Sorpresivamente, y sin siquiera tomarse el trabajo de negociar la anuencia de las autoridades locales, Donald Trump visitó a fines del pasado año la base área norteamericana de Ayn al-Asad, en la provincia de Al-Anbar, en el oeste de Iraq.
Ejecutó el presidente tan intempestiva llegada justo a unos días de haber anunciado a los cuatro vientos que retiraría sus tropas acantonadas ilegalmente en el este de Siria, las mismas que, mientras servían de apoyo a grupos opositores a Damasco, a elementos del terrorista Estado Islámico e intentaban obstaculizar toda ofensiva del Ejército Nacional sirio, se autoproclamaban “esforzados combatientes” contra el extremismo islámico.
Según Trump, la salida, que le costó no pocos resabios entre sus colaboradores e integrantes del lobby hegemonista, era un imperativo, toda vez que los Estados Unidos “había cumplido su tarea antiterrorista”, el eufemismo utilizado para no reconocer que la aventura de desmembrar Siria ya resultaba un sinsentido gracias a la resistencia de su pueblo y al decisivo apoyo bélico prestado a Damasco por Rusia, Irán y el Hizbulá libanés.
Pero si alguien pensó que ese paso representó un atisbo de sensatez y cordura en la Casa Blanca, el pretendido “merecedor de tales elogios” se ha encargado, y muy pronto, de desgarrar semejante vestidura.
Durante su ya citada presencia en la base de Ayn al-Asad, se encargó Donald Trump de advertir que sus tropas, unos 5000 hombres perfectamente equipados, se mantendrán en suelo iraquí, y “de hecho —subrayó— podríamos usar esta instalación para hacer algo en Siria si fuera necesario”…desde luego, huelgan los comentarios.
Otro elemento adicional en la trama son las informaciones originadas luego de la visita de Trump a “sus soldados”, y que indican la llegada masiva de pertrechos y vehículos militares estadounidenses a Iraq, junto a la denuncia del inicio del entrenamiento en ese país, por asesores gringos, de terroristas de la entidad denominada Muyahidín Jalq, responsable de acciones agresivas contra Irán y del asesinato de unos 17 000 civiles en aquel país, y a la cual se le pretende erigir como un “liderazgo conspirativo” en el área, al decir de no pocos analistas.
Por demás, se supo que una parte de esos recientes embarques militares ha sido despachada a las regiones kurdas de Iraq y Siria (donde Washington encontró fuertes aliados mientras decía combatir el terrorismo del Estado Islámico), con el evidente interés de estimular el separatismo y promover el desmembramiento territorial de ambas naciones a favor del surgimiento de un “nuevo ente local” más afín a sus intereses.
En Iraq, el secesionismo de grupos kurdos prooccidentales es ya un asunto que alarma a las autoridades de Bagdad, que tiempo atrás anularon un intento de “referendo independentista” promovido por tales segmentos, y que consideran anticonstitucional cualquier referencia a la fragmentación territorial.
No obstante, el interés hegemonista en la atomización de Oriente Medio resulta de tal magnitud que Washington no ha vacilado en poner en crisis sus relaciones con Turquía, la cual considera el empoderamiento de los kurdos como una amenaza a su seguridad nacional.
Mientras, fuerzas locales iraquíes, como las milicias Asaib Ahl al-Haq, que forman parte de las Unidades de Movilización Popular, y gozan incluso de presencia parlamentaria, indicaron en días pasados que no vacilarán en atacar a las tropas norteamericanas presentes en el territorio nacional por ser centro de toda una conspiración regional de orden destructivo.
La citada milicia iraquí, subrayaron medios de prensa locales, dijo “que estaba vigilando de cerca todo el movimiento de las tropas estadounidenses, y que si la diplomacia nacional evita pronunciarse sobre lo que está aconteciendo, el grupo armado adoptará posiciones de combate contra los militares norteamericanos”.
senelio ceballos
15/1/19 8:52
Nestor escribid algo sobre SURAFRICA!!!......SOBRE SIRIA YA SE VE CLARO EL CAMINO, pero s-africa y Brasil no se ve claro!!!!
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