Alberto: la conga; Choco: el mango bizcochuelo; Lilieth: el Cuartel Moncada, Marta, las montañas...Cuatro personas y cuatro maneras distintas de percibir la esencia de Santiago de Cuba, una ciudad del archipiélago cubano que cumple 500 años este 25 de julio. De continuar sumando nombres, de seguro continuaría creciendo la lista de palabras en las que uno piensa al traer Santiago a la mente: el mar, Enramadas, la Granjita Siboney, el Cobre, el Turquino, el Cementerio Santa Ifigenia…
Como no hay mejor manera de contar parte de la historia de cualquier sitio que escuchando a quienes viven en ellos, Cubahora viajó, de la mano de cuatro santiagueros, una periodista, una científica y dos artistas, hacia las esencias de sus testimonios en relación con la tierra que los vio nacer y de la que se resisten a partir.
Hay personas que desarrollan un fuerte sentimiento de arraigo con su terruño, y aunque cada una parece un mundo individual, su idiosincrasia los hace encontrarse en un punto de convergencia: Santiago.
Alberto Lescay: Santiago es el lugar desde donde puedo mirar el mundo
No hay cubano que no conozca o no haya escuchado hablar sobre la obra del escultor santiaguero Alberto Lescay Merencio. Su creatividad se encuentra diseminada por todo Santiago, y constituye hoy símbolo del territorio. Pertenece a su ingenio la figura ecuestre de Antonio Maceo, obra de grandes dimensiones emplazada en la Plaza de la Revolución que lleva el nombre del héroe cubano, así como el Monumento al Cimarrón, en el reconocido poblado El Cobre.
Aunque Lescay tuvo la oportunidad de estudiar en La Habana y Europa, asegura que siempre sintió la necesidad de regresar. No había una certeza clara de la razón por la que lo hacía, pero sí la seguridad de que era este el lugar desde donde mirar el mundo y proyectar su pensamiento y obra.
“Esa relación es absolutamente orgánica, mi vida privada, mi ciudad, todo eso conforma una entidad que no sé cómo se llamará, pero el reflejo más concreto está en mis obras, en mis monumentos, mis pinturas. Lo que yo hago es lo que siento”.
Para Lescay un motivo de inspiración en su obra son los machetes de su abuelo en la lucha en la manigua. “Mi abuela siempre me contó muchas historias relacionadas con esa época, tanto fue así que un día yo cargué con los machetes de mi abuelo, al lado de los cuales yo crecí, y los llevé para mi estudio, por eso la presencia de los mismos tan marcada en el conjunto colectivo de la Plaza”.
“Es un privilegio para mi ver la manera en que la gente se comunica con la obra, porque aunque es cierto que uno la hace para uno mismo, en este caso ver esa relación a veces mágica con el monumento al cimarrón, que la gente por ejemplo le lleva ofrendas, supera las expectativas el arte y le da a uno mucha satisfacción, porque la obra monumental incluye un compromiso muy grande con la ciudad. Los espacios públicos son públicos, no de nadie en especial, una vez que uno coloca algo en un espacio público, los dueños son la gente”.
¿Su mayor conexión con Santiago? ¿El símbolo que más lo acerca a la ciudad? No lo piensa dos veces y me dice que la conga. “Ella es la que une en todos los sentidos al santiaguero: es ritmo, colores, desbordamiento espiritual, comunicación abierta y directa, una energía desbordante expresada de una manera increíble”.
“Hay algunas personas que me han dicho, cuando han llegado a Santiago, que han tenido la sensación de haber ido realmente a Cuba, por eso yo pienso que Santiago, como otros lugares de Cuba, tiene mucho que ver con las entrañas de la nación”.
Martha Zoe Lemus: una tunera con identidad santiaguera
Martha Zoe Lemus es conocida en Santiago de Cuba por sus logros en la ciencia durante décadas. Aunque nació en las Tunas, llegó a esta ciudad con 18 años para estudiar en la Universidad de Oriente y aquí no solo encontró el amor de su vida, sino que echó sus raíces para no irse nunca más. Ella es ingeniera química, trabaja en el Laboratorio Farmacéutico de Oriente y considera que su faceta como desarrolladora de medicamentos ha sido la que más la ha dado a conocer a los santiagueros.
