//

miércoles, 27 de noviembre de 2024

El guerrillero que ella amó

El destino jugó sus cartas y la Revolución cubana puso frente a frente a Ernesto Guevara y Aleida March...

Leticia Martínez Hernández en Exclusivo 14/02/2017
22 comentarios
Ernesto Guevara y Aleida March.
Ernesto Guevara junto a Aleida March.

La dirección del Movimiento 26 de Julio le había ordenado subir al Escambray para entregar dinero a la guerrilla. Llevaba los billetes pegados con esparadrapos al torso, por temor a ser asaltada. Cuando estuvo frente al jefe guerrillero, de quien había escuchado decenas de historias legendarias, le informó que traía una encomienda de la ciudad y le urgía desprenderse de aquellas tiras que le crucificaban el cuerpo.

“¿Qué te pareció?”, le preguntó luego Marta Lugioyo, abogada y también miembro del Movimiento, a quien sin vacilar contestó: “no me parece mal, lo más interesante es su mirada, más bien su modo de mirar, parece un hombre mayor”.

La idea inicial era que bajara de nuevo a Santa Clara, pero la madeja de acontecimientos se fue enredando y una orden de detención extendida en su contra le impedía regresar a sus funciones en la clandestinidad. Una noche, mientras se decidía su destino como combatiente en el Pedrero, el jefe de boina negra la invitó para que lo acompañara a tirar unos “tiritos”. Cuenta ella que sin dudarlo asintió, se montó en el jeep para, literalmente, no bajar nunca más. El destino jugaba así sus cartas y la Revolución cubana ponía frente a frente a Ernesto Guevara y Aleida March.

Narra ella en su libro Evocación -esa cortina entreabierta que nos hace partícipes de un amor de novela-  que el Che iba manejando, “me senté e instintivamente me pegué a él, buscando su protección, porque hasta ese momento lo seguía viendo como alguien mayor, que me libraría de las pretensiones de cualquier compañero”.

No podía imaginar que pocos días después y en plena toma del poblado de Cabaiguán, el Che, bajo las balas, le dedicaría el primer poema. Mucho menos que el 2 de enero, de camino a La Habana en la Caravana de la Libertad, el guerrillero curtido en mil batallas le declararía su amor. Actuaban como dos simple enamorados, relata ella, “dejándonos llevar por nuestros sentimientos sin mucha originalidad…cuando íbamos en el auto, en tiempos en que aún no era su mujer, me pedía que le arreglara el cuello de la camisa porque iba manejando…o que lo peinara alegando que todavía le dolía el brazo”.

Aleida se convirtió en su secretaria personal, despachaba toda su correspondencia y hubo una carta que le cambió la vida. El 12 de enero el Che le dio a leer una misiva que le mandaba a su esposa, Hilda Gadea, en la que le comunicaba de manera oficial la separación, porque se iba a casar con una cubana que había conocido en la lucha.

Fue un enero inolvidable, confiesa ella. El día en que “entró a mi habitación de La Cabaña, descalzo y silencioso, se consumaba un hecho más que real y que en tono de broma el Che calificó como el día de la “fortaleza tomada”…yo estaba más enamorada de lo que pensaba y, así de simple, me rendí sin resistir y sin dar batalla alguna”.

Se casaron el 2 de junio en la fortaleza de La Cabaña. Pensaron hacer una ceremonia austera, pero cuando Raúl se enteró se dio a la tarea de organizarles una fiesta. Por la forma casi clandestina en que se había preparado la boda, nadie se lo contó a Fidel, quien llegó quejándose luego porque no lo habían invitado. ¡Qué barbaridad!

 Enseguida llegaron los hijos: Aleida, Camilo, Celia y Ernesto. El Che se entregó por entero a la construcción de una Cuba nueva y ella decidió no aparecer en las fotos. “Mi anonimato voluntario y el placer por estar siempre a su lado formaban parte de mi realidad, tal vez por haber intuido el escaso tiempo con que contábamos para permanecer juntos. Soy consciente del goce que le proporcionaron esos instantes”.

