Si algo necesita el deporte en estos tiempos de tanto mercantilismo es amor. Gana quien más dinero invierte, como en los negocios. De hecho, ya es uno más, y muy lucrativo. No son pocos los que preguntan primero por la bolsa y después se interesan por lo demás.
Así, desde los centros hegemónicos miran con desprecio a los Juegos del Alba, un espacio para ponderar la confraternidad entre atletas, casi todos de una misma región geográfica, pero portadores de culturas distintas.
Hay medallas que no brillan por su color, sino por lo que significan en cuestión de sentimientos, de amistad, de crecimiento como civilización.
Y esas son las que cuelgan del cuello de todos los atletas, incluidos los rusos, especialmente invitados a esta quinta edición de la fiesta deportiva de países integrantes de un mecanismo de integración que pondera las virtudes de cada uno y fomenta la visión de ganar-ganar, por encima de ganar-perder.
Los Juegos del Alba, renacidos este año para mantener viva la idea de los comandantes Fidel y Chávez, han de consolidarse como espacio para el diálogo multicultural, competir y fomentar procesos de aprendizaje común para enfrentar los grandes desafíos deportivos que depara el mundo actual.
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Podría parecer una cita multideportiva más, y de hecho en su realización no se desprende mucho de esa idea, pero sus esencias han de ir más allá, a los propósitos fundacionales de dos genios que siempre supieron ganar en las más adversas competencias de la vida.
La invitación a Rusia los jerarcas imperiales la han visto como un desafío a sus poderes y designios, cuando andan de foro en foro promoviendo la rusofobia.
Los pueblos del Alba muestran así que el deporte es oportunidad y no amenaza, diálogo y no ruptura; las mejores medallas se ganan ayudándose los unos a los otros, corriendo juntos.
Cuando suceden hechos así en los grandes eventos, la prensa corre a convertirlos en noticia por lo insólito. Lo que debiera ser regla se ha vuelto excepción.
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Por eso, estos quintos juegos de la Amistad abren puertas y no cierran. Abrazan y no espantan. Competencia al fin, reparte preseas, hay podios, tiempos, marcas, equipos vencedores en el campo de juego…, quizá no se vean ahora, pero de mantenerse la cita refulgirán cada vez más las medallas del amor, provistas de un color que no hay oro que se les acerque.
Porque eso son los Juegos del Alba, una competencia para iguales, que buscan cómo ganar juntos. Parecerá utopía hoy, pero son las certezas que alimentan ese otro mundo posible, de menos mercado y más sentimientos. Siéntase ganadores todos. Abrácense.
Por un momento olvidémonos de la tríada de oro-plata-bronce y pensemos más en diálogo-amistad-solidaridad. Cambie el orden a su gusto, tómese esa licencia. Hay preseas que, definitivamente, no caben en el pecho.
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