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lunes, 25 de noviembre de 2024

Ferguson, los gatillos alegres y los pájaros que le tiran a las escopetas

Ferguson, Nueva Órleans, San Luis… forman parte de ese Sur que también existe al interior de Estados Unidos...

Iroel Eri Sánchez Espinosa en Exclusivo 21/08/2014
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“Proteged la propiedad”, he ahí la filosofía con la que se forman los encargados de imponer el orden en Estados Unidos.

“Proteged la propiedad” fue la orden que recibieron los policías de Nueva Orleans en medio de la emergencia humanitaria provocada por el huracán Katrina. “Cualquier cosa que cruce la calle y que sea más oscura que un papel marrón va a recibir un disparo”, dijo uno de los vigilantes blancos que se organizaron entonces para combatir los saqueos, utilizando un patrón racista.

Un desastre natural puso entonces a la vista el racismo— barrido bajo la alfombra por el ascenso a altos cargos de personas negras como Collin Powell y Condolezza Rice durante la administración Bush— que la llegada a la Casa Blanca de Barack Obama pretendería hacer olvidar, pero que ha estallado con enorme fuerza por estos días a raíz del asesinato de un joven negro por un policía blanco en Ferguson, Missouri, otra vez al Sur de los Estados Unidos.

La sospecha del robo de un paquete de cigarrillos hizo al  policía Darren Wilson disparar seis veces, dos de ellas en la cabeza, sobre Michael Brown. La falta de acción contra  el presunto homicida encendió la ira en la localidad de 20 mil habitantes en una escalada que ha llevado a la imposición del Toque de queda y la intervención de la Guardia nacional. Días después, en San Luis, cerca de Ferguson, otro  joven negro también murió al ser tiroteado por un agente policial, debido a que supuestamente intentó robar en una tienda de comestibles.

En una cultura donde las cosas son más importantes que las personas y las mercancías valen mucho más que una vida—-la vida de un negro o un pobre, por supuesto— es muy difícil hacer olvidar la larga lista de actos impunes cometidos por policías blancos contra ciudadanos negros por más que personas con la piel de ese color lleguen a altos cargos para trabajar al servicio de un sistema que sólo los acepta si defienden la filosofía de despojo y exclusión que las élites  de Estados Unidos han impuesto al mundo a lo largo de su historia.

No es difícil recordar que utilizando conflictos étnicos, reales o inventados, por menos de lo ocurrido en Ferguson Washington ha alimentado “rebeliones” que no pocas veces han terminado en intervenciones militares de sus tropas y sus aliados de la OTAN. En particular, en Cuba, como ha señalado el académico Esteban Morales, Estados Unidos utiliza la cuestión racial como   cobertura para impulsar sus programas de “cambio de régimen” y sueña con ver las escenas de Ferguson ambientadas en La Habana para enviarnos bombas y marines en nombre de la democracia.

Pero el mundo ha cambiado y los pájaros comienzan a tirarle a las escopetas. Un giro histórico marca esta declaración:

“Los países miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) expresan su profunda preocupación por los hechos de violencia desatados en la ciudad de Ferguson, Estado de Missouri, Estados Unidos de América, por el asesinato del ciudadano afro-americano Michael Brown de manos de un funcionario policial, en circunstancias poco claras y que revive el grave problema de la discriminación y violencia racial que aún no ha sido resuelto en esa nación.

“Los países del ALBA-TCP expresan su solidaridad con la comunidad afro-descendiente de los Estados Unidos de América, y hacen un llamado a las autoridades de ese país, a sus instituciones, para que realicen una investigación justa, clara y transparente, y ejerzan el  control del orden público con respeto a los Derechos Humanos.”

Porque la orden de abrir fuego contra los pobres, del color que sean, pero que en EE.UU. son mayoría entre negros e hispanos, la dio el capital desde que —en palabras de Carlos Marx y Federico Engels— “vino al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, de la cabeza hasta los pies”. Y sólo un sistema que se plantee ir más allá del capital y colocar a las personas por encima de las cosas, como intentan los países del ALBA, puede proponerse la eliminación de la violencia étnica y el racismo.

No es en Cuba donde el racismo y el desprecio hacia pobres e inmigrantes están instalados en la dinámica de funcionamiento de un sistema que coloca las mercancías por encima de los seres humanos. La orden que recibieron los policías de Nueva Orleans tras el paso del Katrina fue “disparad a los saqueadores”, como se atevieron a confesar algunos de los funcionarios de la ciudad años después. Y a pesar de las mentiras, la solidaridad da sus lecciones. Inolvidable escena la del hombre negro que vimos entonces en un reporte  de la Televisión Española negarse desde una alta ventana  a atender el reclamo de sus presuntos salvadores y pedir —con durísima ironía— le avisaran al gobierno cubano, que ése sí lo ayudaría.

Ferguson, Nueva Órleans, San Luis… forman parte de ese Sur que también existe al interior de Estados Unidos por más que lo quieran barrer bajo la alfombra con una escoba que puede llamarse Obama, Condolezza o Collin Powell, esos policías blancos de gatillos alegres, repartidores de drones y misiles en los Fergusons del planeta.


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Iroel Eri Sánchez Espinosa

Se han publicado 1 comentarios


Lluis Agramunt desde FB
 21/8/14 12:01

afroamericanos levantaos!

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