Llegó en silencio, sin anunciarse apenas, sin pomposos carteles o estrepitosos síntomas que lo hicieran todo más evidente. Llegó, sencillamente… y tan solo en un instante puso nuestro mundo de cabezas.
Dos delgadas líneas fueron la primera confirmación de lo que ya mami y papi suponían: ¡Embarazada! ¡Embarazadísima! Entonces nos sorprendió el abrazo tierno, escudo protector ante los miedos, sostén infinito para la felicidad tanto tiempo soñada y ahora certeza…
Y lloramos ambos, en una mezcla extraña de preocupación y alegría, de ternura e incertidumbre. Iniciamos así un viaje desconocido, inolvidable, expectante. Confieso que es raro el sentimiento de sentir que a uno le crece una vida dentro, pequeñita, indefensa… adorable.
¿Y si llora y no sé cómo callarlo? ¿Y si no puedo descifrar dónde le duele? ¿Y si lo pincho? ¿Y si las sabanitas están muy frías o el agua para bañarlo muy caliente? ¿Y si…? Incontables resultan las muchas interrogantes que día a día me acompañan y aunque para algunos pudieran parecer simples, triviales, infundadas… para mí se han vuelto imprescindibles, atemorizantes, inevitables.
Y claro está, también tiene uno constantes preocupaciones por las tantas cosas materiales que hacen falta. Que si las medias, los culeros, el coche, la cuna, el mosquitero… Hay quienes llegan a decirte incluso, que ser mamá en Cuba es “complicado”, asfixiante; pero la verdad es que no lo es tanto. Estar embarazada en Cuba es una suerte, una tranquilidad…
Juro que en ocasiones me abruman un poco las muchas consultas, análisis de sangre, ultrasonidos, tomas de presión y hasta etcétera, pero lo cierto es que produce una confianza indescriptible saber a tantas personas pendientes de tu bienestar y el del bebé, saber a tantas personas buscando con meticulosidad el más mínimo padecimiento o dolencia.
Entonces, poco a poco van cediendo algunos temores aunque aparecen otros, también importantes, también impostergables… Incluso, a veces, coge una tales “calenturas” por consultas demoradas, con cambios arbitrarios de fecha, o algún que otro chispazo de insensibilidad ante la panza enorme y regordeta… que no queda otra alternativa que contar hasta diez y continuar sonriendo para que el bebé no sufra por ese tipo de acontecimientos.
Pero esos, por suerte, no han sido sucesos tan comunes en estos meses, lo confieso. Alrededor, la gente casi siempre se muestra solidaria, y no solo amigos cercanos o familiares miran con ternura, ofrecen apoyo, mimos, consejos, tranquilidad, confianza, sino que personas completamente extrañas en nuestras vidas también dejan huellas de cariño y empatía, incluso a veces hasta anécdotas.
En casa papá se multiplica y asume muuuuchas más tareas de las habituales; soporta estoicamente malacrianzas, antojos infundados, lloriqueos incontenibles, siestas a deshora y más, y aun así todavía le quedan reservas para tener siempre en ristre una carga infinita de abrazos e ilimitada paciencia, que aún a estas alturas no he logrado descubrir cómo es capaz de semejante proeza.
Anuncian los amigos que pronto nuestras vidas cambiarán casi radicalmente y el tiempo se volverá cada vez más escurridizo, pero que la “aventura” será, indiscutiblemente, una travesía mágica…
Mas, por lo pronto prefiero no pensar en las noches sin dormir, los llantos indescifrables, los sacrificios infinitos que quedan por delante… Prefiero imaginar cómo será el rostro de mi niño, sus manitas indefensas, sus ojillos de recién nacido… Y me descubro embelesada ante el espejo mirándome la panza, como quien duda a veces de que tanta felicidad quepa realmente en un espacio tan pequeño, intentando descubrir cuándo llegará la próxima patadita para confirmar que sigue ahí, que su presencia no es parte de un sueño sino un gran amor que nos ha crecido mucho antes de la primera vista.
Mary
28/6/16 14:30
Bello, no sabia que escribias tan lindo, porque recién hoy descubrí tintineos, ver la foto de Marcelo recién nacido y ver hoy en ese niño grandote, hermoso tan querido, le da felicidad a cualquiera.
Besitos,
Mary
Zucel
14/4/15 14:23
Un amor que no solo contagió a los padres, dónde quedaron las tías, que estamos listas para malcriarlo mucho. Un beso, mima.
marta fiallo
13/4/15 17:29
Lindo
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