No es como para asumir que todo está resuelto, con más razón con un interlocutor irascible y dubitativo como Donald Trump, pero sin dudas para la economía mundial es una buena noticia la posible reversión de la guerra arancelaria entre Beijing y Washington vigente desde el pasado año.
El esperanzador anuncio correspondió en estos días a Gao Feng, vocero del Ministerio chino de Comercio, quien en rueda de prensa confirmó que ambas naciones acordaron la cancelación gradual del aumento de los aranceles, en función del progreso de las negociaciones que llevan a cabo con el propósito de dar fin al diferendo impulsado por el prepotente interés oficial norteamericano de imponer a Beijing sus unilaterales condicionantes económicas.
Como se recuerda, desde marzo de 2018 ordenó Trump una elevación de los gravámenes a los cuantiosos rubros que importa el mercado gringo, con el ilusorio propósito de perjudicar a un gigante productivo y comercial que desplaza aceleradamente a los Estados Unidos de su raído trono de primera potencia económica del orbe.
De hecho, citábamos recientemente en estas páginas las consideraciones de la cadena británica BBC, en las que se asegura que “la nación asiática se encamina aceleradamente a convertirse en la principal superpotencia económica del planeta”.
Y continuaba la misma fuente: “su Producto Interno Bruto (PIB) solo es superado por el de Estados Unidos, pero en términos de paridad del poder adquisitivo (PPA) ya es la nación más rica del mundo.”
Para las autoridades chinas, el nuevo memorando bilateral acordado a inicios de este noviembre sobre la cancelación de los elevados gravámenes que se han propinado mutuamente, será la condición necesaria para poder seguir avanzando hacia un acuerdo definitivo que elimine el actual enfrentamiento económico.
No obstante, la fuente del gobierno de Beijing enfatizó que la posición de China es clara y firme: “la guerra comercial comenzó con la imposición de aranceles y debe terminar con la eliminación de los aranceles”.
En ese contexto, el curso al que empiezan a apuntar los acontecimientos puede dejar presuponer que para Donald Trump, iniciador de semejante dislate, está transcurriendo más tiempo del que calculó para “rendir” a China, y que los negativos resultados de atacar a su principal acreedor y mayor suministrador de bienes al mercado local -con lo que ello comporta en materia de abastecimiento y subida de precios para los bolsillos del consumidor común- pueden crearle otro incómodo conflicto interno justo a las puertas de la elecciones presidenciales de 2020.
Vale recordar que la agresión a China mediante la subida masiva de aranceles a sus exportaciones a los Estados Unidos acumula ácidas críticas en los medios económicos de la Unión desde el primer momento de su puesta en práctica, y que infinidad de entidades norteamericanas han hecho saber que están enfrentado no pocos problemas a partir de su dependencia de los suministros chinos, ahora con costos en inevitable alza.
En pocas palabras, que podríamos estar en presencia, NO precisamente de un “logro” de las presiones de un presidente enviciado en eso de amenazar, sancionar y agredir a otros, sino del inicio de una marcha atrás a una obstinada decisión que le puede costar más cara a dicho personaje en todos los sentidos, que los pretendidos perjuicios ocasionados a su oponente.
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