Por aquí…y andando

Caminante no hay camino…se hace la ruta con cada paso. Sí, es cierto, no es textual la referencia al verso de Antonio Machado que tanto rodó por “mi época” en el tono exclusivo de Juan Manuel Serrat, pero  el contenido original  es el mismo.

Y es que si bien los intereses hegemonistas se muestran desbordados por estos tiempos  en materia de petulancia, arrogancia y fomento de serios riesgos para nuestra especie, en su empeño endémico de “ser los primeros” a toda costa y a todo costo, lo cierto es que la hora histórica no les acompaña y sus políticas no pueden ser estratégicamente más erróneas.

Así lo contextualizaron y valoraron hace pocas horas en la ciudad uzbeka de Samarcanda los líderes ruso, Vladímir Putín, y chino, Xi Jinping, en una trascendente entrevista bilateral durante la celebración de un nuevo encuentro cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái, OSC, uno de los foros internacionales de nuevo tipo que disputan terreno a los mecanismos de concertación de sello Made in USA a escala global.

La OCS, vale recordar, es el mayor bloque regional del orbe, compuesto por ocho países miembros (Rusia, China, la India, Pakistán, Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán, y Kazajistán), y que acaba de integrar a Irán precisamente en esta nuevas sesión de alto nivel.

De manera que el conglomerado abarca a casi la mitad de la población mundial y más del treinta por ciento del PIB global, y aunque no es un bloque militar, “tiene como principal objetivo el fortalecimiento de la seguridad en la región, así como la cooperación económica y cultural.”

Ni que decir entonces que cuenta con la mayor hostilidad posible proveniente de Washington y sus mandaderos alrededor del planeta.

Y en ese contexto de real y concreto poder alternativo, y en medio de la ofuscación hegemónica incrementada en su contra a instancias de Ucrania y Taiwán, los presidentes ruso y chino trasmitieron el lógico y sensato mensaje que corresponde a dos gigantes universales asediados por un mismo oponente, incapacitado en su soberbia de entender que a palos ya no se edifican poderes, y mucho menos omnímodos.

En consecuencia, Putin y Xi Jinping no ha hecho otra cosa que seguir sumando sus fuerzas en una sola línea, a sabiendas que cuentan con todas las capacidades tangibles para lograr un vuelco internacional mancomunado que deje atrás los viejos órdenes y modelos sectarios y selectivos sobre los que se sustentan los criterios políticos de los aspirantes a imposibles tronos planetarios.

Así, convergieron en el propósito  de que China y Rusia deben “desempeñar un papel de liderazgo mutuo para garantizar el desarrollo sostenible del mundo”, una afirmación que debe haber “sabido a retama” en no pocas  gargantas occidentales, entre otras cosas, porque no es mera consigna ni insulsa bravuconería.

Por demás, ambos líderes globales reafirmaron su apoyo y comprensión mutuos ante las respuestas que vienen dando cada uno por su lado a los conflictos impuestos por Washington en torno a Ucrania y Taiwán, y confirmaron no solo los grandes avances en la integración económica y comercial bilateral, sino además los incrementos que se esperan de forma inmediata en tan vitales aspectos.

De hecho, y según datos frescos, el año pasado “el comercio entre ambas naciones aumentó en un 35 por ciento, hasta superar los 140 mil millones de dólares, mientras que en los primeros siete meses de este año ese volumen creció un 25 por ciento.

Pero más allá de lo que la nueva cita  bilateral ruso-china significa en materia de política externa planetaria, la OCS por sí misma, y según ha dicho el presidente uzbeko Shavkat Mirziyoyev, puede constituir un ejemplo de cómo promover "un diálogo inclusivo, basado en principios de respeto mutuo en aras de seguridad común y prosperidad, destinadas a “unir y conciliar a Estados con prioridades de política exterior diferentes".

Todo en el claro y evidente momento en que el mundo está ante "'un período de ruptura histórica, en el que termina una época y empieza otra, aún imprevisible y desconocida".