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martes, 19 de noviembre de 2024

Dos guajiros atrevidos

Dos de los invitados al Congreso de la ANAP llegan al Palacio de las Convenciones para exponer su arte...

Abel Lescaille Rabell en Exclusivo 17/05/2015
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Rogelio Fundora dice orgulloso que es un guajiro que pinta y no un pintor que pinta guajiros. A pesar de que el pincel le ha dado más glorias que la tierra, este agricultor devenido artista dice que el campo sigue siendo lo más importante en su vida profesional, aun cuando hayan sido sus cuadros los que le valieran la invitación a este Congreso.

“Soy más campesino que cualquier otra cosa, nací en una finca en Mayabeque y crecí aprendiendo del campo con mi familia. Desde niño me gustaba dibujar, pero la agricultura es lo principal, sigue siendo mi inspiración ahora que al arte ocupa un espacio de mi tiempo, verás que siempre está presente de alguna forma, que es el sello de mis creaciones”, comenta.

Fundora tiene razón cuando dice que sus cuadros son homenajes a los hombres y mujeres que trabajan la tierra. Sus impresionantes retratos incluyen a muchos de sus compañeros agricultores, a repentistas famosos, pero también a figuras que admira como Raúl y Fidel (a quienes considera sus grandes maestros) y a Hugo Chávez, a quien recuerda con un cariño muy especial.

No percibe el arte como una forma de vanidad ni como un medio para enriquecerse. Aprendió las técnicas de pintura leyendo y escuchando a algunos amigos. A pesar de esto, sus cuadros han sido expuestos en diversas galerías e instituciones como la casa Naborí, la Plaza de la Revolución, la sede de la UPEC y en la representación de la FAO en Cuba, aunque se siente especialmente orgulloso de un cuadro que por medio de la embajada de Venezuela en Cuba le hicieran llegar al comandante Chávez cuando ya estaba muy enfermo: “Me gustaría pensar que al ver tuvo un momento de alegría, es una de las ilusiones más grandes que he tenido”.

Cuando le preguntamos sobre su trabajo como productor nos contó que tiene tierras sembradas de frutales en las que ha recuperado espacios ociosos luego de ampliar con nuevos terrenos la finca que es propiedad de su familia. “Después de erradicar el marabú he sembrado mango, limón persa, mamey colorado, guayaba y lo he intercalado con cultivos de ciclo corto como frijoles, calabaza, yuca”.

“A pesar de que trabajar en el campo es difícil en la pintura encuentro una especie de calma”, añade. “El primero me da la comida, me permite subsistir y sentirme útil para mi país y para la personas que se beneficien de mis cosechas, el segundo es más espiritual, es un reto que me gusta asumir, me ayuda a resolver otras inquietudes, a calmar mis musas, a veces me levanto a tres de la mañana para hacer un recorrido por la finca y al terminar me quedo pintando hasta que amanezca, así cuido al mismo tiempo la tierra y cuido lo que tengo en el corazón”

Arte con plumas

Lucía Aida Sosa Hernández llegó desde una finca de Cabaiguán para mostrar sus artesanías en la feria expositiva organizada en los exteriores del salón principal del palacio de las Convenciones. Se define como una guajira atrevida, quizás queriendo restar méritos a la calidad de las artesanías que elabora con las plumas de las aves de su finca y a los bordados a los que se dedica con extrema paciencia.

Lucía dice sentirse muy halagada con la invitación que recibió de los organizadores del evento. “Formar parte de este Congreso ha sido como un elogio a mi trabajo, me siento muy orgullosa, lo veo como un reconocimiento a la calidad de mis creaciones y a todo el tiempo que les dedico diariamente”, comenta.

El trabajo de esta señora de voz dulce es ciertamente admirable. Superponiendo plumas de diversos colores logra dar forma a rostros y a paisajes, crea flores, abanicos y adornos para el hogar. “Es algo que se me ocurrió, no me lo enseñó nadie y que me ha costado mucho trabajo tratar de trasmitir porque a todo el mundo no se le da fácil.

Para complementar las labores en la finca en que vive y su actividad como artesana tiene un proyecto con niños y ancianos a los que imparte clases sobre costura y cocina canaria. “Es una forma que tengo de preservar mis raíces, y de compartir con las personas mis conocimientos y mis habilidades con las agujas de tejer, porque el trabajo con mi cuadros es un poco más complicado”, refiere.

“La materia prima la obtengo de las gallinas y los dos gansos que tengo en mi patio, mis amigos y vecinos también me regalan algunas. Pelo mis aves como si fuera en un peluquería, algún biólogo podría pensar que no es posible, pero he llegado a obtener hasta doce tipo de colores diferentes en un solo animal”, asegura.

“Desde pequeña me interesaban las plumas, iba por la calle y las recogía, pero en la casa me regañaban porque decían que eran cosas de mala suerte. Un día fui  para casa de mis abuelos y en el camino encontré una pluma de aura, al llegar me recibieron con una fuerte reprimenda, por eso lo que hago es una especie de consuelo a eso que no pude hacer de niña”, nos cuenta.

Para estas dos personas que han encontrado en el arte un complemento para sus actividades diarias en el campo, el XI Congreso de la ANAP no solo ha significado un espacio para compartir y debatir los problemas del campesinado y proponer soluciones para producir más alimentos, sino una vitrina para exponer sus trabajos y un motivo de alegría cada vez que en los recesos sus respectivos stands se llenan de curiosos que terminan por elogiar su obra.


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Abel Lescaille Rabell


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