Mucha tensión y solución alguna fue el saldo de la entrevista realizada este lunes sobre una negociación y diálogo en torno a las Islas Malvinas entre el presidente argentino, Alberto Fernández y el primer ministro británico Boris Johnson, cuyo país ocupa de manera ilegal los estratégicos territorios, ricos en recursos naturales y plataforma militar del Atlántico Sur.
Apenas duró media hora la conversación bilateral entre las altas autoridades en el castillo bávaro de Elmau, en el entorno de la reunión del G7, en la que Johnson rechazó la solicitud argentina de reiniciar negociaciones sobre las Malvinas, Sandwich, Georgia del Sur, y otros territorios adyacentes, que considera propiedad de su país, cuando hay suficiente documentación histórica para demostrar lo contrario.
Analistas consideran que la negativa de Johnson a siquiera considerar la ilegalidad de la presencia británica en territorio argentino reitera la tradicional mirada colonialista del Reino Unido sobre las Islas Malvinas y el conjunto de los territorios que aun mantiene alrededor del mundo.
La tirantez existente entre los dos grandes países quedó establecida cuando Fernández, quien considera el asunto como una política de Estado y defensa de la soberanía nacional, comunicó a su interlocutor y solicitante del diálogo, que no avanzará con una potencial complementariedad económica bilateral si no se reabre la negociación por la devolución de Islas Malvinas. Londres tiene un manifiesto interés en la agricultura, el gas y los minerales argentinos, y así lo expresó su primer ministro, pero se fue con las manos vacías.
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Tal como en otras oportunidades, el Premier se negó a abrir nuevas vías de entendimiento sobre la controversia y no dejó pie a futuros cambios al responderle a Fernández que “el tema se encuentra cerrado hace 40 años” y defendió la autodeterminación de los isleños.
El premier hacía alusión a lo sucedido en 1982 cuando una dictadura cívico-militar que gobernaba Argentina atacó Malvinas como una distracción para hacerle creer al pueblo que defendía una causa justa. Con una superioridad en armas y hombres, el Reino Unido venció en la operación en la que murieron, engañados por el falso patriotismo dictatorial, 649 soldados y más de 1600 resultaron heridos y mutilados.
En defensa de su argumentación, el presidente argentino le recordó a su interlocutor que cada año el Comité de Descolonización de la ONU vota una resolución para que se abra una negociación entre las partes, las cuales son ignoradas por los británicos.
Malvinas, indicó Fernández a su par británico, no es “un tema más”, sino que se siente en las calles y el corazón de su país. “Argentina está lista para retomar el diálogo” de acuerdo con las resoluciones de la ONU, insistió el mandatario, quien pidió a su par el restablecimiento de vuelos regulares entre las islas y el territorio continental con la aerolínea de bandera.
Otro asunto tratado por los gobernantes fue la situación en Ucrania. Mientras el líder europeo se manifestó a apoyar militarmente a Kiev, Fernández señaló la necesidad de establecer negociaciones con Moscú, lo que indica la línea política antagónica de los dos gobernantes.
ONU DA LA RAZÓN A ARGENTINA
Hace pocos días, el Comité Especial de Descolonización de la ONU aprobó una nueva resolución en favor del reinicio de conversaciones entre los divergentes en la Cuestión Malvinas, dado el fuerte reclamo del canciller Santiago Cafiero de encontrar “una solución pacífica y definitiva a la disputa de soberanía de las ínsulas”, incluso eliminadas como territorio argentino en los mapas de las naciones asistentes a la Cumbre de las Américas organizada por Estados Unidos, lo que molestó a las autoridades porteñas.
En una sesión dedicada exclusivamente a la reclamación del país suramericano, en esta ocasión presentada por la delegación chilena, Cafiero señaló que “el mundo no puede permanecer indiferente ante el objetivo de alterar la estabilidad en América Latina y el Caribe, una de las zonas de paz más consolidadas del planeta. Es hora ya de que el Reino Unido escuche a la comunidad internacional y que no le tenga miedo a la paz. Que pierda el temor al diálogo dentro del derecho internacional”.
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En una intervención que denunció, una vez más, la naturaleza de la disputa de soberanía por las ínsulas situadas en la plataforma argentina, ocupadas ilegalmente por el Reino Unido, el canciller recordó que el gobierno de Londres desconoce las resoluciones adoptadas desde 1965 en las que se solicita a las partes la reanudación de las negociaciones de soberanía.
