto a los males de nuestra sociedad, algo que no conviene silenciar.

Los artistas e intelectuales son una conciencia crítica, un tanque pensante, en ellos reside el deseo de avanzar por las más finas hebras de la inteligencia humana, sin menoscabo de verdades tangibles y hasta pragmáticas. Recuerdo uno de esos congresos, allá en mi época de estudiante de periodismo, que nos conmocionó a todos en la Universidad, por el talante atrevido de los discursos, tanto, que muchos pensamos que se trataba del inicio una nueva era en la construcción social de Cuba, cuando en verdad acontecía el más genuino debate en términos de conciencia.

Ahora, en los tiempos de la inmediatez, cuando las redes sociales se roban el show y todos prefieren un post antes que un podio, es bueno recordar que durante décadas, los intelectuales necesitaron y tuvieron en la UNEAC ese espacio público para criticar, concientizar y hacerlo además con el comedimiento de quien construye un parabién. Porque hablar no es lanzar llamas, aunque a veces se le parezca, y haya quien crea que las redes son para buscar likes y comentarios, a costa del prestigio de los demás y de la paciencia de los propios usuarios.

Los lanzallamas usan, por ejemplo, etiquetas en las que no cabe el debate, donde el universo ya está cerrado y las coronas, lejos de ser laureles, son flores que salen de una boca maledicente y malintencionada. Y esos son los que quieren copar las redes o silenciar los podios, y a eso van, con la marca de la bestia en un lado del caparazón, despertando cada mañana con las patas hacia arriba, en una metamorfosis que los lleva a su verdadero estado de gracia: el odio.

Hay que criticar, ser irreverentes, jamás cabizbajos, pero con la dignidad de quien dice porque quiere lo mejor, un bien auténtico y general, no uno hecho a la medida personal, amargo y egoísta. Porque lo que sucede con la UNEAC es también para todos, es la desaparición de nuestros espacios físicos en pro de otros que no llegan a ser nuestros, porque ni siquiera existieron jamás. La verdad no tiene que ser totalitaria ni ofensiva, sino sanadora, necesariamente útil.

La pechuga del gallo, la que muchos ahora se dejan comer en lides distintas, se construyó a partir de peleas en las que el consenso se hizo en una barricada, no en salones de perfumes y banquetes. En un corto de Eduardo del Llano, dos personajes de diferentes eras, ambos artistas, se encuentran en un café donde el tiempo se rompe. El hombre de espejuelos dice ser Virgilio Piñera y narra los sucesos de la década de los 60, como quien vive sin saber de la trascendencia y las matrices posteriores, el otro, una especie de outsider de todas las eras, relee esa historia sin que en su tendenciosidad deje de contender con justicia y sinceridad con aquel pasado. Dicha pulsión está presente en todos los momentos de debate de nuestra cultura.

No hay, en los hechos reales, solamente hechos, sino que la interpretación tiene un papel casi factual. Ya lo dijo Nietzsche, que los sistemas de ideas resultan casi mayores en peso histórico que las anécdotas cotidianas, contadas al pie de una montaña, luego de un viaje en el que no todos fuimos testigos directos. Las interpretaciones también se pueden manejar, y las redes han sido la fórmula perfecta en la creación de relatos, unos que se dirigen a gente que no presenciaron hechos y que andan con el ansia natural de saber y tomar partido por una u otra tendencia dominante.

Por eso la UNEAC tiene un papel que recobrar, sino que rehacer, el de los consensos, y no se trata del aplanamiento de la opinión divergente, sino del paraguas que sirve de podio, aunque la imagen sea hasta surrealista. Un sitio para todos, donde nadie deba echar a un lado su yo, porque tenga que adaptarse a las circunstancias, por duras que sean, pero que se trate de una subjetividad plena y auténtica, no de una que ande por las redes rodeada de llamas y humos que nada aportan más que odio.

En una reciente vista a esos espacios vi dos ofensas a dos personas, ambos artistas, y luego una tercera referencia despreciativa. Las razones en realidad estaban subyacentes en una mentalidad intolerante y enfermiza, que no mira al otro divergente como natural, sino siempre como la cosa a destruir. Por suerte, nuestro pueblo sabe distinguir entre quienes humanamente sirven, tanto como artistas, y los que solo buscan un minuto de likes, clicks, vistas, compartidos en Facebook, etc. Dicho ataque era contra un bien mayor, la UNEAC misma, pero como venía de alguien de tan bajas interpretaciones ni siquiera llegaba a ser una interpretación.

A eso se refería Nietzsche con la primacía de la idea por encima de los hechos, no se trata de negar la historia, sino de verla como ese relato que hilamos entre todos, para que sus hebras no vayan a dar a las llamas de las redes sociales. La pechuga del gallo, la que ganamos tantas veces, no ha perdido su esencia peleonera ni el podio dejó de ser necesario, sino que está allí, en el foro honesto y el gesto que no requiere de túnicas ni afeites para que construya una verdad siempre interpretada.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación

Se han publicado 2 comentarios


Mauricio Escuela
 7/6/19 13:35

No es la primera vez que Cubahora publica un comentario de esta naturaleza, pero si miramos las palabras: inflado y megalómano, sabremos que infringe la norma de "no se permiten comentarios injuriantes". Un saludo a la revista a la que le dedico parte de mi tiempo, pensamiento y esfuerzo modesto.

lázara
 6/6/19 23:17

No comparto tu criterio. Es inflado y poco objetivo, megalómano el artículo

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