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lunes, 23 de diciembre de 2024

Danzas y diálogos sin palabras

Hacer un arte de vanguardia no debería significar la ausencia de diálogo con los espectadores en los espectáculos danzarios...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 05/09/2018
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Acosta Danza
La danza no es solo un ejercicio gimnástico, sino que desde sus inicios se caracterizó por ir unida a los contextos humanos.

Pasar por delante de la sede de Acosta Danza en la ciudad de La Habana es la certeza de que allí, en ese inmueble de por sí bello, se hace un arte comprometido con la más esencial vanguardia del mundo. Proyectos así, de alto vuelo, debieran florecer por toda el país bajo el apoyo de las diferentes agencias y centros danzarios. El director de la compañía, una figura de las artes de corte universal, prefirió la apuesta por su patio y retornó con los conocimientos y el brillo.

Para quienes piensan que Cuba no es una plaza fuerte en el arte culto, la dirección tomada por Carlos Acosta pareciera descabellada, pero muchos sabemos que nuestro país no sólo dispone de un club de balletómanos, sino de una cantera de jóvenes que están dispuestos a ejercer o apreciar la buena danza.

Otros proyectos también en la línea del ballet clásico, el contemporáneo, fructifican en las plazas cubanas y extranjeras, hallando en el sustrato de las escuelas de arte el insumo necesario para el futuro. Sin embargo, el arte del movimiento, de gran arraigo capitalino, corre el riesgo de volverse harto distante de los gustos del cubano que vive allende los kilómetros de La Habana.

Soñar con verdaderas giras, por municipios y ciudades pequeñas, no es sólo cuestión de que existan iniciativas como las de Acosta, sino de infraestructuras escénicas. La situación del inmueble teatral cubano es difícil, en un país que disfrutó de un pasado lleno de salas, ya fueran de cine o de presentaciones.

Muchas veces desde este espacio periodístico se aboga por una cultura que, genuina, lleva, no obstante, inversiones, recursos, sensibilidades. Se podrá suplir un escenario para una obra de danza alternativa, pero ballets clásicos como los de Tchaikovsky llevan ciertas condiciones mínimas.

Ese distanciamiento entre el fenómeno danzario y su apreciación pone en peligro las vocaciones de los más jóvenes, a la vez que convierte el mundo de la creación coreográfica en un fenómeno -a veces- elitista, propio de giras al extranjero y proyectos poco conocidos en la arena cubana.

Distanciarse del mundo local convierte a danzas de orden contemporáneo en discursos extraños, en artes sin consumo ni espacio; en fin, que se oscurece un arte que nació para ser apreciado en salas multitudinarias.

La compañía Danza del Alma señala un camino alternativo y en contacto con la vanguardia, una forma de hacer que supo adaptarse a las dificultades, incluso, con los escenarios, pero no se le puede exigir al gremio en pleno que asuma iniciativas similares. La cultura, la buena y la necesaria, lleva también dinero.

En la línea de “montar por montar” y desfasarse de las corrientes de pensamiento que bullen en la sociedad cubana, se han creado coreografías que carecen del sustento original y caen en un formulario manido de gestos y amagos sicológicos. Prima en este último ejemplo un dejo academicista que para nada responde a un diálogo sincero con las vanguardias y los gustos del público ya sea formado o amateur.

Una vez escuché a uno de esos coreógrafos decir que su arte (criptográfico) era un reto para el público y, conociendo de la obra en cuestión, pensé que en realidad se trataba de un misterio hasta para él mismo, que componía los movimientos en medio de la abstracción más desmedida. 

Hacer un arte de vanguardia no significa la ausencia de diálogo con los espectadores, como ha sucedido en ocasiones, tal vez producto de ese desfase con el público del resto del país no capitalino. Ya se sabe que no están las condiciones deseadas, ni siquiera la programación cultural cuenta con el balance de consumo necesario entre reguetón y ballet clásico y contemporáneo.

La creatividad o el estancamiento de la coreografía pueden responder a causas multifactoriales; pueden provenir de épocas que no supieron suceder con dignidad el legado de una Alicia Alonso, quien supo presentarse delante de campesinos, militares, obreros de las diferentes industrias y generar así la sinergia inevitable.

Si un error es que se asuma que los públicos del interior no tienen “el nivel” suficiente para apreciar el arte clásico, peor resulta que a priori un coreógrafo tenga una actitud de “lord inglés” y desprecie el diálogo enriquecedor con el público activo. No se trata de ser complaciente, ni de renunciar al reto, sino de dejar de esconderse detrás de fórmulas escapistas, muchas de ellas en realidad manidas o resultado de un simple entrenamiento.

La danza no es solo un ejercicio gimnástico, sino que desde sus inicios se caracterizó por ir unida a los contextos humanos y expresar ya sea la magia, ya la filosofía del instante, por ello puede devenir perjudicial el distanciamiento producto de vicios o de carencias materiales o de falta de coherencia y tacto en el diseño cultural.

Quedan buenos ejemplos: Acosta Danza, con su sede en una Habana cosmopolita y que oye reguetón y trap, representa la punta del iceberg del artista cuya obra, sin dejar el reto, quiere acceder a todos o a la mayoría. Él, Carlos Acosta, pudo pensarse en otros contextos, pero eligió el suyo, quizás en la certeza de que danzar es dialogar más allá de las palabras.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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