A mayo con buen pie (+Infografía)

Hubo una vez que no paraba de llover. Había coincidido el primer día del quinto mes con el primer aguacero de mayo, ese que, dicen los abuelos, no da catarro, abrillanta el pelo y abre las puertas, por fin, a la mata de mangos cargada de frutas prohibidas hasta el primer torrencial de la primavera. Así, pues, quiso “bendecir” aquel día del desfile cuando parecía que Santa Clara entera había decidido juntarse en la plaza del Che como todos los primeros de mayo, invariablemente feriado, invariablemente convocado, invariablemente asaltado por los trabajadores y sus familias.

Ese fue uno de tantos, porque en Cuba, si algo todavía sigue convocando, es el Primero de Mayo que, más allá de un desfile de la clase obrera, se convierte en una fiesta, en un espacio para la alegría, para el apoyo a las tantas cosas que, aun en medio de la inconformidad, nos siguen distinguiendo como únicos. ¿O acaso no es muestra fehaciente el asombro de extranjeros que se agolpan en las plazas —muchos vienen intencionadamente en estas fechas— para compartir ese desfile “raro” en medio de un mundo moderno casi siempre indignado?

Hubo veces en que no pude ir, sobre todo después del parto, pero por costumbre me levantaba temprano para ver desde casa, por el televisor, ese mar infinito de gente alegre. Y luego me paraba en la ventana para verlos al regreso, tapándose del sol con las pancartas, echándose agua en la cara para refrescar, merendando el pan postergado del desayuno, corriendo hacia las guaguas que los devolverían a sus barrios, a sus casas, quizás para descansar, para seguir fiesteando, o para poner en orden el hogar antes de que amanezca de nuevo y haya que regresar al trabajo.

Entonces, vuelve mayo como siempre. Es 2014. Amanece y desde la madrugada el hormigueo allá fuera es constante. Se oye música a los lejos, a Silvio, claro está. Hoy no hace falta despertador porque desde temprano los vecinos cuelan café, dan portazos, abren los candados chirriantes de las rejas, se llaman unos a otros para que se apuren porque “si te sigues demorando vamos a desfilar de últimos”. Mientras, la Plaza hace rato está colmada, como en aquellos tiempos de la Universidad cuando nos pasábamos la noche despiertos, apostados ya en el lugar que nos tocaba para desfilar, algunos bailando, otros durmiendo en las aceras, enamorando, soltando chistes.

Este jueves cada imagen volverá a repetirse. Comenzaremos mayo de nuevo juntos, con aguacero o no, ¿quién puede asegurarlo? Lo que sí es casi certeza es que millones de cubanos regresan a las plazas de cada ciudad grande, de cada pequeño pueblo que solo de mayo en mayo se aglutina de tal manera. De nuevo los padres con sus hijos en hombros; los jóvenes, uniformados o no, arrolladores todos; las familias enteras, de mano, con banderas; los trabajadores y sus consignas; los abuelos y sus remembranzas de cuando no había primeros de mayo como estos; los niños más pequeños, disfrazados de grandes, en medio de un tumulto que recordarán por siempre.

Así, Cuba estará cantando sus alegrías, sin olvidar los inmensos retos que le depara el futuro, con una clase obrera respetada, reconocida en su importancia perentoria para esta hora que vive la Isla, repleta de conquistas, pero ávida de saldar deudas salariales, de eficiencia, de productividad, esas que nos harán volver a las plazas cada mayo para comenzar el desfile con mejor pie.