Toca celebrar. Y mucho. Cuba ganó ante el anfitrión Taipéi de China, y no solo clasificó a los cuartos de final, sino que lo hizo como líder del grupo. ¿Beneficio? Unos cuantos kilómetros menos para llegar a Miami, sede de la semifinal.
El final de la fase de grupos fue tan loco como el resto de esa etapa. Cuba remató a los locales con el mejor juego de su vida en los últimos tiempos e Italia cambió el destino del pasaje a Países Bajos cuando estos tenían las maletas hechas para Tokio.
Sin más opción que ganar, los nuestros emboscaron a los anfitriones ante los ojos de miles de aficionados que fueron al Intercontinental de Taichung con la esperanza de que en duelo de islas ellos fueran mejores.
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Pero el capitán Alfredo Despaigne sonó doblete que remolcó dos carreas y en ese mismo primer inning Erisbel Arruebarrena completó el paquete irreversible de cuatro vueltas con soberbio palazo por el medio del campo.
A esas alturas del juego ya todas las deidades se habían aliado para aupar a Cuba y tocaba a los jugadores hacer lo suyo en aras de asegurarse un puesto entre los ocho mejores equipos del Clásico.
No hubo un altar sin una luz por el equipo. Poco a poco habían estado llegando las señales de la sobrevida cuando más hundida estaba la selección tras los dos primeros reveses. Y no pudo tener un final más emocionante el grupo.
Se armó el «dale al que no te dio», única opción para no morir antes de tiempo, y cada resultado así iba oxigenando las posibilidades de clasificarse. De golpe, Cuba pasó del fondo al liderazgo del apartado y se quitó a Japón del camino en el próximo choque.
Después del bambinazo del Grillo, estaba más claro el camino. Con el mejor picheo apto para trabajar y la motivación a niveles celestiales, que se reflejaban en el rendimiento, Taipéi de China, que nunca nos ha ganado en juegos claves, iba viendo muy lejos sus aspiraciones.
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Como dice el profesor José Manuel Cortina, el principal problema de los equipos Cuba es de adaptación. Cuando avanzan en los campeonatos se notan los progresos en su comportamiento dentro de las dos rayas de cal. Sucedió ahora.
Un palo de vuelta de Yoan Moncada confirmó que a ese grupo de muchachos no había cómo ganarle en la madrugada dominical, a la que el cambio de hora tumbó por arte de magia una hora.
Ni siquiera cuando Elián Leiva tuvo molestias y necesito entregar la pelota, hubo preocupación. Se manejó el bullpen como dictaban las circunstancias: Miguel Romero y Onelkis García en el medio, y después la fórmula del tabaco encendido: Moinelo-Raidel.
Entre todos sumaron 13 ponches y redujeron la ofensiva a tres imparables. Solo el matador dejó una brecha por la cual se rompió la blanqueada, pero esa carrera no tendría impacto en los cálculos para dejarnos fuera del uno-dos del grupo.
Con pie y medio en los cuartos de final, solo quedaba la confirmación y el lugar… Unas horas después se consumó el giro más brusco de los posibles: Italia doblegó a Países Bajos y produjo un inédito quíntuple empate, todos con saldo de dos y dos.
Tocaba decidir a San Pitágoras, pero en tiempos modernos esos cálculos se van haciendo out por out, y terminándose el juego, Cuba subió al primer lugar e Italia le dijo a Países Bajos: «tú no vas a Japón, voy yo».
El presunto rival en la próxima instancia será Australia, mucho más asequible que el decepcionante Corea y el imbatible Japón. Lo que era un trillo para sobrevivir el grupo, luce una autopista para volver a una semifinal. ¿Será?
Así, el equipo que empezó mejor, se quedó; y el que arrancó atrás, remató. Impredecible y mágico que es el béisbol, amigos míos.
Respuesta a la pregunta anterior: el mentor de Canadá, Ernie Whitt, ha dirigido ese equipo en los cinco clásicos.
Pregunta clásica: ¿Cuántos jonrones suma Cuba en estos torneos?
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