Jugar con fuego

Transcurridas apenas horas del cierre de la reciente conferencia cuatripartita de Ginebra para intentar un arreglo negociado a la crisis ucraniana, Occidente y los usurpadores del gobierno en Kiev iniciaron un evidente proceso para boicotear la letra de los acuerdos logrados con Moscú.

En efecto, las “oportunas” visitas a la capital ucraniana del director de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos y del segundo de la Casa Blanca, actuaron como detonadores de un plan de altos vuelos agresivos, sin dudas fraguado de antemano.

Comprometida a dialogar con los rebeldes este-ucranianos de origen ruso para establecer un Estado federativo con amplio respeto a los grupos étnicos del país, la dirección neofacista ha optado en cambio por declarar una “cruzada  militar antiterrorista” encaminada a doblegar por las fuerza a las milicias populares que en el oriente se han hecho cargo de los gobiernos locales y de las tareas de autodefensa ante la falta de garantías que proviene de la actitud hostil de las autoridades de facto.

 Y aunque una parte de los soldados y oficiales en labores represivas han optado por no emprenderla contra los amotinados, ya se han reportado enfrentamientos y muertes, en una progresiva espiral cuyos impulsores no dan muestras de estar interesados en detener.

Mientras, las artillería mediática de los agresores y sus aliados externos insiste en culpar a la injerencia rusa de cuanto acontece, y la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, que aspira e engullirse a Ucrania, refuerza sus tropas en las cercanías de las conflictivas fronteras.

En consecuencia, para Moscú el dilema se hace más claro a medida que pasan las horas.

Permitir la legalización del status de violencia en Ucrania resulta una clara amenaza a la propia seguridad nacional de Rusia, a lo que se suma lo inaceptable de cruzar los brazos ante los actos de vandalismo oficial contra los ciudadanos ucranianos ruso parlantes, que constituyen un importante segmento de la población en el vecino país.

Y en buena medida podría pensarse que la táctica imperial y hegemonista en Ucrania precisamente  intenta incentivar estas disyuntivas con el fin de desgastar al Kremlin, a la vez que crear un candente clima de incertidumbre y tensiones, a tal grado, que muchos empiecen a pasar por alto el verdadero origen del problema, las características y tendencias ultraderechistas de los que se aposentan en Kiev, su objetiva carencia de legitimidad, y el notorio padrinazgo occidental que les alienta.

Incluso, en medio de los agudos riesgos de un conflicto generalizado, bien podrían pasar al olvido o ser objeto de fácil manipulación las programadas “elecciones” ucranianas de este mayo, donde se supone sea instituido definitivamente un gobierno “legal” para esa ex república soviética, dibujando además a los neofascistas como  legítimos “patriotas” enfrentados a las “ínfulas expansionistas del Kremlin”.

Para los analistas se trata de una carta sumamente peligrosa, porque más que el “desgaste” de Rusia que presumen los agresores, las consecuencias pueden derivar en un torbellino de incalculable alcance.

Rusia ha dicho por boca de su presidente, Vladímir Putin, que Occidente ha pasado la raya de lo permisible con su injerencia en Ucrania, se declaró contrario a dejar impune una anulación de los derechos de los pobladores de origen ruso, y descarta la extensión de la OTAN a un trascendente vecino de Moscú cuya neutralidad al menos, es esencial para los intereses nacionales y la seguridad del gigante euroasiático.

Sirva de referente entonces –a tono con estas circunstancias- el muy reciente anuncio del ministro ruso de defensa, Serguéi Shoigu, sobre el inmediato inicio de maniobras bélicas de batallones tácticos en los límites de la frontera estatal con Ucrania, apoyados por fuerzas blindadas y aviones de combate, ante  la urgencia de poner coto a lo que denominó “la maquinaria militar” desplegada por Kiev contra los partidarios del federalismo.

El titular refirió que 11 mil soldados ucranianos, apoyados por la aviación, 160 tanques y más de 230 vehículos de infantería, participan en una operación lanzada contra los limitados grupos de autodefensa en el sureste de Ucrania, y añadió que a la represión se unen además “unidades de la Guardia Nacional, batallones de extremistas de derecha,  y grupos especiales del Servicio de Seguridad de Ucrania”.