El titular del Palacio San Martín destacó que “Hoy más que nunca son visibles las posiciones; para el Reino Unido, Malvinas es dominación, especulación y oportunismo; para mi país, es soberanía, justicia y dolor por nuestros caídos” y recordó la posición de su país, como manifestación de su compromiso de velar por el interés de los habitantes de las islas en disputa, a los que garantiza el acceso al sistema público de salud y de educación brindados en el territorio continental. Fue Argentina el Estado que en el peor momento de la pandemia de COVID-19 ofreció a los isleños suministros médicos, así como vuelos humanitarios y acceso a tratamientos médicos en el continente.
¿POR QUÉ EL INTERÉS DEL REINO UNIDO?
Las Islas Malvinas ubicadas al sudeste de Argentina y pertenecientes a la plataforma continental de esa nación, ocupan un lugar geopolítico estratégico al encontrarse en las cercanías del continente americano y de la Antártida. Lugar de paso desde el océano Atlántico al océano Pacífico, su posición es también muy importante por encontrarse próximas a la Antártida, uno de los principales reservorios mundiales de agua dulce y minerales. Los británicos, conscientes de esa valiosa ubicación, aumentaron el presupuesto de defensa de las islas con el pretexto de defenderlas de un posible ataque argentino.
Vale destacar que en el Atlántico Sur Occidental —sector correspondiente a Suramérica— solo dos actores regionales detentan casi la totalidad del litoral marítimo: Brasil y Argentina. Por su parte, las potencias extrarregionales con fuerte presencia son Estados Unidos y el Reino Unido, que detentan la posesión de la cadena de islas situadas en el centro del Océano Atlántico Sur, entre América y África, al tiempo que ejercen poder naval de la zona. De este modo, lejos de una disputa de 11 000 kilómetros cuadrados —correspondientes a las dos islas mayores y a los islotes que de ellas se desprende— la “cuestión Malvinas” hace referencia a un conflicto que supone alrededor de 6 000 000 de km2, es decir, ni más ni menos que “dos Argentinas” continentales más un océano que rebalsa de recursos.
El Estrecho de Magallanes, los Pasajes de Beagle y Drake, posibilitan la comunicación interoceánica Atlántico-Pacífico y son fundamentales para el monitoreo e intervención en el comercio mundial. Se estima que alrededor de 200 000 buques de carga transitan anualmente el Atlántico Sur. El 80 % del petróleo que demanda Europa Occidental y el 40 % de las importaciones de Estados Unidos representan parte importante de este flujo comercial.
Otra dimensión de la importancia geoestratégica de las Malvinas es la conexión que establece con la Antártida, territorio codiciado por las potencias hegemónicas por ser reservorio de minerales, biodiversidad, y almacenar en forma de hielo más de las tres cuartas partes de agua dulce existente en el planeta y también de suma importancia para la actividad espacial.
Actualmente, el enclave militar con la base aérea de Mount Pleasant cuenta con una pista de 2590 metros y otra de 1525, que posibilitan el desplazamiento de aviones de gran porte y helicópteros. A esto se suma el puerto de aguas profundas Mare Harbour, utilizado por la Marina Real para el amarre de buques y submarinos de última generación y de propulsión nuclear. Incluye rampas para lanzamiento de armas nucleares. Viven allí entre 1500 y 2000 efectivos militares, de los cuales alrededor de 500 residen en forma permanente mientras que el resto es parte de contingentes rotativos que pasan allí entrenamientos y posteriormente son enviados a escenarios bélicos donde esté involucrada Gran Bretaña, como fue el caso de Iraq o Afganistán.
Esos datos dejan claro que se trata de un punto geopolítico y geoestratégico de primera importancia. Por otro lado, los asentamientos coloniales británicos —aún pendientes de descolonizar en el siglo XXI— sirven para establecer un sistema interconectado de bases militares que incluyen a Tristán de Acuña, Santa Elena y Ascensión, consideradas importantes “barreras” en la geopolítica del Atlántico Sur ya que pueden transformarse rápidamente en bases útiles para el transporte y apoyo logístico.
Para Argentina, la eventual presencia de armamento militar en Malvinas constituye un peligro fundamentado en documentos británicos desclasificados en fecha reciente. Los textos informan que durante el conflicto de 1982, el Reino Unido envió a la región buques equipados con 31 armas nucleares de profundidad.
Lejos de una disputa de 11 000 km2 —de las dos islas mayores y al conjunto de islotes que de ellas se desprende— la cuestión Malvinas hace referencia a un conflicto que supone alrededor de 6 000 000 de km2, es decir, ni más ni menos que “dos Argentinas” continentales, más un océano que rebalsa de recursos.
Desde que en 1833 fuerzas británicas ocuparan por la fuerza las islas Malvinas y desalojaran a sus habitantes y a las autoridades argentinas, el país suramericano nunca dejó de reclamar sus derechos soberanos sobre este archipiélago tan importante para los intereses imperiales del reino europeo.
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