Con una mochila que en ocasiones era más grande que su portador, miles de jóvenes llegaron hasta comunidades intrincadas de Cuba durante la Revolución Energética de 2005. Aquellos jóvenes tenían la misión, primero de aplicar encuestas y conocer los hábitos de consumo de la población y luego sustituir equipos electrodomésticos, algunos con 50 años de explotación, por otros más modernos y eficientes.
En muchos hogares cubanos quedaron como un recuerdo las cocinas llenas de tizne, mientras que las mujeres, en quienes recae el peso fundamental de la elaboración de los alimentos, vieron aligerada su segunda jornada laboral.
Precisamente por la cocina entró la Revolución Energética, la cual tiene el propósito de incrementar el nivel de vida de la población y cambiar la matriz de generación del país, como parte de un proyecto que incluyó la actualización tecnológica del Sistema Electroenergético Nacional y la instalación de grupos electrógenos a base de fuel y diesel, para hacer más eficientes los procesos de generación y transmisión de la corriente eléctrica.
Aquella iniciativa ha continuado su desarrollo, aunque su impacto no ha sido tan grande en la opinión pública porque se ha circunscrito a escenarios más especializados, como la sustitución de metrocontadores, la eliminación de tendederas y el impulso a inversiones en fuentes renovables.
Ahora el ciclo nuevamente llega a las cocinas cubanas con el reciente anuncio de la venta liberada de módulos de inducción en las provincias orientales y Pinar del Río. Se trata de una tecnología de mayor durabilidad, higiene y eficiencia energética, respecto a las hornillas de resistencia eléctrica.
A partir de las irregularidades del ciclo anterior y a tono con el nuevo contexto económico que vive el país, en esta oportunidad la comercialización del equipo y su menaje se realiza de forma liberada y de acuerdo a regulaciones establecidas por cada consejo de la administración municipal. La decisión tiene en cuenta que muchas de las personas que asumieron su deuda con el Estado durante la etapa anterior aún no la han honrado; sin embargo, esta nueva forma pudiera dar paso a otras distorsiones, como el acaparamiento y la reventa a sobreprecio, para lo cual será necesario actuar con rapidez y contundencia por parte de los responsables y asegurar el flujo constante de equipos en la red de tiendas.
Entre las opiniones que han recogido varios medios de prensa afloran como preocupaciones de la población la garantía comercial de los equipos, la posibilidad de acceder a otros enseres además de los que se venden originalmente con el módulo y ofrecer facilidades para la importación de este tipo de equipos por parte de particulares, además de que muchos instan a que se generalice su venta lo más pronto posible por todo el país.
La factibilidad económica y ecológica de esta tecnología, y su incidencia en la calidad de vida de la población, auguran que este es un proyecto provechoso y práctico que lejos de limitarse encontrará nuevos escenarios de expansión. Quizás este podría ser el primer paso de un programa al que podrían continuar la sustitución de bombillas y lámparas fluorescentes por otros de tecnología LED, la comercialización de equipos de refrigeración más eficientes y sin sustancias agotadoras de la capa de ozono, o facilidades para que la población acceda a módulos que no sean de uso industrial de fuentes renovables de energía como calentadores solares y paneles, plantas de biogás y aerogeneradores.
A nivel macro el Estado cubano ha declarado su intención de cambiar la matriz de generación eléctrica, con un mayor protagonismo para las fuentes renovables y reducir de esta forma su dependencia de los combustibles fósiles. Ya se construye un parque eólico en la zona de La Herradura en la costa nororiental del país, mientras que prosperan en distintos puntos de la geografía nacional parques fotovoltaicos y plantas de biogás.
Otras medidas pudieran generalizarse, como el incentivo económico o tributario a empresas o particulares que hagan un uso eficiente de la energía o, incluso, logren autoabastecerse. Un hábito que pudiera extenderse a aquellos proyectos arquitectónicos es el realizar diseños que hagan un uso eficiente de la luz y la ventilación natural. Igualmente pudiera hacerse más asequible el acceso de la población a medios de transporte de motores eléctricos.
Pero más allá de las políticas gubernamentales o la introducción de tecnologías, el principal escenario de cambio será la mente de las personas.
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