Sancti Spíritus puede presumir de ser una de las ciudades más antiguas y originales de Cuba. Fundada en 1514, la antigua Villa parece una maqueta donde los primeros ladrillos y el sonido de sus campanas han permanecido intactos.
Dispuesto a perderme los lugares “más tradicionales” caminé por la ciudad sin una ruta establecida. Sancti Spíritus se deja retratar con la inocencia de perdurar por más de medio siglo, y de las cientos de miles de fotos que le han hecho, las mías tampoco le iban a arrebatar mucho.
Una guitarra eléctrica dentro de su Iglesia fue lo primero que llamó mi atención. Alexander Díaz, un joven espirituano integrante del grupo de música tradicional Acrisolada, tocaba en el pasillo al estilo Elvis Presley, minutos antes de comenzar la misa de las 5 y 30.
No ví por dentro la famosa Casa de la Guayabera pero conocí a Carlos y Alberto, dos niños que juegan a las orillas del Yayabo, y son expertos en caminar sobre la cuerda floja de los muros que atraviesan al riachuelo.
Me perdí el museo de Historia Natural pero no el ambiente de la intersección de las calles Céspedes y Agramonte. Allí Caridad López me preguntó de dónde venía, cuando le respondí, me dijo que La Habana estaba cerca, que su hijo vivía en Miami, y eso si estaba lejos.
La torre de la Iglesia me salvó en más de una ocasión. Fue la referencia para orientarme en una ciudad quieta, en la que no necesité un mapa, mucho menos brújulas.
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