Otro enero, esta vez de 1965, él le escribe desde París: “Decididamente, me estoy poniendo viejo. Cada vez estoy más enamorado de ti y me tira más la casa, los muchachos, todo el pequeño mundo que más bien adivino que vivo. En esta provecta edad mental que porto, eso es muy peligroso; te haces necesaria…”

Como toda historia de amor que se respeta, esta también trajo despedidas, dolores insalvables. El Che decidió partir al Congo, luego a Bolivia, para, como él mismo dijo, poner su “pellejo por delante”. Ella sabía los riesgos, “era una mezcla contradictoria entre el deber y la satisfacción que sabía que él sentía por acercarse a su meta añorada y, por otra parte, la conciencia de que ya nada iba a ser igual”.

Él le dejó un sobre que decía “Solo para ti”, dentro estaban las cintas con poemas grabados en su voz. Era el adiós. “Con ellos me había dejado una parte de lo mejor de sí y me daba a entender que yo estaba incluida en su mundo para siempre”.

En las cartas que recibió luego, él le pedía que resistiera y en aquel octubre de terror hubo una frase a la que ella se asió para salvarse: “ayúdame ahora, Aleida, sé fuerte”.

En medio del terrible dolor por la muerte de su primer y más grande amor siguió viviendo, se entregó a sus hijos, se refugió en ellos. Se negó a petrificarse como una estatua hierática y por eso, evoca, “un día cualquiera decidí rehacer mi vida”.

Tres décadas después regresaron a Cuba los restos del Che, “a pesar del fuerte impacto emocional en que me encontraba, la compañía de mis hijos me daba la suficiente entereza para resistir y enfrentarme a ese pequeño osario”.

Antes de que fuera depositado definitivamente en la Plaza Ernesto Guevara de Santa Clara, Aleida tomó una última decisión. Le pidió a su hija Celia que pusiera junto a los restos el pañuelo de gasa que ella le había dado para que usara como cabestrillo cuando se fracturó el brazo izquierdo en la toma de Cabaiguán y del cual el Che escribió:

“El pañuelo de gasa. Eso era distinto; me lo dio ella por si me herían en un brazo, sería un cabestrillo amoroso. La dificultad estaba en si me partían el carapacho. En realidad había una solución fácil, que me lo pusiera en la cabeza para aguantarme la quijada y me iría con él a la tumba. Leal hasta la muerte”.

Así era el guerrillero que ella amó…


Compartir

Leticia Martínez Hernández

Madre y periodista, ambas profesiones a tiempo completo...

Se han publicado 22 comentarios


Mercedes
 24/3/17 14:00

A los trabajadores de cubahora, y a Leticia en particular. Muchas gracias por esta bella historia de Amor entre Aleida y Ernesto nuestro gran Guerrillero Heroico. No he tenido la suerte de encontrar el libro de Aleida y ha sido a través de ustedes que he podido leer este bello articulo. Gracias una vez más por acercarnos a nuestros héroes y conocer facetas de su vida, como seres humanos reales.

german
 22/2/17 15:30

Muy bonito el articulo. Quisiera conoce la pagina WEB del Centro de Estudios Ernesto Che Guevara y gracias

 

Portuario
 21/2/17 11:43

Linda historia!!! seria bueno que este tipo de sucesos que hacen a los líderes seres humanos,  personas sean mas divulgados.

Elba
 20/2/17 10:37

Un bello libro "Evocación", una historia de amor desconocida, que aunque ella decidio reacer su vida con treinta cuatro años, si más no recuerdo, queda en su corazón, fruto de 4 hijos concebidos con mucho amor, se subío al jeef para nunca bajar, es bello, es amor, en la lectura del libro y el articulo se percibe que el Che a parte del amor a su patria, a Cuba, a los pueblos de América latina, también Aleida fue su gran amor al igual que sus hijos.

María Amelia López Izquierdo
 17/2/17 11:38

Me encanto su trabajo, nunca habia leido la historia de como se habian conocido Aleida y el Guerrillero Heroico, una historia de amor muy bonita, pero a la vez muy triste. 

Idaglez
 17/2/17 3:28

Pleno de amor, valor y justicia, así fue y así lo sentimos presente.

Lucrecia
 15/2/17 15:01

Literalmente nunca más bajó del jeep. ¿Entonces sigue en el jeep? A ver si aprendemos el significado de "literalmente"...

