Con un pórtico de 34 metros de largos y 21 de alto se alza majestuosamente la entrada de la Necrópolis de Colón. En la cima de su medio punto central, existe una descomunal figura de las Virtudes Teologales Católicas en mármol de carrara; una genialidad del cubano José Villalta de Saavedra.
Debido a la ampliación de la ciudad, y la insuficiencia y poca operatividad del cementerio de Espada, nombre adjudicado en honor a Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa (1756-1832), Segundo Obispo de La Habana, fue necesaria la creación de una nueva necrópolis que, en honor al almirante, llevaría por nombre “Necrópolis de Colón”.
La primera piedra para el inicio de la construcción corresponde al 30 de octubre de 1871, la obra quedó concluida el 2 de julio de 1886. La genialidad constructiva corresponde al arquitecto español Calixto de Loira Cardoso, quien tuvo a su cargo la fachada y el honor de diseñar la galería Tobías, primer panteón de esta necrópolis. Por cosas del destino, Loira Cardoso fue el primer cadáver enterrado en esta galería el 29 de septiembre de 1872, y así se inauguró.
Con sus 57 hectáreas y estilo románico-bizantino, la necrópolis quedó dividida de manera rectangular, con calzadas (Cristóbal Colón, Obispo de Espada, Fray Jacinto), por lo que se estructuró el cementerio en cuatro áreas llamadas cuarteles, calles enumeradas y aceras, que permiten al visitante un rápido acceso y ubicación.
Toda la necrópolis es una recreación y virtuosismo creativo. Cúpulas, columnas, vitrales, cenefas y tallas en mármol de carrara lo distinguen. Su herrería de forja, desafía en su creatividad las formas, cruces de mil variantes apelan a una cristiandad celestial y reflejan una jerarquía social. Las cercas perimetrales en hierro reafirman el oficio.
Los conjuntos escultóricos impresionan por su alegoría a la muerte y simbolismos cristianos en múltiples representaciones. Por solo citar ejemplos, tenemos el monumental conjunto escultórico a los Bomberos en la calzada principal con 21 metros de altura, o la tumbas a los Ocho estudiantes de Medicina, o la legendaria y enigmática tumba de La Milagrosa. El panteón de los veteranos, donde hoy descansan los restos de nuestros internacionalistas, es otra de la obras. No pueden pasar por alto las tumbas de familias, todo un exponente arquitectónico, estético y económico, pero con dedicatorias conmovedoras. La capilla principal con su color amarrillo, techo cupular de rojo intenso y ribetes blancos en la parte superior y medio punto, sirve de faro al visitante.
En la necrópolis descansan patriotas y figuras ilustres de la cultura. Reposan en este camposanto el generalísimo Máximo Gómez Báez, Juan Gualberto Gómez, Enrique José Varona, Cirilo Villaverde, Ernesto Lecuona y otros.
La monumentalidad de la necrópolis de Colón lo distingue como el tercer cementerio del mundo por su importancia, solo superado por el Staglieno en Génova, Italia y en el Montjuic en Barcelona. Por toda la espiritualidad que encierra, por su creatividad y por su interés nacional el 18 de febrero fue declarado, por resolución, Monumento Nacional.
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