viernes, 26 de abril de 2024

Daddy Yankee se retira: lo que no dicen en las noticias (I)

Su cotización como fetiche ha tenido que ver con su capacidad de promover los discursos dominantes, los del neoliberalismo y la meritocracia…

José Ángel Téllez Villalón
en Exclusivo 08/04/2022
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Daddy Yankee  se retira
Daddy Yankee resultó exitoso porque su estela simbólica se avino a los intereses de las que dominan la industria musical dominante (Foto tomada de RPP)

Un “famoso” es un símbolo de éxito, un ganador de la competencia neoliberal. Es un condensado de sentidos y significados, estructurados  según la axiología que se ha hecho hegemónica, la de la clase dominante.  Daddy Yankee  resultó  exitoso porque  su  estela simbólica (su capacidad de volverse un referente para el  comportamiento colectivo) se avino a los intereses de las  que dominan la industria musical mainstream.  El “rey de los reguetoneros” - como  Bad Bunny, J Balvin y Farruko-, le  ha aportado a las marcas con las que ha hecho sinergia el “elemento trascendente” que las revaloriza en el mercado, y viceversa. Para mayor virulencia de la pandemia consumista y de la “racionalidad neoliberal”.

Más allá de su talento como MC, su cotización como fetiche ha tenido que ver con su capacidad de promover los discursos dominantes, los del nuevo liberalismo y la meritocracia.  “Siempre trabajé para no fallarles, para no buscarme un problema, con mucha disciplina, para poder inspirar a todos los chamaquitos a que sean líderes. Que sueñen con crecer, que no piensen en limitaciones y trabajen por su familia y por los suyos”. Es uno de los mensajes  del video en el que anunció su retiro, el pasado 30 de marzo.

Un mensaje equivalente al de J Balvin, posando junto a su tercer avión: “Aquí inspiramos, no alardeamos. Disfruten el proceso y sueñen en grande".  El “persigue tus sueños”,  y el “si quieres, puedes”, de los “expertos”   de la “Happycracia”,  que reiteran  los anuncios publicitarios. Hijas todas de la falacia neoliberal de “todos pueden ser ricos”.

“En los barrios donde nosotros crecimos la mayoría queríamos ser narcotraficantes. Hoy por hoy yo bajo pa’ los barrios y los caseríos, y la mayoría quieren ser cantantes. Eso pa’ mi vale mucho”, fue otro los mensajes de “El Cangri”. ¡Vaya resultado de su emprendimiento! Merece unos aplausos, pero ayudaríamos a enterrar con el ruido otra falacia: no hace falta la revolución social, sino  el  ejemplo de un empresario  exitoso  como Daddy Yankee. Es como otra representación de la mano invisible del mercado que aludía Adam Smith.

Durante tres décadas el nacido en Puerto Rico como Ramón Ayala Rodríguez,  ha construido su marca con una mitología poderosa, asociada  al  “governing rationality”.  Como émulo del neosujeto que anticipó  Foucault, como “empresario de sí mismo”, cuyo goce es medido  según la lógica de la eficiencia empresarial.

Daddy Yankee y la industria del lujo (Foto tomada de https://datocurioso.com.mx) 

“Me volví empresario por obligación”, contó “El Jefe” en septiembre pasado, durante  su participación en el apartado “El superestrella”, uno de los foros de los premios Latin Billboard. Allí, en el Faena Forum de Miami Beach,  se autoproclamó  ganador. Declaró que como dueño de los másters de las grabaciones, dueño como era de su propia discográfica, aun con menos ventas de copias que otros colegas suyos,  pudo recibir más dinero. Y cuando “explota (el disco de 2004) ‘Barrio Fino’, yo siendo mi propio jefe, pues el cheque vino bien”.

Aquel día, sonriente, por su  éxito como capital,  también se colgó el medallón como  “padre del reggaetón” y responsable de su explosión mundial. “Nosotros creamos el reguetón”, declaró el puertorriqueño durante su participación en la segunda fecha del evento. Recordó que  “Barrio Fino”, su tercer disco de estudio, fue catapultado en gran medida  por el icónico tema “Gasolina”, una canción que “cambió la música, no la música latina, sino la música a nivel mundial”, porque “estableció una cultura y fijó al reguetón a nivel global”, enarboló.

Lo  reiteró en el referido  video donde anunció el fin de su carrera musical, de su  maratón de experiencias: “Este género la gente dice que yo lo hice mundial, pero fueron ustedes los que me dieron la llave para abrir las puertas para convertir este género en el más grande del mundo”.

