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viernes, 15 de noviembre de 2024

Historias naranjas (+Infografías)

En Cuba la historia del feminismo es incluso anterior a los logros de la Revolución en cuestión de derechos y leyes a favor de la mujer...

Laura Alonso Hernández en Exclusivo 01/12/2018
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No violencia
El color naranja simboliza un futuro mejor y un mundo libre de violencia contra mujeres y niñas.

Más días aparte del 25 de noviembre se debieran pintar de naranja. El día de no violencia contra la mujer siempre marca el inicio de 16 días de activismo que culminan el 10 de diciembre. Para este 2018 el tema que se lanzó fue #EscúchameTambién y pensando alrededor de esta frase se puede ver mucho de lo que ha sido la historia del feminismo en el mundo.

La violencia contra la mujer es una de esas realidades que vienen desde hace muchos siglos y todavía no se ha podido erradicar. Sin discursos ataviados, ni las mismas palabras trilladas, el machismo daña a todos y la violencia solo trae graves consecuencias.

En Cuba la historia del feminismo va más allá de los logros de la Revolución Cubana en cuestión de derechos y leyes a favor de la mujer, lo que pasó antes del triunfo definió mucho el pensamiento con que se vivió esa primera etapa.

UNA MUJER “EDUCADA”

Para finales del siglo XIX en Cuba la educación para la mujer se volvió un tema recurrente en la mesa de debate. La igualdad de género no era el objetivo principal para este pensamiento que respondía en la necesidad del trabajo femenino con la moralidad burguesa.

“La historia nacional de Cuba repite un estereotipo universal de varón al que se le asignan valores patriarcales que lo hacen presa de una construcción de género según la cual ser varón es importante porque las mujeres no lo son” (Segarra‐Carabí, 2000).

Para ese momento ver a una mujer con trabajo asalariado era poco habitual, siempre se ponía por alto la figura de la ama de casa que respondía a los principios religiosos que primaban en la sociedad. Entre los trabajos que las féminas tomaron estuvo la elaboración y envase de cigarros. Más adelante, con la intervención, fueron sumando la de costureras, criadas, lavanderas, comadronas, enfermeras, maestras, mecanógrafas, cajistas en imprentas, taquígrafas o dependientas de comercio.

“Este fue el comienzo de una república por la cual también habían luchado las mujeres, quienes no conformes con la visión androcentrista de sus primeros mandatarios, hicieron reclamos de puestos públicos, sufragio, indemnizaciones y otros tipos de demandas en cientos de misivas que trajeron un aumento de expectativas sobre la temática femenina, haciendo crecer considerablemente la bibliografía escrita sobre temas relacionados con el feminismo, legislación y sufragio. La construcción de un ideario nacionalista cubano al estilo norteamericano a través de la instrucción pública, utilizó a la fuerza femenina como futura portadora de la pedagogía de su ideal” (González Pagés, 2008).

Poco a poco las mujeres fueron abriéndose camino en la sociedad, se publicaban sus ofertas de trabajo en los diarios y fueron cada vez apoderándose más del espacio público, incluso, como directoras de revistas poniendo el caso de La Crónica Habanera y Cuba Libre. El patriarcado es el orden dominante pero ese momento tenía un sabor distinto, las mujeres se estaban apropiando de su destino.

“La señorita Asunción

guapa y de reputación

en su destino ha cambiado

estaba en Gobernación

y dicen que está en Estado”. (Catá, 1906)

Con la incorporación de las mujeres en el mundo laboral se llevaron otros cambios que buscaban una mayor independización de la mujer, como los centros de cuidado del infante, asociaciones protectoras y certámenes para trabajadoras. Junto a ello el número de graduadas universitarias aumenta gradualmente.

“Existen algunas estadísticas sobre la progresiva incorporación de las mujeres a los recintos universitarios en los primeros 15 años del nuevo siglo. En esta etapa 75 de ellas aprobaron los exámenes de oposición a la Universidad y 189 se graduaron de doctoras en diferentes especialidades. De igual forma el magisterio aumentó al número de 4 244, siendo las mujeres el 82 % de total de maestros de Cuba” (González Pagés, 1998)

En 1918 un paso importante marcó a Cuba en la historia latinoamericana para la mujer, al convertirse en el primer país en aprobar la ley de divorcio. Sin embargo, esta no fue la única legislación que se llevó durante estos años que cambiarían la vida de las féminas.