¿Ha escuchado usted hablar alguna vez de la tableta de anamú? Pues el nombre de Zoe está detrás del desarrollo de este medicamento herbario registrado como estimulante, que lo utilizan los enfermos de cáncer que están inmunodeprimidos debido a que reciben radioterapia.
“Hemos hecho producciones grandes, pero no tan grandes como para poder llevarlas a toda Cuba como pudiéramos hacerlo si hubiéramos tenido la planta medicinal en la escala requerida. Eso ha permitido que muchos enfermos de cáncer se curen aquí y que me llamen y me busquen por eso, de lo que estoy muy agradecida”.
Ahora, con los 500 años de la ciudad, Zoe ha regalado a su ciudad un nuevo producto, la tableta masticable de desitina de soya, que produce la planta procesadora de soya de Santiago, única del país. Se trata de una sustancia destinada a combatir los problemas con los líquidos, y que también ha tenido muy buena aceptación en la población.
“Aunque no nací aquí, yo me siento muy compenetrada con la ciudad y sus habitantes. La gente es muy peculiar, es la riqueza mayor que tenemos, son calurosas y serviciales, dispuestas a brindar lo que sea en caso de necesidad y cuando no hay tanta necesidad, espontáneas. Yo soy adicta al calor santiaguero, y cuando he ido a La Habana por razones de trabajo, me gusta mucho volver porque aquí es donde me siento mejor”.
“No es solo la agradable micro naturaleza, donde el relieve ese montañoso y especialmente llamativo y uno se para en cualquier lado y ve las montaña, es la esencia misma de lo identitario. Mis dos nietos estudian aquí y nacieron aquí, yo trato de enseñarles a ellos que uno puede ser ciudadano hasta del Polo Norte, pero la identidad es algo muy importante, como la sangre, como la piel, como uno mismo, si uno pierde la identidad lo pierde todo”.
Choco: “se dice Santiago y se dice Cuba”
Eduardo Roca Salazar es el verdadero nombre de quien ha adquirido fama mundial con la firma Choco. Él es uno de esos tantos talentos esparcidos por Cuba que son nacidos en Santiago de Cuba, y aunque la continuidad de su obra la ha tenido en La Habana, se cataloga como un santiaguero de pura cepa.
“Santiago con sus melodías, con sus congas y sus rincones están presentes en mi obra, no solo como santiaguero, sino como cubano, aquí está el fruto que va fomentando una razón muy fuerte, un conglomerado de armonías que ha hecho grande esta ciudad”.
“Esta ciudad ha dado hombres maravillosos en todos los sentidos, en el arte, la cultura, la política, nos identificamos profundamente porque hay un son aquí que levanta cualquier monumento y por darle ritmo, sabor y sazón a cualquier potaje. De aquí son los Maceo, Fidel, Raúl. Pienso que se dice Santiago y se dice Cuba también”
En medio del humor del que no puede escapar su personalidad, cuando le pregunto qué distingue a un santiaguero me responde que comerse las eses. También me sonrío y entonces acota: “Son geniales, la conga, el son, las frutas del caney… Santiago es un Mango bizcochuelo, y me asegura que esa es la mejor imagen.
Lilieth: ser periodista te hace conocer mejor Santiago
Lilieth Domínguez es periodista del periódico provincial Sierra Maestra, tiene 30 años, y la une a cada una de estas historias la identificación con Santiago y el deseo de ver una ciudad mejor. Fue aquí donde nació, donde de niña jugó con sus amigos, donde fue a la universidad y se hizo periodista, donde se hizo madre…
“Yo creo que desde la profesión he tenido la oportunidad de hacer avanzar a mi ciudad, porque he tenido el chance de adentrarme en las tradiciones, en sus cosas buenas pero también en sus asperezas. La ciudad le aporta a mi profesión ese sentido de siempre estar al frente de las cosas. Somos una ciudad de tradiciones, de heroicidad… Creo que soy una persona muy persistente, que me gusta llegar hasta el fondo de todo, y eso es una herencia de mi ciudad, de esas personas que vivieron antes que yo y que en su tiempo fueron capaces de hacer por ella lo mismo que estoy haciendo yo: construir lo nuevo”.
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