Para el crítico musical Francisco Melgar Wong, “lo más importante de Daddy Yankee es haber sido protagonista de dos momentos en los que el reguetón, la música urbana, logró ingresar de modo significativo al mercado estadounidense. El primero, en 2004, cuando 'Gasolina' ingresó al Hot 100 de Billboard; el segundo, cuando cantó al lado de Luis Fonsi en 'Despacito', canción que se convirtió en número 1 del Hot 100, inaugurando el actual auge de la música urbana en Estados Unidos y el mundo”.

Por ello, según cierta narrativa, deberíamos estar orgulloso de sus triunfos, “uno de los grandes representantes de la música latina en el último tiempo y pionero del reggaetón como fenómeno global”.  Porque el superestrella puso en lo más alto del globo la “raza latina”, ese constructo colonizador, aprovechado desde los 90  del siglo pasado por  el “marketing multicultural”.

Lo “latino”, sépase,  es el más exitoso ensayo de las transnacionales estadounidenses  para  “lograr una especie de condimento de marketing para todos los habitantes del mundo”, para crear “una ubicuidad, un mundo unívoco, un centro comercial global donde las corporaciones pueden vender un producto único en diversos países”,  para vender “una sola cosa y la misma”, como apuntó Naomi Klein en su libro No logo.  Para liquidar la identidad,  con el añadido, de blanquear su colonizadora intención.

Como afirmamos en otro texto, ese es el propósito de una paella de signos  como  “China”, con Daddy Yankee,  Anuel, Karol G, Ozuna y J Balvin. Vendernos ese sabor “promedio”, no localizado en ninguno de nuestros pueblos, y si acaso en la pretendida capital del “mundo latino”, Miami.

Los expertos del “marketing multiétnico saben bien de las potencialidades del reguetón, por la hibridez que porta. Esa mixtura de ritmos como el dancehall jamaiquino y el hip hop estadounidense. Y más, si es defendido por un símbolo mixto como Daddy Yankee.

Vale recordar que su apodo ‘Daddy’ se debe a su admiración por el rapero estadounidense  ‘Big daddy Kane’.  ‘Yankee’, la otra mitad, tiene que ver con el significado de esta palabra en Puerto Rico,  referido a las personas que consiguen grandes hazañas. También alude a los  ‘Yankee’,  el equipo de béisbol del que  ha sido fan.

Como las palabras arrastran, hasta donde lleguen, una cola de significaciones, su marca esta imantada por el “sueño americano” y la solución que viene desde allá.  Como están imantados con el Norte los identificativos de su fin de carrera. Nótese que es todo en inglés  el  título del disco y es híbrido el de su gira panamericana: La última vuelta world tour. Por igual, el nombre de su sello discográfico (El Cartel Records), uno de sus apodos, Big Boss, aluden al mundo de la de las drogas, que tiene como mercado más importante a  EE. UU.  

Y si se habla de paella eso es Legendaddy, su último disco. Producido fundamentalmente por el propio Daddy Yankee y el dúo dominicano Luny Tunes, fue lanzado a la venta el 24 de marzo, cuatro días después de  anunciar su retiro. “Les voy a dar todos los estilos que me han definido en un solo álbum. Legendaddy es lucha, es fiesta, es guerra, romance”, compartió sobre su colección de fórmulas exitosas, entre las cuales no podía faltar el llamado featuring. El disco cuenta con las colaboraciones Natti Natasha, Becky G,  Bad Bunny, Pitbull, Lil Jon, Rauw Alejandro, El Alfa, Myke Towers y Sech; cotizadas marcas  “latinas”  y anglosajonas.

Musicalmente  hablando, su séptimo álbum y el primero en una década, incluirá 19 temas que tratan de dar un repaso de las diversas  modalidades de la música urbana a la que tuvo acostumbrada a sus seguidores. Menos su  primer delivery de raper gringo o aquel tan parecido a El General, hay un poco de  “Lo que pasó, pasó”; de  “Llamado de emergencia”, de “Dura” y por supuesto de la   “Gasolina”.  Esencialmente reguetón, con ingredientes del pop, de la salsa y del trap latino.

Los títulos dan algunas señas de por dónde va: "Legendaddy" (Intro), "Campeón", "Remix", "Pasatiempo", "Rumbatón", "X última vez", "Para siempre", "Uno quitao' y otro puesto", "Truquito" (Skit), "El abusador del abusador", "Enchuletiao'", "Agua", "Zona del perreo", "Hoy", "La ola", "Bombón", "El rey de lo imperfecto", "Impares" y "Bloke”.


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José Ángel Téllez Villalón

Periodista cultural


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