Un vital ejercicio de pensamiento y una revolución en la cultura de emancipación, no puede estar fuera de un periodismo que milite en las filas de la verdad y el compromiso que apunte al acto de ser radical: ir a las raíces.
Sabemos que las nuevas tecnologías ofrecen ventajas y un impacto que puede vaciar el pensamiento y los sentimientos. Por eso, se trata de asumir un periodismo desde una complejidad que incluye el enfrentamiento a la colonización cultural y el dominio de la mente humana.
Ahora desde lo epistemológico se construye el capital simbólico de la dominación para adormecer desde edades tempranas al futuro ciudadano, convertido ya, en un desenfrenado consumidor hasta convertirse el mismo, en un objeto más del mercado.
Por tal razón, acercarnos a un periodismo que interprete las nuevas realidades, es un paso para la trasformación perenne por defender la verdad y la justicia entre los hombres.
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Ahora la imagen pasa por los filtros adulterantes, la voz clonada, la post verdad, y todo ello en medio de las viejas pulsiones de exhibirse y mirar, sin abandonar al viejo Narciso que se mira así mismo, preso de la imagen sobre las aguas.
Y es que en estos tiempos de “civilización de la memoria del pez”, prestar atención se ausenta del acto de vivir; las imágenes corren en pantallitas y las emociones son luces que se encienden y apagan, dando paso al próximo fueguito que estimula a los cerebros sorprendidos del cambio de funciones.
Es en estas circunstancias que los medios tradicionales perdieron la centralidad del discurso hegemónico que construye los consensos desde la comunicación. Ahora las redes digitales democratizan y fragmentan los discursos.
Y todo ello sin olvidar que vivimos en tiempos de los que Zigmung Bauman ha llamado, modernidad líquida. Todo se evapora. El mensaje se borra por un nuevo mensaje sin dar lugar la memoria. Es el zapping que se presenta como un destello fugaz en el cerebro sin dejar otra huella que aquella que consume la emoción.
Por otra esquina de esta historia, la inteligencia artificial amenaza con suplantar la humanidad del hombre. El Chat GPT 4, puede responder y preguntar en lugar del periodista. Dentro de una iglesia, por ejemplo, una enorme imagen de Cristo responde las preguntas apoyándose en las sagradas escrituras.
El lado íntimo de la fe que se alimenta del silencio, es ahora suplantado por un agente que da vida a una experiencia que se sostiene en la realidad imaginada como ilusión y consuelo. Todo ello repercute en un periodismo que intenta contar la historia trascendente o cotidiana.
¿Cuál es hoy el desafío de la prensa cubana ante tales realidades? Si la prensa es triunfalista, estridente y superficial, es preciso hablar de la derrota, de nuestros errores, de nuestras sombras. Sin perder el equilibrio para no caer en los extremos que distorsionan la verdad. Lo que no discutimos en la agenda pública, es donado en bandeja a los que ganan credibilidad a costa de un mal silencio.
El Partido, en su carácter de fuerza rectora, tiene la tarea de despojar, todo lo que obstaculice el lugar de la crítica. No dar espacio a la censura innecesaria ni a la autocensura condicionada por prejuicios. El asunto se vuelve problemático, cuando un funcionario a cualquier instancia, asume una zona de confort para no buscarse problemas. El único compromiso es con la verdad y con el pueblo.
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La prensa tiene que defender la verdad de un país, con sus llagas y sus aciertos luminosos, hacerlo con los códigos de la belleza, sin agotar a los otros con repeticiones altisonantes donde falte el corazón y la cubanía que nos alza como una fiesta.
La respuesta a la crítica, no puede ser el silencio, ni mantener el modelo que reproduce la falta de audacia o los viejos formalismos. El pueblo cubano es alegre y creador. La prensa no puede estar por debajo de tanto testimonio de valor humano. Salvar la verdad, por dura que sea, es defendernos con lo que mantenga vivo el poderoso acto de pensar.
El periódico Granma, por ejemplo, es el órgano oficial del Comité Central; y a su vez el Comité Central, representa al Partido, que ya no es el de la clase obrera, sino, constitucionalmente, de la nación cubana. Por tanto, el periódico Granma es el exponente de una nación y debe reflejar esa diversidad de la unidad. Ello es válido para el resto de los medios.
Urge atraer a la prensa, no solo al periodista, sino al obrero, al científico, al profesor, al jubilado o ama de casa, al religioso de distintas denominaciones y credos, al debate y la crítica, el choteo y la alegría del cubano sin ceder terreno que da lugar a lo superficial o triunfalista. Y cada medio de prensa debe defender un perfil que lo defina y caracterice.
Hay que equilibrar lo que está mal y lo que está bien, en la realidad que se intenta transformar. Limpiar las sábanas con sus manchas y dolores. La mesa redonda por ejemplo, tiene que ser más redonda, mesa de debates, de confrontación de ideas, de virtudes luminosas y de llagas.
Mesa donde se analicen sin miedos ni tapujos, los problemas reales del país, el silencio de zonas de la memoria histórica, el nacimiento de una ideología capitalista junto a la proliferación del mercado; el comportamiento del funcionario público, la violencia doméstica o policial ( no importa que el índice sea bajo en comparación con otros países), la privatización del espacio colectivo por el agente que lucha algo de dinero para aumentar su escuálido salario, los ocultos rostros de la corrupción.
Cuando el periodismo penetra como una daga esa parte negativa de Cuba, encontramos respuestas para crecer y elevar lo mejor de la gente anónima y sincera.
La autocensura es peor que la censura; y esta se produce cuando el periodista se auto limita por lo que va a pensar el Jefe de Redacción, a su vez, en la cadena de jerarquía, este piensa lo que podría pensar funcionario del Partido que atiende a la prensa; y así hasta llegara a la cadena superior. Muchas veces el dogma que domina a un elemento de esa cadena de mando y responsabilidad, no permite un periodismo más creativo e irreverente, y que al final termina en brazos de medios alternativos.
La pregunta del periodista tiene que tener el peso de una cultura, preparación y desafío con la verdad y la ética. Hay preguntas cuya respuesta es facilista y evidente. Una pregunta incómoda nos ayuda a pensar un mejor país. Preguntar a un funcionario no puede ser desde el filo de una navaja sino desde la igualdad donde se funda el martiano “bien de todos”
La prensa no tiene que parecerse al pueblo; ¡Tiene que serlo! Y dar voz a los de arriba, y a los de abajo, a los que tienen mayor o menor cuota de poder. Hay en Cuba una tradición de creatividad y pensamiento fuerte a la que hay que acudir para defender la verdad con hondura, alegría y naturalidad.
La historia de los memes y la gracia del choteo ya está en nuestra cultura desde la caricaturara mordaz hasta el viejo semanario El Pitirre. La prensa Cubana debe tener algo de Jiribilla y El Patria de José Martí, abriendo la mente a un mundo diferente y rápido donde una mentira queda colgada como una verdad, y apenas hay tiempo para reconstruir la historia del mundo cotidiano.
El periodismo de nuestro tiempo no puede olvidar el mensaje de Don Quijote: “La verdad adelgaza pero no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua” Solo que esta vez, el aceite y el agua son intercambiables.
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El pensamiento crítico y la sospecha, son el mejor antídoto para comprender y mejorar la realidad que nos ha tocado vivir. Esa donde hay que convertir a los espectadores en actores de su propio destino.
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