MÁS PARTICIPATIVA, MÁS MUJER

Para 1934 la mujer cubana obtuvo derecho al voto. En publicaciones como La Fémina, El Feminista, Minerva o La Luz fueron las voces de las mujeres negras y mestizas que buscaban un plan de integración social más avanzado y mayor igualdad. Salieron a relucir los nombres de feministas como Domitia Gracía, Avelina Correa y Magdalena Peñaredonda que luchaban activamente contra el orden patriarcal impuesto.

“Las feministas se dedicaban a ayudar a las mujeres hambrientas (...), a las que rehusaban a hablar en público y expresar sus ideas. Se quejaban, sin embargo, de que la campaña que habían emprendido no hubiese repercutido más. Reiteraban la necesidad de resolver un doble problema, el de la casa y el de la comida y, a pesar de que consideraban que no eran del todo reconocidas por las autoridades, habían logrado que el Ayuntamiento habanero rebajara en un 25 % las contribuciones de algunos establecimientos como las sederías, perfumerías y quincallerías que empleasen un 80 % de mujeres” (Barcia, 2000).

Los años 20 del siglo XX trajeron a la luz diversas organizaciones feministas como el Partido Feminista, el Partido Nacional Sufragista, la Liga Protectora de la Mujer, la Liga Benefactora de la Mujer, el Club Femenino de Cuba o las Católicas Cubanas y las Damas Isabelinas. Sus demandas estaban enfocadas en lo social, hasta que su objetivo principal fue el sufragio universal.

A partir de obtener su condición de votantes, las féminas se pusieron en ambos lados del ruedo y entre 1936 y 1944 habían alcanzado ser 3 alcaldesas, 15 representantes, 2 concejales y 2 senadoras. En este punto los nombres de María Gómez Carbonell, María Teresa Arrieta, María Antonia Quintana y Esperanza Sánchez Mastrapa se hicieron un espacio en la política, sin alejarse de sus homónimos masculinos, pero sin dejar de ser un gran paso para la representación de la mujer en las esferas públicas.

Con este aumento de los cargos para las mujeres en esta época se llevaron a discusión varias medidas en pos de las féminas, pero la mayoría no fueron sancionadas.

La Historia de Cuba tiene un gran giro en cuestión de lucha de masas con el Golpe de Estado. En este tiempo vemos grandes figuras como Fidel Castro, José Antonio Echevarría, Raúl Castro, Camilo Cienfuegos entre otros muchos que pertenecieron a la Generación del 50. Sin embargo, también relucen con igual importancia los nombres de Haydee Santamaría, Melba Hernández, Vilma Espín, Celia Sánchez, Elvira Díaz Vallina o Zaida Trimiño.

En esta etapa estuvieron como frente unido la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) junto al Movimiento 26 de Julio con organizaciones como el Frente Cívico de Mujeres Martianas y las Mujeres Oposicionistas Unidas. También hubo gran presencia en las luchas guerrilleras con el pelotón de las Marianas, que fue altamente conocido desde su creación por la valentía de las mujeres que la conformaban. Durante ese tiempo el género quedó en segundo plano frente a la lucha contra la dictadura.

“La doctora Elvira Díaz Vallina en su ponencia La visibilidad y la invisibilidad de la mujer en la historia de Cuba (...) expuso que el equipo de profesoras universitarias dirigido por ella ha estudiado los expedientes de 675 mujeres combatientes y en ninguno aparecen vestigios de un pensamiento femenino dirigido a exigir mejoras a sus derechos femeninos. Díaz Vallina afirmó: “Ninguna de las organizaciones insurreccionales presentó reivindicaciones para la mujer en sus programas de lucha”. Tampoco lo hicieron las agrupaciones femeninas. Una explicación de este hecho particular lo ofrece Maruja Iglesias, dirigente del Frente Cívico de Mujeres Martianas: “(...) Nosotras no luchábamos por los derechos de la mujer. Nosotras luchábamos por lo que era de beneficio para todo” (Caner Román, 2004).


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Laura Alonso Hernández

Estudiante de Periodismo


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