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martes, 19 de noviembre de 2024

Vejez con rostro feliz

Y si cuando crezca sirve mi comida en el plato de metal, el más destartalado; si me sienta a comer en una mesa aparte, sola, donde nadie me escucha o me ve; si me deja la peor ración porque supone que, por tan vieja, necesito poco...

Leticia Martínez Hernández en Exclusivo 13/06/2015
3 comentarios

Y si cuando crezca ubica mi cama, la que siempre habitó el espacio privilegiado, a un costado de la sala; si noche tras noche duermo con sobresaltos por todos los que entran a deshora; si empaca los recuerdos que habitan cada una de mis gavetas, para ponerlos en el lugar más apartado de la casa, el más inaccesible para mis cansados pies; y si recoge mis ropas, las de las bodas, los quince, la iglesia, los entierros, porque el escaparate de mi juventud ahora es para los recién casados.

Y si cuando crezca se olvida de todas las veces que la acompañé, de cuando dejé dormir por su dolor de oído, de cuando lloré con ella a la puerta del círculo infantil, de cuando me tapé con ella los ojos para no ver el fantasma de los muñequitos. Si de grande se le borran los recuerdos y pasa de mí porque tiene cosas más importantes que hacer.

Y si cuando crezca deja de escucharme; si mis argumentos le parecen ridículos, si no toma en cuenta mis opiniones, si cree entonces que mis consejos dejaron de ser atinados. Y si de repente se desespera y grita porque me he vuelto lenta, porque casi no oigo, porque tropiezo con las cosas, porque me niego al cambio brusco...

Solo la suposición, entristece.

Las estadísticas casi nunca fallan y pueden mostrar números abominables como el que indica que casi el 50% de los maltratos a los ancianos provienen de sus hijos o nietos. Nada más doloroso que el ultraje nacido del propio hogar.

Por eso, cuando la Organización de Naciones Unidas apunta el 15 de junio como día mundial de toma de conciencia del abuso y maltrato a la vejez, visibiliza al menos un asunto que, por sufrirse casi siempre puertas adentro del hogar, pareciera que no existe.

Sin embargo, en ese espacio íntimo las generaciones mayores también sufren. Es allí donde muchos se sienten aislados, incomprendidos, olvidados, menospreciados; donde los tantísimos años no valen porque los tiempos que corren terminan por apreciar al más rápido, al adaptable, al avispado, y ese casi nunca tendrá unas canas que mostrar.

¿Será acaso que cuando el anciano fue menospreciado, había un niño cerca para “mal aprender”? ¿Será que cuando se favoreció al más joven de casa fue porque antes se privó de algo al anciano? ¿Será que cuando nació un mal gesto, una mala frase, un desagravio al abuelo, no hubo un padre para decir basta?

Sobre esos temas pensaba hace unos días, luego de que mi hija, entre juegos y juegos de muñecas, salió de su cuento en miniaturas para decirme que cuando yo fuera viejita me llevaría al médico y al parque. Al parecer mi vejez tendrá un rostro feliz, en vano no han sido los buenos ejemplos.


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Leticia Martínez Hernández

Madre y periodista, ambas profesiones a tiempo completo...

Se han publicado 3 comentarios


carlosvaradero
 22/6/15 9:36

Realmente el relato de por si entristece, y lo peor es que siempre creeemos que nosotros nunca vamos a envejecer....y què pena porque de veras todos llegaremos a esa edad.
Pienso que el pais y la sociedad toda debe trabajar en base a esa parte de la poblaciòn que tanto necesita de afecto, cariño y cuidados especiales, me pregunto:

Estaremos los cubanos preparado para enfrentar esta situaciòn del envejecimiento poblacional, con tantas limitaciones y carencias, pero sobre todo con esta pèrdida de valores con la que convivimos?

Creo que es hora de ir pensando en eso y sobre todo trabajar de lleno para que nuestros abuelos y padres tengan una vejez digna!...y tambien nosotros por supuesto!

arianna
 19/6/15 13:12

De verdad es muy atroz que el gran porciento de los maltratos hacia nuestros ancianos sea en el propio hogar, pienso que cada familia debe educar a los mas jóvenes desde su propio ejemplo, poniendo las necesidades de sus abuelos siempre en un lugar privilegiado y escucharlos, tenerlos en cuenta, etc

Arístides
 13/6/15 17:10

Estimada Leticia, tus interpretaciones no están nada lejos de la realidad, pero para poder aquilatar bien lo que nos dices, no hay como ser ya uno de esos viejos, que si no le ha llegado su hora, a punto está de que le arrinconen, que lo marginen, que lo discriminen, que no le pongan atención a lo que dice, que todas sus acciones buenas no la reconozcan y se la achaquen a la chochera, y del que están ansiosos de sacarlo de la casa, que siempre fue suya, para dejarlo “almacenado” en un asilo. Suerte que vivo solo ¿Suerte? en mi propia casita, aunque no abandonado, al menos hasta ahora, porque hay varias amorosas profesionales, que ni mis arientes son, que tienen entre sus funciones la de cuidar de mí, y no creas que tengo quejas de ellas. Nadie puede adivinar hasta cuándo me durará esa “felicidad”, y con casi 79 veranos en las costillas. Cualquier cosa puede pasar. Y me veo en mi hermana mayor: un día de compras, de tienda en tienda, y desde la siguiente mañana, ya no sabe ni la hora que es.

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