Leticia
 16/2/17 8:52

Hola Lucrecia, evidentemente es una metáfora usada literalmente por Aleida en su libro, saludos.

120
Peruana
 15/2/17 14:35

Me encanta Cuba y la imagen del Che enmarcada en su nobleza, fortalezas y coherencia en sus convicciones ha generado en muchos de nosotros un gran respeto y admiración por el, me gusto conocer sobre su familia

Manuel
 15/2/17 14:00

No creo haya cubano que no le provoque algo la imagen del Che... cualquiera sea el enfoque, siempre evidencian mucha emoción hacia su figura, es resultado directo de nuestra educación. La construcciòn del Personaje corresponde a todos, no sólo las epopeyas forman parte de ello, sino también su vida personal...por eso, se agradece mucho el artículo. 

Amilkar
 15/2/17 12:06

Si claro como siempre hay q decir lo q ustedes quieran q se diga,

Equipo de Cubahora
 15/2/17 13:14

Hola Amilkar. Agradecemos su interés en comentar pero no entendemos su comentario puesto que usted es libre de compartirnos su punto de vista mientras no se trate de criterios ofensivos y no ajustables al tema. Por lo demás le invitamos a expresarse. Cubahora siempre ha sido una publicación caracterizada por el diálogo que mantiene con sus usuarios. Esperamos que pueda hacernos saber lo que piensa.

Un gusto tenerlo como lector.

Saludos cordiales.

94
Ariess
 14/2/17 17:04

Desde un pequeñito pueblo donde yo vivia, a diario, escuchando la radio en aquellos tiempos, a la distancia, el Che era amado por mì y quizas muchas otras muchachas,  que a diario seguiamos su historia de luchas, entonces no imaginaba a èl con mujer alguna, pues,  mis años de adolescente, no me permitian sino soñarle, buscarle, escuchar algo de èl,  a diario, mediante la radio sabia su diario vivir y siempre le tenia inalcansable, grande fue mi dolor al saber lo salvaje de su muerte y la cura creo, pasados  tantos años, aùn no se da. He formado un hogar, hijos, pero èl aùn sigue presente. Es  un amor eterno, nacido en la adolescencia.

osmary elisa
 14/2/17 14:43

muy linda historia de amor, conmovedora. mas en un dia tan especial como hoy. no he podido leer el libro pues no lo he conseguido todavia, ya lo hare. donde estan la esposa y los hijos del che. que hacen a que se dedican.

valia
 14/2/17 12:21

Hola, feliz día del amor, ya leí el libro más de 20 veces, me encantó la historia de amor. un beso

Dorys
 14/2/17 11:53

Bella historia de amor, me lei el libro Evocacion pues me lo prestaron, nunca he podido conseguirlo,  el libro me encanto, una historia bella de amor y de lucha, debian editarlo de nuevo y mas cantidad, pues lo he tratado de comprar y no lo encuentro a la venta en las libreria ni en las ferias del libro. 

Ada
 14/2/17 15:39

Debes ahorrar cuc y comprarlo, en cuc siempre hay, así lo pude comprar yo,casi 20.

92
Livia
 15/2/17 6:33

Para los que como tú, Doris, no han podido adquirir el libro, se recredó la historia, para acercarla más a todos, para que todos  disfrutar de esta historia de amor.

124
Ariel
 14/2/17 11:09

Gracias por este trabajo. Una bonita historia de amor.

Marta
 14/2/17 10:58

El Guerrillero que todos amamos. Tierna y hermosa historia de amor. Tuvo la dicha Aleida de vivir un amor hermoso, y doloroso para ella y para todos los cubanos la muerte de un ser especial. Los hijos, las horas vividas, la lucha compartida son la recompensa.

Esperanza Bulguera
 14/2/17 10:53

Dónde están y qué hacen los hijos del Che, porque nunca se habla de ellos, los cuales fueron tan amados por el Guerrillero, sería bonito conocer su historia y sus memorias sobre su padre.

Esmolin ramirez Jiménez
 19/5/17 1:35

Que bien que pusieron a la tal amilka en su lugar y que no se como hay gente que no entienden y aceptan la grandeza de otros.

78

Deja tu comentario

Condición de protección de datos