Por: Mabel Torres
Arturo Arango define su vínculo con el cine como algo tardío. Quizás no imaginaba que la pasión por la literatura, pertenecer a una generación de soñadores y un poco de azar lo llevaría a establecer un profundo lazo con el séptimo arte. Como guionista y escritor, Arango vive la magia de ambos mundos: cine y letras. De ahí que la primera película con un guion suyo fuese la popular cinta cubana Lista de espera, de Juan Carlos Tabío, inspirado en un cuento firmado por el propio Arturo.
Más tarde escribiría El cuerno de la abundancia, que convirtió luego en un relato. Como él mismo apunta, su vocación consiste en pensar el cine desde el guion: «He tratado de mantener esa relación bilateral: literatura-cine. Me considero más una persona de letras que de cine y en última instancia lo que hago es contar historias y enseñar a contar historias».
El también profesor de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños –donde además de desempeñarse como jefe de la cátedra de guion, dirige la maestría en esa especialidad–, llega a la 40 entrega del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano como jurado en la categoría de «Guiones inéditos».
Al referirse a la producción de este engranaje en la concepción de una película, Arturo afirmó que los buenos filmes tienen detrás buenos guiones y resaltó que la mayoría de las obras premiadas en el Festival, durante los últimos años, cuentan con dicha potencialidad. Además, agregó que en América Latina encontramos distintos modos de narrar, más allá de los convencionales.
En el diálogo, Arturo destacó el progresivo reconocimiento de nuestros contextos, cultura e idiosincrasia, presente en el cine latinoamericano a partir de la consolidación de las cinematografías nacionales. «Cuando este Festival comenzó solo había cuatro o cinco países que contaban con una industria sólida. Sin embargo, se han sumado naciones como Colombia, República Dominicana, Perú... Tampoco es extraño ver películas panameñas u hondureñas. Esto también tiene que ver con el desarrollo tecnológico. Hoy podemos filmar con equipos de personas más reducidos o cámaras más livianas y económicas», señaló.
Mientras conversaba acerca de la presente edición del Festival, Arturo informó que en concurso quedaban diecisiete finalistas, diversos en cuanto a tópicos y géneros. En ese sentido, subrayó como elementos positivos la representación de espacios rurales, los temas históricos, así como una buena construcción de personajes. «Los guiones inéditos siempre son apuestas, lo que sería la trastienda del inicio de una película», comentó.
«En América Latina hay un saber hacer en materia de guiones. Me irrita mucho –enfatizó– cuando los críticos dicen que el gran problema del cine latinoamericano o cubano es el guion. Si una película con un mal guion se produce también, es culpa de los realizadores que han llevado al cine un guion inmaduro o poco interesante».
Sobre los retos que aún se vislumbran en el horizonte con respecto a la fílmica latinoamericana, Arturo advirtió que carecemos de un mercado sólido. De acuerdo con el jurado, la razón radica en la distribución, un empeño que debe materializarse para poner fin a la hegemonía de un solo tipo de cine o modelo cultural: «Este festival al igual que otros efectuados en la región representa un sendero para ganar esa gran batalla y que el público latinoamericano conozca el cine latinoamericano», sostuvo.
Arturo Arango definió el Festival de Cine de La Habana como una manera de ponerse al día, un espacio de encuentro que «ha enseñado al cine latinoamericano a reconocerse a sí mismo y a aprender a hablar su propio idioma».
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