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miércoles, 18 de diciembre de 2024

Condujo a Fangio secuestrado

Recordando a un revolucionario cabal: Ángel Fernández Vila (alias Horacio), cuya vida estuvo marcada por su valentía y compromiso...

Rafael Norberto Pérez Valdés en Exclusivo 18/12/2024
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Condujo a Fangio secuestrado
Fernández Vila (a la derecha), en el portal de su casa, durante aquella entrevista que le hicimos en 2018.

 

Mi plan era escribir otra vez sobre los luchadores cubanos, y su brillante actuación en los Juegos Olímpicos de París 2024. Pero cambié de idea al enterarme, muchas semanas después, de la muerte de un importante luchador del Movimiento 26 de Julio.

Un hombre que condujo a Juan Manuel Fangio, el célebre cinco veces campeón mundial de Fórmula Uno, cuando fue secuestrado aquí en La Habana, el 23 de febrero de 1958, en plena dictadura sangrienta de Fulgencio Batista, “porque Cuba no estaba para fiestas”.

Esa mala noticia me llegó como un golpe inesperado, un recordatorio de que la historia no solo se escribe en los libros, sino también en las vidas de aquellos que la vivieron.

Este hombre, Ángel Fernández Vila (alias Horacio en aquellos tiempos del clandestinaje), cuyo nombre resuena en los círculos de la resistencia cubana, fue una figura clave en uno de los episodios más audaces de la Revolución.

El secuestro de Fangio no fue solo un acto de desafío contra el régimen de Batista, sino también una declaración al mundo de la determinación y el ingenio del Movimiento 26 de Julio.

Fangio fue llevado a un lugar seguro, tratado con respeto y liberado ileso, un testimonio del carácter de sus captores.

En contraste, los luchadores cubanos en París enfrentaron un desafío de naturaleza diferente. En el tapiz del Campo de Marte Arena, cada movimiento, cada agarre, era una batalla por la gloria y el honor de su país. Y ganaron cinco de nuestras nueve medallas.

Un acto de audacia

La conexión entre estos dos mundos, el de la lucha revolucionaria y el de la lucha deportiva, es más profunda de lo que parece. Ambos requieren una fuerza de voluntad inquebrantable, una dedicación absoluta y un amor profundo por la Patria.

Mientras escribo estas líneas, no puedo evitar sentir una profunda admiración por aquellos que, en diferentes épocas y contextos, han dado todo por Cuba.

La historia de Fangio y sus secuestradores es un recordatorio de que la lucha por la libertad y la justicia adopta muchas formas.

En 1958, fue un acto de audacia y estrategia. En 2024, es la búsqueda de la excelencia en el deporte, la representación de un país en el escenario mundial.

Ambos son testamentos del espíritu indomable de los cubanos, un espíritu que sigue vivo y fuerte, tanto en el pasado como en el presente.

A Fernández Vila tuve el honor de hacerle una larga entrevista en 2018 se cumplieron 60 años de aquella importantísima acción.

Me contó que había montado 20 imprentas clandestinas en La Habana; estuvo a punto de ser torturado y quizás asesinado; se alzó en la Sierra Maestra; se encontró entre los fundadores del Partido Comunista de Cuba (“mi mayor orgullo”); estuvo con Fidel en distintos momentos, incluido cuando el Comandante en Jefe redactó la orden para que concentrara a los mercenarios derrotados y dispersos en Playa Girón; también con Raúl; cumplió misiones médico-militares en las guerras en Vietnam y en Angola.

Si cerramos los ojos…

En el momento de nuestra entrevista tenía 85 años de edad (¡y se mantenía trabajando como profesor de Medicina del Desastre y Preparación para la Defensa, en la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana!); médico, coronel retirado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias; entre muchísimos méritos…

“Cuando salimos con Fangio, enseguida notamos una búsqueda muy intensa. La policía y los tigres de Masferrer daban vueltas desesperados, con sus automóviles con chapas de la Florida, asomados por las ventanillas, llevando armas largas, ametralladoras, fusiles. Me impresioné un poco. Quería llevarlo lo antes posible. Entonces, para mi sorpresa, Fangio me tocó por el hombro y me dijo: ‘Pues ándele despacio y verá que todo sale bien’. Los cinco que íbamos en el auto, pese a la tensión del momento, nos reímos”.

Fangio volvió a La Habana en 1981 y dijo con una sonrisa: “A mí me manejó un jovencito delgado, con peladito alemán, de bigote, por cierto, muy mal chofer”.

Un dato curioso: no tenía una cartera dactilar oficial (o Licencia de Conducción), sino una falsa con otro nombre hecha por el 26, y en realidad no se había sometido a los exámenes establecidos. Horacio también, con una sonrisa, me comentó: “Creo que tenía razón. Yo era un mal chofer”.

Pero lo importante, con la policía enloquecida buscándolos, es que lo trasladó con seguridad al lugar indicado.

Mis dos confesiones

Por supuesto que dejé estos apuntes para final, pues no podía interrumpir el flojo del gran protagonista de esta crónica…

Voy con una primera confesión para nuestros lectores: Un poco más acá le perdí el rastro, por el robo de una libreta de teléfono, y esa confianza equivocada que a veces sentimos con el paso del tiempo, una razón más que me ha llevado a tratar de rendirle este pequeño homenaje.

Y ahora con una segunda: la de Ángel Fernández Vila (Horacio) ha sido una de mis entrevistas más apasionantes. No es difícil imaginar... Si volvemos a cerrar los ojos, ojalá les pase también a nuestros lectores, lo vemos otra vez manejándole a Fangio en aquella noche inolvidable.

 


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Rafael Norberto Pérez Valdés


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